Los momentos de incertidumbre o imprevistos no deseados ponen a prueba nuestra capacidad de adaptación. Hay personas que ante determinadas situaciones no consiguen activar todos sus recursos personales. Sin embargo, otras son capaces de transformar las circunstancias y fluir con el nuevo compás.
¿Es una cuestión de carácter, de voluntad? ¿Se puede entrenar la adaptación al cambio?, ¿cómo puedes gestionar tu reacción cuando la vida te da sorpresas?
Charles Darwin quien dijo: “No es la especie más fuerte la que sobrevive, sino la que mejor responde al cambio”.
¿Cómo podemos entrenar nuestra adaptación al cambio y a las sorpresas?
En ciertos momentos la vida nos da una sopresa. Ya sea a través de una noticia inesperada o mediante un acontecimiento con el que no contábamos. La primera reacción de sorpresa puede llevarnos a sentir miedo que nos paraliza. También podemos sentir tristeza que nos lleva a la inactividad y al recogimiento.
Incluso podemos sentir ira que nos conducirá al enfado y al descontento.
Estas sabias emociones, nos remueven y nos dan pistas para adaptarnos a ese cambio que la vida nos depara.
Y este tipo de sucesos o noticias ponen a prueba nuestra capacidad para sobrevivir. Cuando la vida te da sorpresas es necesario reinventarse personal y/o profesionalmente.
Reinventarse
Mario Alonso Puig nos habla de reinventarse, que no es otra cosa que sacar a flote nuestro verdadero ser.
Nuestro potencial oculto solo se revela cuando salimos de nuestra área de confort y nos enfrentamos a lo desconocido.
Nuestra zona de confort es aquella en la que las cosas nos resultan conocidas y cómodas. Es aquel lugar en el que estamos acostumbrados a vivir.
Reinventarse supone salir de esta zona y dejar de lado quien hemos sido hasta ahora para afrontar cambios radicales. Y en el camino habrá que superar miedos, replantear creencias, transformar objetivos, estructuras, comportamientos, hábitos.
Difinición de la emoción de sorpresa
Isabel Aranda en su libro “Emociones capacitantes”, nos habla de la emoción de sorpresa. Define la sorpresa como una respuesta ante sucesos y hechos no esperados. Son acontecimientos que rompen nuestras expectativas previas sobre la vida. Es una reacción abrupta, breve y rápida ante algo imprevisto y relevante para nosotros.
Por otra parte, Goldstein y Stahl se refieren a a la sorpresa con la denominación de “confusión” porque es el efecto que origina.
La función de la sorpresa es prepararnos para entender algo inesperado. Cognitivamente nos ayuda a entender la disonancia que se ha producido en nuestros esquemas mentales.
Si somos personas receptivas a nueva información, buscaremos cómo encajar estos datos en nuestros esquemas, con el fin de integrarlos. De esta manera, cuando la vida nos de una sorpresa, sabremos cómo gestionarla.
¿Qué sopresas te ha dado la vida esta última semana?
¿Cómo has reaccionado? ¿Qué dice esta reacción sobre ti?
Cuando analizamos tanto el hecho que nos sorprende como nuestra reacción ante ese hecho, se produce una actualización de nuestros esquemas. Como consecuencia no nos sorprenderemos ante nuevos hechos similares.
¿Qué esquemas pones en marcha ante una situación que te sorprende?
En cuanto el suceso es evaluado, la sorpresa es sustituida por otra emoción. La sorpresa en sí misma se diluye con rapidez. Por esta razón, la emoción a gestionar es la que le sigue; es decir cómo nos sentimos después: cómodos y estimulados o fuera de control.
¿Qué nos aporta la emoción de sorpresa?
- Genera una propensión a percibir más y mejor la situación y evaluarla. Se relaciona con el interés por las cosas, la necesidad de explorar y la curiosidad. La sorpresa actúa como una parada fisiológica para favorecer el procesamiento cognitivo y permitir explorar la respuesta acorde con la situación.
- Nos predispone a la exploración, el interés y la curiosidad. Nos prepara para reaccionar de forma efectiva ante algo nuevo. Facilita la flexibilidad, la creatividad, y el cambio.
- Nos activa rápidamente, con urgencia. Tanto para afrontar el suceso como sus consecuencias. A veces las percibimos como una “situación de nervios” y como un momento de descontrol y baja capacidad de acción.
Las personas curiosas activas y creativas actúan para provocar hechos sorprendentes en su vida. Buscan la novedad, el descubrimiento, la incertidumbre, el desafío.
Sin embargo otras personas se sienten seguras con lo que conocen y controlan, y son reacias a salir de ahí. Los cambios y las sorpresas les provocan intranquilidad y miedo a lo desconocido, a fracasar, a no saber reaccionar. Y dicen “no me gustan las sorpresas”.
Suelen ser personas rígidas, con cierta insensibilidad o freno a sentirse sorprendidas. Tienen alta necesidad de control, perfeccionismo y exigencia. Y todo ello puede estar dificultando su capacidad de adaptación.
¿Cómo es tu relación con la sorpresas que te da la vida?
¿Cuántos hechos sorprendentes suceden en tu día a día?
¿Eres de los que te gustan las sorpresas?
¿Cómo es tu capacidad de reacción y de buscar soluciónes ante las sorpresas?
Os comparto un momento de mi vida en que la sorpresa llegó de sopetón. Fue una situación que en un primer momento descolocó todos mis esquemas y me llenó de emociones desagradables.
Con el paso del tiempo aquella sorpresa me hizo descubrir una nueva “Ana” llena de fuerza, creatividad, seguridad y tranquilidad. Una ana que me llevó a alcanzar sueños que jamás hubiera imaginado.
«Estoy en mi tercer mes de embarazo y hoy es mi cumpleaños. Acudo al trabajo con una caja de pastas para celebrar la doble noticia con mis compañeros. A media mañana recibo una carta desde la dirección para comunicarme que en quince días debo abandonar el trabajo. Vamos que ¡me despiden! Guardo las pastas, no celebro mi cumpleaños, ni doy la noticia más feliz de mi vida. Quiero irme a mi casa. Estoy sin fuerza, sin energía. Brotan las lágrimas.
En casa me desahogo con mi marido. Comparto con él mi tristeza y enfado ante una situación que creo es injusta. Tras esta explosión emocional llega cierta calma y siento una criatura en mi interior que se merece lo mejor. Y decido buscar solución. Llamo a personas cercanas que me aportan alegría y confianza. Empiezo a sonreír de nuevo y a buscar trabajo para el verano. Dedico tiempo a pasear, a descansar, a cuidarme. Y surge la idea de preparar una oposición para el otoño. Quiero disfrutar plenamente de mi embarazo. Evito a personas que me conducen hacia estados de ánimo negativos.
Dos semanas después estoy en la piscina con una docena de niños dispuestos a tirarse al agua. Vuelvo a sentirme eficiente, activa y feliz.
Además he integrado una rutina de estudio que combino con paseos y quedadas con amigos. Tener el día organizado con horarios para estudiar, descansar y estar con las personas que quiero me aporta fuerza y equilibrio para afrontar uno de los mayores retos de mi vida: ser mamá en unos meses.
Y enfrentarme a lo que jamás imaginaba que podía suceder después…» Continuará
(Extracto del libro Mamá triatleta. Ed. Alto Rendimiento, oct. 2012)