Síndrome de la memoria falsa: ¿Es posible tener falsos recuerdos?

¿Crees que podemos recordar haber viajado a un país que nunca hemos visitado? O quizás puede que hayas tenido la sensación en alguna ocasión de haberte encontrado con alguien a quién crees conocer o haber visto antes, pero no sabes dónde ni cómo.

Reflexionando sobre las capacidades del ser humano, hemos de admitir que nuestra especie se caracteriza por tener una buena memoria, la cual es una de nuestras funciones cognitivas superiores principales y motivo de estudio a lo largo de la historia de la psicología por su complejidad.

Tenemos la capacidad de recordar acontecimientos que han sucedido al igual que los olvidamos, pero, ¿es posible recordar acontecimientos que nunca sucedieron? Esta curiosidad de la memoria se explica a través del síndrome de la memoria falsa que vamos a ver a continuación.

¿Qué es el síndrome de la memoria falsa?

El síndrome de la memoria falsa (FMS, False Memory Syndrome) o falso recuerdo, es un concepto que define una condición psicológica en la cual un individuo expresa con firmeza la creencia de verse afectado por una experiencia emocional significativa que en realidad nunca sucedió.

Así, la persona evoca recuerdos del pasado, como un evento traumático de su niñez o adolescencia (menos frecuente en la etapa adulta), los cuales nunca ocurrieron. Dicho síndrome no ha sido validado por la comunidad científica internacional como un trastorno, sin embargo, refleja las fallas que puede sufrir el proceso tan complejo de la memoria.

Pongamos un ejemplo que pueda aclararnos el concepto:

Un hombre cuenta una historia de su niñez donde recuerda con todo detalle el momento en el cual se perdió entre el gentío de un gran centro comercial. Rememora perfectamente la angustia vivida en el momento por encontrarse desamparado y solo, la inquietud causada por no saber qué sería de él estando perdido y el alivio que sintió cuando lo encontró el guarda de seguridad.

Poco después sus padres pudieron encontrarle y finalmente todo concluyó en un angustioso momento con final feliz, al menos en su imaginación pues la realidad de la historia es que nunca ocurrió, a pesar de la narración increíblemente detallada del hombre.

Para él este recuerdo es completamente real; sin embargo, posteriormente tras el estudio de sus afirmaciones, se concluye como un caso de falsos recuerdos.

Ejemplos de falsos recuerdos

El concepto del falso recuerdo nos lleva a procesos más complejos. Durante la década de los 90, en Estados Unidos surgieron varios casos de personas que habían recuperado recuerdos de la infancia que creían haber olvidado hasta entonces.

Uno de los casos más sonados fue el caso legal de Beth Rutherford contra su padre, por supuesta violación e incesto:

La joven de 19 años que trabajaba como enfermera, acudió a un orientador para tratar el estrés que le provocaba el trabajo. Desde las primeras sesiones, el orientador le preguntó si recordaba haber sufrido abusos sexuales en su infancia, puesto que sus síntomas correspondían a ese perfil.

Ella respondió que no, pero la insistencia del consejero la llevó a cuestionarse si tal cosa podría ser posible. Comenzó entonces a tener pesadillas protagonizadas por su padre. Indudablemente, el terapeuta profundizó más sobre ello, viendo que eran recuerdos que empezaban a aflorar.

Los efectos de la terapia sobre el estado de la paciente fueron devastadores: su estado depresivo se profundizó, perdió peso de forma alarmante y empezó a consumir fármacos para poder dormir.

Tras dos años y medio de terapia, Beth acusó públicamente a su padre de haberla violado desde los siete a los catorce años, haberla torturado y haberla sometido a dos abortos por procedimientos sanguinarios para ocultar las consecuencias de las violaciones y maltrato, todo con la complicidad de la madre.

Tras un tiempo durante el cual el padre se negó a reconocerse culpable, las pruebas demostraron que toda la historia era falsa: él se había sometido a una vasectomía cuando ella tenía cuatro años, por lo que la historia de los embarazos era insostenible.

Tras un examen ginecológico exhaustivo, se demostró que Beth nunca estuvo embarazada y que todavía era virgen. Los Rutherford denunciaron al orientador y el asunto se saldó con una indemnización de un millón de dólares.

Fundación del síndrome de la memoria falsa

Debido a sucesivos casos similares al anterior, en 1992 se creó la Fundación del síndrome de la memoria falsa (False Memory Syndrome Foundation), con el fin de apoyar a personas inocentes que habían sido acusadas por delitos que no habían cometido, mayormente abusos sexuales infantiles, debido a que estos delitos formaban parte de la imaginación de la persona que recordaba dichos hechos, siendo recuerdos falsos.

En este sentido, la reconocida matemática y psicóloga Elisabeth Loftus, jugó un papel importante por sus reconocidos estudios y experimentos basados en el principio de que las memorias pueden ser alteradas por influencias externas.

Loftus estaba empezando a revelar nuevos aspectos sobre el funcionamiento de los procesos mentales, centrándose no sólo en el funcionamiento de la memoria, sino en sus fallas, a través del estudio de los llamados falsos recuerdos.

Dichos estudios tuvieron una importante aportación en el área de la criminología y la psicología social.

Junto a Loftus, otros psicólogos y psiquiatras (Pikerall, Gorman, Schacter, entre otros), demostraron mediante experimentos muy bien diseñados (fotografías trucadas, eventos imposibles, etc.) que se podía incorporar “recuerdos” que no habían ocurrido a un alto porcentaje de personas sanas y normales en grupos de jóvenes estudiantes o de profesionales.

De esta forma, el aporte de los descubrimientos llevados a cabo por Loftus fue determinante en el ámbito judicial, cuya clave señalaba que los recuerdos pueden ser distorsionados sin que nos demos cuenta y que, por lo tanto, la información de primera mano dada por testigos y víctimas no tiene por qué ser fiable.

¿Se pueden implantar falsos recuerdos?

Esta pregunta genera bastante controversia. Como sucede con otros asuntos, en este caso el debate está servido: Existen investigadores que defienden que sí es posible implantar falsos recuerdos, amparándose en el hecho de que efectivamente, es posible generar recuerdos de algo que nunca ha sucedido, bajo ciertas condiciones.

Sugieren que algunos recuerdos falsos se forman a través del “ensayo” o repeticiones de un evento: después de pensar  repetidamente y visualizar un evento, la persona puede comenzar a “recordar” éste como si hubiera pasado en realidad. Hay que considerar, por tanto, hasta qué punto pueden manipularse en realidad los recuerdos de las personas.

Por ello, decimos que existen dos tipos de falsos recuerdos: los recuerdos espontáneos y los recueros implantados.

Recuerdos espontáneos

Son los recuerdos que se generan como resultado del funcionamiento interno de la memoria y que surgen de forma libre pudiendo ser evocados involuntariamente por influencia ajena, o por medio de una petición de alguien externo para reportar con claridad algún hecho.

Recuerdos Implantados

Como ya hemos visto, los falsos recuerdos implantados resultan de la exposición de una persona a información falsa, incorporando dicha información de una forma coherente y lógica a los esquemas de sus conocimientos.

Hemos de tener en cuenta que nuestra memoria se reescribe constantemente para adaptarse a nuevas situaciones y experiencias. Cuando almacenamos elementos significativos de cada recuerdo o de un determinado suceso, nuestro cerebro debe reconstruir el resto y en este proceso cabe la posibilidad de crear recuerdos totalmente falsos distorsionados. Pero, ¿por qué sucede esto?.

Estados alterados de la consciencia

Las primeras hipótesis públicas sobre los falsos recuerdos fueron hechas por Sigmund Freud en el siglo XIX, quien propuso que un trauma reprimido y ocurrido en la infancia, daba origen a diferentes síntomas psicosomáticos posteriores.

Más adelante, Freud habla de estos recuerdos como una serie de fantasías en las que subyacen los eventos traumáticos y tiempo después, con el desarrollo de distintos enfoques psicoterapéuticos.

Gran parte de los acercamientos clínicos se basaron en la creencia de que existía un trauma reprimido y susceptible de ser recordado; las experiencias traumáticas de la infancia podían ser desveladas a través de distintas técnicas, como la hipnosis o la terapia individual clásica.

La hipnosis ha sido empleada durante mucho tiempo como técnica para ayudar a los pacientes a hablar con más libertad y sin inhibición sobre sus conflictos. No obstante, las personas bajo este estado de conciencia, son muy susceptibles de ser inducidas a recordar algo que realmente no ocurrió.

Extrañamente, podemos sentir como nuestros algunos recuerdos no vividos, pero que han sido implantados por otros como memoria inducida. Nuestras verdades en este sentido, son menos veraces de lo que creemos y lo que percibimos como real y vivido, en un intento de acomodarnos a la realidad.

Nos referimos a las creencias que tenemos sobre nosotros mismos, las cuales pueden ser verdaderas o falsas. Estas creencias comienzan a aparecer en algún momento convertidas en recuerdo y si dichas creencias son falsas, los recuerdos, por tanto, serán falsos.

¿Memoria o imaginación?

Sabemos que la información almacenada en nuestra memoria es susceptible de transformación. Es decir, podemos transformar un recuerdo modificando algunos detalles y olvidando otros.

Por ejemplo, a la hora de reconstruir el argumento de una historia que nos haya gustado mucho, como el de un libro, tendremos almacenadas las ideas generales de la misma y reconstruiremos detalladamente el resto, incorporando detalles que hayamos recreado en nuestra imaginación.

Existe la creencia popular de que nuestra memoria es como una máquina, como un disco duro donde se almacenan todos los recuerdos. Es verdad que quedan almacenados en la misma, pero a diferencia de cualquier máquina, nosotros podemos deformar constantemente esos recuerdos.

Manipular de manera consciente las representaciones mentales es una habilidad única de nuestro cerebro.

Gracias a esta destreza somos capaces de desarrollar creatividad y de utilizar la imaginación en multitud de tareas artísticas y cotidianas, las cuales requieren de la imaginación. Las  matemáticas, la música, la danza, las artes visuales, son tareas que requieren de un complejo trabajo por parte de nuestro cerebro.

Ante tal complejidad, diferentes investigadores se plantearon cuáles son las zonas del cerebro que interfieren a la hora de imaginar y según los propios científicos, parece ser que la imaginación no debería estar localizada en un único punto de nuestro cerebro, sino más bien es el producto de una compleja actividad de nuestras redes neuronales, de forma que existen distintos espacios mentales donde se crea y trabaja la imaginación, considerándose por ello como uno de los procesos mentales más complejos y sin embargo, más característicos de la especie humana.

Cada recuerdo almacenado en nuestra memoria, ha sido codificado en su momento con experiencias previas, un estado cognitivo y una carga concreta en cuanto a sensaciones y emociones.

Si accedemos a ese recuerdo, podremos rememorarlo e incluso residualmente profundizar en sus emociones, aunque la transcripción final dependerá del estado en el que nos encontremos en ese preciso momento en que lo rememoramos.

Así parece quedar claro que la base de los falsos recuerdos dependerá de la distorsión a la que sometemos a nuestra memoria y de la interferencia y percepción de nuestra imaginación en su  interpretación posterior, pudiendo llegar incluso a crear recuerdos de un suceso o evento, el cual nunca existió.

Lo que no es cuestionable es la idea del beneficio de la duda: ¿Seremos capaces a partir de ahora de diferenciar si lo que nos están contando se ajusta o no a la realidad?

Natalia Céspedes Arjona
Terapeuta en Psicología Integrativa y conductora en procesos emocionales.