Una vida sedentaria y una mala nutrición aumentan el riesgo de las personas a sufrir un deterioro cognitivo o demencia en la etapa final de sus vidas, debido a que son factores que aceleran la muerte de las células cerebrales.
El efecto protector del ejercicio físico y la dieta sobre la salud mental, ya era materia de estudio, sin embargo, una reciente investigación ha permitido encontrar una relación directa luego de un seguimiento a pacientes durante 12 años.
Se trata del trabajo del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia (IoPPN) del King’s College de Londres, que determinó que la falta de ejercicio físico y la desnutrición afectan la generación de nuevas células cerebrales (neurogénesis del hipocampo).
El hallazgo preliminar se consiguió con el seguimiento cuidadoso de 418 ciudadanos franceses mayores de 65 años durante 12 años y antes de los primeros diagnósticos de demencia u otras afecciones cognitivas.
Con monitoreos y tomas de muestras de sangre cada dos o tres años, los científicos identificaron la aparición de los primeros biomarcadores en el organismo que alertaban del deterioro mental en los pacientes que estaban diferenciados por su estilo de vida, alimentación y zona de residencia.
Otro hallazgo del estudio es que los niveles óptimos de vitaminas mantienen sano el cerebro y el metabolismo, en especial con la vitamina D, cuya presencia está asociada con la velocidad con la que mueren las células. Algo similar sucede con la falta de carotenoides y lípidos.
Además de una exposición moderada al sol, la deficiencia de vitamina D se cubre con el consumo de pescados grasos, mariscos y palta.
Los carotenoides es un antioxidante que se encuentra en el pigmento natural de los alimentos como la zanahoria, mientras que los lípidos están presentes en la yema del huevo, frutos secos, salmón, trucha, aceite de oliva y otros.
En esa línea una dieta balanceada aportará los nutrientes necesarios, no solo para fortalecer nuestro sistema inmunológico, sino también para evitar un deterioro cognitivo.
Sobre la actividad física, la Organización Mundial de la Salud recomienda entre 150 a 300 minutos de ejercicio de un nivel moderado en el caso de los adultos para disminuir los riesgos de sufrir de alguna enfermedad por el sedentarismo.
Esto no requiere una rutina de ejercicios específica, sino solo mantenerse en movimiento con actividades como lavar el carro, ir de compras, subir escaleras, cocinar o montar en bicicleta en los ratos libres.
Según los investigadores estos hallazgos son la puerta de ingreso al problema de fondo, sin embargo, permiten planificar tratamientos enfocados en promover el estilo de vida saludable como la mejor vacuna ante cualquier enfermedad física o mental.