Para educar en el amor hay que educar desde el amor. Para educar desde el amor hay que optar por el amor, de manera incondicional.
Una de las herramientas iniciales en las sesiones de psicología destinadas al crecimiento personal es “el mercadillo de valores”.
¿Cuál es la finalidad de este ejercicio? Identificar a través del trabajo metafórico, los tres valores fundamentales para la persona, sin los cuales resultaría imposible para ella sentirse desarrollada.
Ocho de cada diez personas ponen en primer lugar el amor, pero no el amor de pareja, o el romántico sino el amor como base de las conductas sociales.
Por lo que el amor no es un valor más, como el respeto o el perdón, es el valor de los valores. Todo lo que se siembre basado en el amor puede prosperar y crecer.
Las relaciones familiares, sociales, laborales… son un intercambio, comunicativo tanto a nivel verbal (gritos, silencio, escucha activa) como no verbal (postura corporal, miradas, gestos de aprecio), económico en ocasiones, de reconocimiento, de ayuda, de afecto, de estímulos.
Con cada interacción se moldea nuestro yo interno y la forma en la que nos mostramos al mundo, con cada gesto, construimos una imagen del mundo y del sentido del mismo y de la vida.
La economía de caricias
Hace aproximadamente treinta años, Claude Steiner discípulo de Eric Berne, construyó una interesante teoría a la que denominó “la economía de caricias”, la influencia que ejerce sobre el ser humano crecer en una abundancia o escasez de signos de reconocimiento, ternura, miradas de amor…
La investigación de Steiner surgió a partir de otros estudios de doctores a la altura de Bowlby o Spitz que afirmaron que no solo necesitamos la caricia del otro en sentido amplio, más allá del gesto o el roce, sino que sin ellas nos sentimos mal hasta el punto de poder enfermar e incluso morir.
Existe por tanto una correlación positiva entre afecto, atención, amor, cuidado, cariño en el desarrollo tanto psicológico, como emocional, físico e intelectual.
Hoy sabemos que la falta de una educación desde y con amor (dictaduras, autoritarismos, sobreprotección) es la causa principal de una buena parte de las enfermedades psicológicas en Occidente: desde la angustia, pasando por la depresión hasta la neurosis e incluso la psicosis nacen, en mayor o menor medida, de esta carencia.
¿Hasta qué punto influye en los hijos educar con amor?
El afecto, recibir y dar amor, ayuda a genera serotonina. Esta hormona es primordial en la estabilidad anímica, ocupando un papel fundamental en las reacciones emocionales frente a situaciones de ansiedad y/o estrés.
Ante una caricia, un abrazo, un beso o una palabra agradable, en el cerebro del niño se crean conexiones neuronales, que les ayudará a formar redes más complejas y estructuras en el cerebro.
El amor fomenta el desarrollo del hipocampo. Zona cerebral que participa en procesamiento del aprendizaje, la memoria, la orientación espacio y el control de las emociones. Tener hipocampos pequeños constituye un mayor riesgo de problemas como la depresión, el estrés o demencias como el Alzheimer.
Mantener un apego seguro facilita un mejor desarrollo del hipotálamo, zona encargada del control emocional. En las últimas décadas las conductas disruptivas y/o disfuncionales derivadas de trastornos del vínculo están creciendo a un ritmo vertiginoso.
La privación de afecto durante la infancia nos condena a una adolescencia tumultuosa: mala gestión de las relaciones y de los conflictos.
No hay autoestima sana sin haber sido educado en el amor incondicional.
Como educar a tus hijos desde el amor
No usar nunca la violencia ni física ni verbal
Gritando, insultando, golpeando, lo que estas demostrando es primero incapacidad para una comunicación asertiva y para una buena resolución de conflictos, y que tu hijo tiene que tenerte miedo, no respeto.
Los niños no aprenden con azotes, los problemas no se resuelven pegando, ni gritando. Con cada grito y cada golpe estas enviando el mensaje “los conflictos se solucionan a golpes y gana el mas fuerte”.
Libertad a los sentimientos
La expresión emocional es tan importante como el recibimiento de las mismas. No es negativo decir estoy enfadado, nervioso o triste, es adaptativo, poner nombre a cómo nos sentimos, y enseñar una gestión libre de las mismas.
Las personas que no suelen manifestar sus emociones son más infelices y se sienten más aisladas.
Escucha activa
Es más habitual de lo deseable ver en reuniones familiares o de amigos a un niño casi siempre entre los cinco y diez años, que está contando o preguntado algo, y el adulto, incluso siendo estos los referentes paternos hacen como si no le oyen.
O ver al niño contando su día en el cole y el padre simplemente asistiendo con la cabeza mientras mira el móvil. ¿Qué aprendizaje hay en estas escenas? No me interesa lo que me cuentas, no siempre que nos hablan hay que escuchar.
Asertividad y empatía
Ambos conceptos son difíciles de adquirir cuando se es padre/madre si con anterioridad no se han adquirido y/o interiorizado. Pero no es misión imposible.
Eliminar frases del tipo “si solo tienes que estudiar que me vas hablar a mí de problemas”, ya, pues sí, para ella/él puede ser un problema tan grande como para el adulto una reunión con el jefe. Las preocupaciones no son grandes o pequeñas de forma objetiva lo son en función de la vivencia personal de quien las sufre.
Paciencia y gestión de la frustración
No siempre salen las cosas a la primera y los primeros que nos ponemos nerviosos somos los padres, “corre, tenemos prisa, ya lo harás en otro momento”. Si queremos que aprenda a hacerse la cama no puede ser bajo reloj, porque es posible que no lo haga, tú te enfades, pierdas la paciencia y el niño crea que no tiene capacidades para realizar actividades básicas.
Cuanta más libertad dejemos en hacer las cosas a su manera más fácil es que fomenten tolerancia a la frustración y auto eficiencia. Tienes una hija de 6 años y quieres salir de casa a las 12.00, que se vista sola, recoja, y se prepare la mochila…ves factible hacerlo con una sonrisa en 30min?, no, dale la indicación con tiempo suficiente como para poder hacer las cosas diarias desde el humor y el amor, no desde la orden y la autoridad.
Los niños no tienen por qué ser víctimas de una mala gestión del tiempo de los padres, “no me da tiempo, no llego, estoy agobiada…”
Dejarles descubrir por sí solos
Posiblemente tendríamos una vida con menos tropiezos si necesitásemos experimentar menos y nos serviría la experiencia contada de otra persona para obrar de determinada manera, “no corras que puedes tener un accidente”, pero en escasas ocasiones es así, ya que el ser humano necesita estímulos y experiencias propias no historias contadas por otros. Tienen que equivocarse, caerse y levantarse.
Brindando tiempo de calidad
Todos necesitamos y más los niños, disfrutar del tiempo con los seres queridos, jugando, leyendo, paseando, incluso haciendo las labores doméstica. ¿Se les ocurre una imagen más triste que una familia de 4 miembros cada uno en una habitación frente a una pantalla?
Si a los límites con amor
Las normas, los limites, son necesarios para una convivencia funcional y un buen aprendizaje, esto es aplicable a cualquier edad.
Los niños necesitan saber las normas de ante mano, entender que conducta es la esperada y por qué es necesario un refuerzo negativo si no se realiza. Siempre desde la asertividad, el amor y la comunicación positiva.
Elogios sin sentido, nulo beneficio
“Eres la más guapa, la más lista, la mejor”, potencial persona insegura, hostil, soberbia e incluso narcisista. Los hijos también se equivocan y son buenos en muchas cosas y no tanto en otras. Una autoestima sana se fomenta a partir de una autoimagen realista, y esta se crea con la adjudicación de fortalezas y debilidades acordes a las experiencias y actitudes.
Si papa y mama me han hecho creer que soy la más guapa de clase, cuando en la adolescencia la experiencia me demuestre que quizá no sea así, o que eso es algo tan subjetivo como la elección de un pantalón, sentiré como mínimo decepción y enfado. Si siempre hago las cosas bien, será que soy el mejor, ¿no?
Merece la pena esforzarse en una educación basada en el amor y el respeto, huyendo del miedo, la sumisión, la dictadura y el adiestramiento, para conseguir adultos libres, con capacidad crítica y autónomos.