La delgada línea entre el póker y la psicología

Aunque a veces englobemos los juegos de cartas como el póker en el gran mundo del azar, los que lo practican saben bien que no es así. No sólo requieren técnica y estrategia, sino un sinfín de habilidades y capacidades adheridas a la propia persona.

El debate entre si el póker es considerado un deporte, como lo es el ajedrez, está abierto desde hace muchos años, sin llegar a ninguna conclusión de consenso entre las partes a favor y contrarias.

En cualquier caso, independientemente de si se considera deporte o no, está claro que, como en éste, entran en juego aspectos de la psicología. El primero, podemos decir que es el de la motivación, si se juega sólo por socializar con el único fin de divertirse, o si se juega por decisión firme orientada a convertirse en un jugador profesional. Es en este segundo perfil donde merece la pena pararse a reflexionar qué aspectos de la personalidad y habilidades entran en juego en cada mano de cartas. 

El equilibrio emocional es básico, por varios motivos. Para empezar, hay que tener en consideración que, aunque parezca que se tiene el control, no es así. Desde el momento en el que un jugador se sienta a la mesa, juega con otras personas, por lo que el valor de sus cartas dependerá del de las cartas de los demás, así como de otros factores aleatorios que interfieren en las partidas y que hacen que, cada jugador, tome una decisión distinta a otra, por lo que no hay que pretender querer abarcarlo todo.

Lo que se escapa del control del jugador, se sustituye por la empatía, será ésta quien le ayude a intuir las cartas del adversario, a través del lenguaje no verbal, las miradas, los movimientos de las manos o un minúsculo e inapreciable arqueo de cejas. Otros juegos además del póker han ido demostrando este hecho.

La empatía, que consiste en ponerse en el lugar del otro, es uno de los aspectos más importantes de la personalidad, nos facilita relacionarnos con los demás en todos los ámbitos de la vida, se desarrolla desde pequeños, a través de la comunicación emocional, la capacidad de escuchar y comprender sin prejuicios y mantener viva la curiosidad y las ganas de descubrir y sorprenderse. Probablemente, aquellos que tengan un mayor nivel de empatía, percibirán más detalles durante las partidas o, al menos, con menor esfuerzo. 

Y, otro aspecto que no se puede olvidar es la frustración. Como en cualquier juego, hay que saber perder y hay que saber ganar. Si en una mano no ha ido bien, el jugador tiene que conseguir mantenerse tranquilo, sin entrar en una espiral de negatividad, sin ser agresivo o querer autoboicotearse jugando de manera distinta a lo que haría normalmente hasta entrar en tilt.

Si bien, “Tilt” viene del póker, observamos cómo, en otras lenguas como el italiano, va adoptada en la vida cotidiana, “andare/essere in tilt” sería como un estoy confusa/o o desquiciado/a, generalmente por algo que ha sucedido.

Empatía, querer tener todo bajo control, o la gestión de la frustración son aspectos de la psicología y de la conducta de las personas que se sientan a la mesa en una partida de cartas, por lo que es muy importante trabajar para conseguir un gran equilibrio emocional. 

Fuente de la Imagen: Marta Pano / Pixabay

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