Terapia Gestalt: Definición y Características Principales

¿Cuál es el origen de la Terapia Gestalt?

La Terapia Gestalt es parte de la Psicología Humanista o conocida también como la Tercera Fuerza, -después del psicoanálisis y el conductismo-, la cual se centra en el desarrollo del potencial humano más que en su patología. Cree que todo ser humano tiende de manera innata a buscar la realización.

La palabra Gestalt es de origen alemán, no tiene una traducción exacta al español, sin embargo, se acerca a la idea de totalidad, parte del principio el todo es más que la suma de sus partes.

Es una visión integral del ser humano, lo ve dentro de un contexto y en relación, recordemos que somos seres sociales y que, de cualquier forma inevitable, en algún punto de nuestra vida, entraremos en una dinámica relacional con otro.. Finalmente, es en esta experiencia, donde se da el proceso de crecimiento.

El fundador de la Terapia Gestalt fue Fritz Perls, psiquiatra de procedencia alemana. Desarrolló su enfoque en la década de 1940, recibiendo su mayor influencia de la Terapia Centrada en el Cliente de Rogers. Destacan las siguientes características terapéuticas:

La relación simétrica entre terapeuta y paciente

La Terapia Gestalt abandona la idea de que el terapeuta es el experto en la vida del paciente y que por tanto es él quién decide unilateralmente lo que le conviene al paciente y las soluciones que deben ponerse en marcha.

Se presenta en cambio, como un facilitador y como un guía, que ayuda a la persona a tomar conciencia de sus dificultades, así como de sus fortalezas personales para afrontarlas.

Le confronta en sus modos de actuación disfuncionales, presentándole los caminos más sanos para enfrentar su vida de una forma más congruente consigo mismo.

Establece una relación de tú a tú, pudiendo incluso hacer autorevelaciones de su vida si cree que con ello puede ayudar al paciente. La única diferencia entre terapeuta y paciente, es que el primero posee una formación especializada en salud mental que le permite guiar al paciente en su camino hacia su bienestar y desarrollo personal.

La emoción como motor del cambio en la Terapia Gestalt

La emoción es una respuesta fisiológica que nuestro cuerpo da para informarnos de una necesidad. Entre las emociones básicas se encuentran: la tristeza, que nos habla de una pérdida y de la necesidad de recibir apoyo; el enfado, el cual nos comunica que alguien ha sobrepasado un límite con nosotros y que por ello necesitamos marcarlo de nuevo; la alegría, que expresa un estado de conexión y nos lleva a querer expandirla para fortalecer lazos; o el miedo que nos informa de una amenaza, movilizándonos para luchar o huir en función de cómo juzguemos nuestras capacidades para enfrentar el peligro.

Es muy habitual que ya desde pequeños no hayamos aprendido a gestionar adecuadamente las emociones “negativas” (tristeza, miedo, anhelo, envidia, etc.) desarrollando una tendencia a reprimirlas.

El problema es que si uno traga mucho, llega un momento en el que se desborda, facilitando esto la aparición de síntomas psicológicos. Los síntomas son la forma que tiene el organismo de decirnos que algo está fallando en nuestro desarrollo personal. Desde la Gestalt se entiende que aquellas emociones importantes que no hayan sido elaboradas surgirán una y otra vez hasta que la necesidad que encubren sean tomadas en cuenta.

La terapia Gestalt busca a través de ejercicios que movilizan emociones, pero también por medio del diálogo, que se activen aquellas emociones que están jugando un papel crucial en el sufrimiento de la persona.

Una vez se permite expresar abiertamente aquello que se había quedado estancado, puede tomar conciencia de qué es lo que hay ahí y de qué necesita. El objetivo terapéutico fundamental será que el paciente pueda desarrollar una actitud de autorespeto hacia sí mismo.

Ejemplo del proceso emocional 

Una mujer se siente dañada porque su pareja le mintió con respecto a un asunto familiar. Al descubrirlo lo habló con ella y ésta se disculpó prometiendo no volver a hacerlo.

El asunto quedó aparentemente zanjado, pero en ella permaneció durante un tiempo una sensación interna de malestar. A pesar de ello no quiso ahondar en el tema, porque ya lo habían hablado y creía que era hurgar en la herida sin sentido. Al cabo de un tiempo, se dio cuenta de que estaba constantemente irritada en su relación, hasta el punto de enfadarse una y otra vez por pequeñeces.

La relación de pareja acaba desgastándose y dejan de sentir la conexión que les unía anteriormente. Debido a esta insatisfacción compartida, empieza a tener problemas de insomnio y un nudo constante en el pecho.

Acude a psicoterapia y durante el proceso terapéutico toma consciencia de que algo que ella creía superado no lo estaba del todo y de que su constante enfado había enmascarado el dolor que sintió por la traición de su pareja. El enfado suponía para ella una emoción más sencilla de expresar, pero en cambio experimentaba mucha incomodidad con la tristeza.

La paciente va ordenando sus sentimientos, a la vez que se da cuenta de que no son peligrosos, sino que tan sólo la informan de lo que para ella es importante.

El terapeuta propone, pasado un tiempo, una sesión conjunta con su pareja buscando fomentar una comunicación honesta.

Cuando las dos partes conectan con sus sentimientos más profundos pueden entenderse mejor y dejar a un lado rencores para ver la herida de la otra persona y la necesidad que hay debajo: “Te mentí porque tenía mucho miedo a perderte, eso me nubló y no supe gestionar la situación” o “cuando me mentiste sentí que ya no podía confiar en ti, me sentí triste y sola porque tú siempre habías sido un soporte para mi”.

Una vez dejadas de lado las defensas y haber conectado con lo nuclear, pueden ver qué soluciones hay, mientras que antes solo se enredaban entre enfado y enfado. Las soluciones podrían venir por restaurar la confianza, por fomentar la honestidad entre ambos o incluso por romper la relación si finalmente ya no queda lo suficiente como para luchar por ella.

La responsabilidad como actitud principal en la Terapia Gestalt

El paciente es el que tiene la responsabilidad sobre su vida. La terapia le ayuda a conocerse, a abrir los ojos y a calibrar las consecuencias de elegir un camino u otro, siendo él quien pone en marcha los cambios. Para ello tendrá que disfrutar de las cosas buenas que traen sus decisiones pero también deberá digerir las consecuencias negativas que pudieran aparecer.

La última parte es la más complicada y la que suele bloquear a las personas para realizar cambios, ya que hay consecuencias difíciles de asumir (por ejemplo: vivir el rechazo de alguien al que aprecias, generar un conflicto que derive en un distanciamiento, que una relación se rompa, etc.).

Estas consecuencias se exageran y magnifican en numerosas ocasiones, pero por mínima que sea la posibilidad suelen ser posibles y la persona no quiere asumir ese riesgo.

Si más allá del miedo a perder algo, se encuentra una necesidad o deseo, suele valer la pena arriesgar, porque salga bien o salga mal, normalmente uno no se arrepiente de hacer algo en lo que creía. Más bien, suele arrepentirse de dejar de hacer algo por miedo.

Influencias de la Terapia Gestalt

Como toda corriente ideológica, la Gestalt tiene influencia de diferentes enfoques, los principales desde mi punto de vista es la filosofía existencial, la fenomenología y el budismo Zen.

La primera está encaminada en el análisis de las potencialidades que son inherentes a la persona; no se basa en observar al hombre, sino las condiciones en el que vive. La fenomenología se refiere a la descripción de lo obvio, lo que está pasando, dicho de otra manera, la experiencia inmediata.

En Terapia Gestalt trabajamos con las emociones y con las sensaciones, cuando el terapeuta refleja –o describe- al paciente , le ayuda a observar aspectos de su persona que tal vez no eran tan visibles para él. Las sensaciones que se viven están cargadas de emociones y sentimientos que al describirlos o ponerles un nombre, ayudan a abordar lo que se está viviendo en el momento de la terapia. Finalmente, el budismo Zen, el cual es una de las escuelas budistas, a través de la meditación busca alcanzar la sabiduría más allá de lo racional.

La Gestalt es un enfoque integrado por diferentes visiones, que enriquecen por una parte la percepción o el abordaje a nuestra propia realidad; y por la otra, el trabajo terapéutico, para ayudar al paciente a potencializar su ser a partir de sus recursos. Este enfoque tiene diversos conceptos y técnicas de intervención terapéutica, por este momento, voy a citar dos de ellos: el aquí y el ahora, y el darse cuenta.

El «Aquí y Ahora» en la Terapia Gestalt

La frase “Aquí y ahora” se ha usado últimamente con más frecuencia en el vocabulario terapéutico, y ésta es uno de los principios clave de la Gestalt: Vivir en el aquí y el ahora. Y es un fundamento valiosísimo que nos da este enfoque, sin embargo, a pesar de tener un trasfondo sumamente importante y profundo, suele ser complicado lograrlo y llevarlo a cabo.

Esto puede ser por la dificultad de romper la creencia de que no sólo está el presente, pues también hay un pasado que nos recuerda experiencias y un futuro que anhelamos alcanzar de la mejor manera posible. A pesar de que ambos tiempos están en algún lugar de nuestra mente –en forma de recuerdo y añoranza- la realidad es que el pasado sólo existe cuando alguno de sus elementos se manifiesta en nuestra realidad presente; mientras que para la Gestalt, el futuro es irreal, aún no llega.

Es por ésta razón que sólo el presente, lo que estamos viviendo en este instante, mientras yo escribo éstas líneas y mientras tú las lees, es lo que realmente importa.

El «Darse Cuenta» en la Terapia Gestalt

Otro concepto importante, -y que también me parece maravilloso- es el awareness, o darse cuenta, el cual no es otra cosa que estar en contacto. Tiene una fuerte relación con el aquí y el ahora, porque no podremos contemplar la experiencia que vivimos en el hoy, si nuestra atención está enfocada en lo que hicimos ayer, o en el plan que tengo para el fin de semana. De ésta manera, toda la riqueza de lo que pasa en frente de nosotros en este momento, se pierde y por ende, no podemos establecer contacto alguno con nuestro ahora.

El awareness es estar en contacto de manera espontánea y genuina con lo que somos y sentimos, en el aquí y el ahora. Suena increíble ¿no? Sin embargo, una vez más, para llegar a ese contacto tenemos que entrenar nuestros sentidos y estar abiertos a la experiencia inmediata.

Vivimos en un mundo que exige planeación, pensar a futuro; tener un plan de vida, saber qué quieres estudiar, si quieres casarte o no, cuántos hijos tendrás… En qué te gustaría trabajar y a qué edad comprarás tu casa. Siempre viendo hacia una realidad que todavía no está presente, y tampoco está en el ahora. No estamos acostumbrados a disfrutar del momento en el que estamos.

Esto me recuerda a un artículo que leí hace unos días, la autora mencionaba unarealidad utópica, compartiendo la idea de que siempre estamos deseando más, y más.. y más, incluso cuando alcanzamos una meta, querremos otra más. Y no digo que eso esté mal, ¡Por supuesto que no!, es algo admirable – y de coraje- tener deseos, expectativas y luchar por alcanzarlo; me parece un estilo de vida magnífico.

El problema creo que es tener la vista sólo hacia aquella dirección, esa en la que la atención sólo está en tiempo adelante, y lo que estamos haciendo ahora, todo el esfuerzo, trabajo, aciertos y errores que hacemos para llegar a aquel punto, no lo disfrutemos. Ahí es cuando creo que podemos poner aún más atención.

La idea no es hacer de éste artículo una clase de Terapia Gestalt, me basta con compartir la maravilla de este enfoque y manera de percibir y experimentar la vida. En medida en que estemos en el aquí y el ahora y tengamos la apertura de la experiencia, podremos entonces, descubrir nuestro potencial y reconocer la responsabilidad que tenemos que los diversos ciclos de experiencia que vivimos a lo largo de nuestra vida.

Aintzane Goikoetxea
Psicóloga Sanitaria especializada en Terapia Gestalt.