Pirámides, escarabajos, halcones, cocodrilos, momias, desiertos… seguro que en vuestra mente ya se ha dibujado una postal romantizada del Egipto faraónico. Una época magnífica que conecta con la arqueología del siglo XX y con una gran cantidad de obras visuales, cinematográficas, literarias y elementos relativos a la cultura pop.
La iconografía del Antiguo Egipto siempre ha suscitado una atracción casi mística. El interés primigenio del lúcido Champollion –padre de la egiptología– es uno de los ejemplos más paradigmáticos. Pero también lo son otras adaptaciones contemporáneas como la película La Momia, el videojuego Assassin’s Creed: Origins o el slot Scarab Kingdom de Betway.
Todos ellos tienen un nexo en común: ejemplifican la veneración pasada y presente del mundo occidental hacia el Egipto pretérito. También podríamos sumar otros museos monográficos como el que se encuentra en la ciudad de Barcelona, o sea el Museu Egipci, una de las capitales europeas por antonomasia cuya esencia modernista se mimetiza con los faraones en la céntrica calle Valencia.
Pero, ¿qué tiene el Egipto arcaico que llama tanto la atención? Pues uno de los elementos trascendentales es su cosmogonía. Una manera de entender el mundo que llevó a sus habitantes a crear construcciones faraónicas -nunca mejor dicho-, templos policromados rellenos de jeroglíficos, tumbas ubicadas en el interior de todo tipo de construcciones, y una iconografía característica que incluso todavía pervive en el mundo moderno.
Uno de los elementos claves que ayudaban a explicar el origen del mundo y dar respuestas a preguntas metafísicas era su panteón divino. Una serie de dioses y de diosas -bien diferenciados- que tenían un impacto capital sobre las diversas cuestiones filosóficas.
A continuación, repasaremos cuáles son los dioses masculinos más importantes y cuál era su representación animal. Una realidad que conectaba con la divinización de algunas especies y que los llevaba incluso a crear ciudades en su honor. Empezamos:
La divinidad más importante era Amón, conocido como el dios de la creación. Solía aparecer representado con la forma de una figura antropomorfa, aunque también hay obras escultóricas que lo muestran con cabeza de carnero.
Amón era también protector de la ciudad de Tebas, y su poder se encontraba también vinculado con el paso y el avance del tiempo. Era una entidad altamente poderosa, hecho que lo lleva a ser considerado como uno de los más importantes -o el que más- del ámbito jerárquico.
Otra de las figuras más relevantes fue Ra, dios del sol. Normalmente era dibujado con cabeza de halcón. También es fácilmente identificable porque dispone de un disco solar en la parte superior del rostro.
En un momento determinado de la historia egipcia –Imperio Medio (2050-1750 a.C.)- se fusionó su mito con la figura de Amón, dando origen a Amón-Ra.
Si nos centramos en la interpretación y el control del cielo, Horus era una figura capital. Si lo queremos identificar, tenemos que encontrar una figura antropomórfica con cabeza de halcón, una descripción muy similar a la de Ra. La diferencia radica en su corona, un sombrero que representa la unión del Bajo y el Alto Egipto. Como se encuentra relacionado con el cielo, su historia ha evolucionado mucho con el avance de los siglos, conectando también con la ascendencia celestial de los faraones.
Anubis es otro nombre que también es fácilmente relacionable con el Antiguo Egipto. Era nada más y nada menos que el señor del inframundo. Muchos de los actos y rituales relacionados con la momificación estaban relacionados con su figura.
Su presencia imponente destaca por la cabeza de chacal de la que dispone. La mitología griega absorbió esta historia mítica y así se gestó la figura de Hades. Un dios muy popular también en nuestros días.
Anubis no debe confundirse con Seth, otro personaje con connotaciones negativas, ya que era la personificación de la destrucción y el caos. También era el protector de los animales salvajes, una interpretación que llevó a que muchos viajeros o nómadas se fijasen en su poder para defenderse de posibles amenazas externas.
Su cabeza nos evoca al rostro de un animal salvaje que puede ser interpretado como un perro o una fiera indomable. Una criatura que podría convivir con los animales más famosos del desierto.
Finalmente hay que explicar la figura de Sobek, conocido como dios cocodrilo. Según la óptica egipcia fue el creador del Nilo, quien con su sudor dio origen a su trazado fluvial.
Era un ser muy querido y con una connotación positiva, de hecho, existió una ciudad en su honor y el nombre griego es bastante explícito: Cocodrilópolis. Efectivamente, la “ciudad de los cocodrilos”, los cuales poblaban sus calles y eran venerados por los habitantes que allí residían.