La depresión es un trastorno mental frecuente, más de 300 millones de personas en todo el mundo lo padecen alguna vez en su vida, según datos de la OMS (Feb. 2017).
Si alguna vez has pasado por una depresión o conoces a alguien que la haya sufrido, sabrás que se produce un gran malestar anímico en la persona y una sensación de vacío interior y de apatía que se convierte en algo cíclico y desbordante en la mayoría de los casos.
Por suerte, podemos prevenir las depresiones con una buena gestión de nuestras emociones y una escucha proactiva de nosotros mismos, en este artículo vas a encontrar algunas claves útiles para que puedas poner en práctica en tu vida y consigas un buen equilibrio emocional.
Hay diferentes tipos de emociones según su función y la finalidad que tienen en tu sistema.
Las emociones primarias son las que definen nuestro ser más originario y son cuatro: Miedo, Alegría, Tristeza e Ira. Si sabes identificar y gestionar correctamente estas emociones, tienes muchas posibilidades de no caer nunca en una depresión y de mantener tu ansiedad a raya.
Las emociones son desde tiempos primitivos, una ayuda para nuestra supervivencia y aunque hoy en día nuestra vida ya no corre tanto peligro como la de nuestros antepasados, nuestra autoestima y auto valor están más expuestos, por lo tanto hay que preservar esa parcela de nosotros mismos.
El miedo te avisa de que hay una situación nueva para ti para la que no tienes recursos suficientes para enfrentarte, con lo cual el mensaje es de huída o de generación de recursos nuevos para gestionar esa situación.
La ira te avisa de que algo o alguien ha sobrepasado tus límites, es una emoción enérgica ya que necesitas esta energía para poder restablecer tu espacio y poner barreras de manera firme.
La tristeza es la emoción que más te conecta contigo mismo y con tus necesidades más profundas. Si te fijas cuando estás triste no te apetece ver a nadie solo estar contigo mismo, y es justamente a eso a lo que te ayuda la tristeza, a conectar contigo mismo y con lo que necesitas de verdad en ese momento.
Por último la alegría es la emoción que nos invita a compartir, a celebrar el logro y a comunicarnos con los demás. Aunque es recomendable volver a la realidad una vez cumplida la función emocional y no instaurarnos en esa felicidad de manera prolongada con el fin de evitar situaciones irreales y figuradas.
Cómo ves todas las emociones tienen una función biológica de supervivencia para tu SER, de conexión contigo y con el exterior. Perpetuar ese estado es disfuncional, es decir, si estás triste unos días porque te ha pasado algo está bien para conectar con esa necesidad que te trae la emoción, perpetuar ese estado te puede llevar a un inicio de depresión.
La idea es que conectes con la emoción para rescatar los recursos que necesitas y luego la sueltes.
Hay otros tipos de emociones más complejas como las emociones secundarias, que son las que unimos a los pensamientos y formamos entonces sentimientos, como por ejemplo la frustración.
Suelen ser más subjetivas, ya que al intervenir el pensamiento de cada uno de nosotros y nuestra propia experiencia, formamos sentimientos mucho más personales. Así no es lo mismo para todo el mundo decir me siento decepcionado o decepcionada, ya que para cada uno de nosotros, significa algo distinto según nuestras vivencias.
Las emociones parásitas, son aquellas emociones que ponemos encima de emociones que evitamos sentir, porque nos incomodan demasiado o porque no sabemos cómo gestionar. Por ejemplo cuando alguien nos hace daño, pero en lugar de permitirnos sentirnos tristes y heridos, nos hacemos los fuertes y valientes para evitar sentir este dolor.
En mi opinión esa evitación de las emociones que no nos gustan, como por ejemplo la tristeza, es el punto de partida para una desconexión con uno mismo y un inicio de malestar emocional que puede derivar en una depresión.
La evitación de una emoción no está generando la respuesta adaptativa que necesitas para la situación actual que estás viviendo y si ignoras habitualmente la tristeza, ésta puede salir en algún otro momento en forma de depresión.
Por último las emociones instrumentales, son aquellas que utilizamos para conseguir algo, como el propio nombre indica las utilizamos como instrumentos para la consecución de un objetivo. Por ejemplo cuando intentamos manipular a alguien, haciendo ver que nos sentimos tristes (aunque no sea cierto) porque no ha hecho algo que queríamos que hiciera.
3. La tristeza y la depresión: diferencias
La tristeza es algo natural, es una de las emociones básicas que necesitamos, como ya hemos visto antes para conectar con nuestro YO más interno. Es normal y sano sentirse triste tras una ruptura emocional o un despido. Estar unos días o unas semanas tristes nos ayuda a hablar con nosotros mismos y nos da recursos para ver qué hacemos con esta nueva situación.
La depresión es más un estado de invalidación personal, de tristeza profunda poco elaborada y de un abandono de ti mismo. Hay una apatía vital que ya no tiene que ver con ningún hecho en concreto, sino que más bien es fruto de varias situaciones vitales mal resueltas y de una falta de recursos para gestionar el cambio y las emociones de manera productiva.
4. Consejos para gestionar la tristeza
Cómo hemos visto, la mejor manera de gestionar la tristeza es escuchándola, estando cerca de ti mismo para ver qué es lo que necesitas y cómo vas a enfocar esta nueva situación de tu vida. Obviar la tristeza y hacer ver que no pasa nada, te puede llevar a caer en una tristeza aún más profunda que desemboque en una depresión a medio o largo plazo.
Si ya estás en una depresión, no te preocupes, hay salida para todo. Yo misma pase por una grave depresión hace más de 15 años y salí de ella. ¿Cómo? Aprendiendo recursos de desarrollo personal para aprender a enfrentarme a las diferentes situaciones de la vida y gestionando la tristeza desde la conexión personal.