Seguro que en algún momento has oído a alguien decir “tienes el síndrome de Peter Pan”, pero ¿realmente te has parado a pensar en qué consiste este síndrome tan conocido en nuestro mundo actual?
El síndrome de Peter Pan
El síndrome de Peter Pan se caracteriza por la inmadurez emocional. Se trata de personas que renuncian a la madurez por la eterna y deseada juventud; se sienten niños, viven como niños y quieren que se les entienda como niños.
No es una adolescencia tardía que tarde o temprano desaparecerá, sino que se trata de un trauma que bloquea la madurez emocional del niño y se convierte en una patología en el adulto.
Generalmente son personas narcisistas, egocéntricas, rebeldes, que eluden sus responsabilidades echando las culpas a los demás y huyendo del compromiso. En un primer contacto, irradian auténtico bienestar, pero debajo de esa fachada de seguridad, de felicidad constante y de ser “el alma de todas las fiestas”, se esconden personas inseguras y con una gran dependencia emocional.
No hay una edad específica, ya que nos podemos encontrar con personas de 30, 40, 50… En el terreno sentimental, suelen tener relaciones superficiales y generalmente poco estables, son hedonistas, buscan su placer constantemente. Su lema en la vida es “Carpe Diem”, su estado se traduce en una “dulce tentación entre el País de Nunca Jamás y el Mundo Real”.
El síndrome de Peter Pan, conlleva alteraciones emocionales y conductuales. A nivel emocional, son muy frecuentes los estados de ansiedad y de tristeza, pudiendo desarrollar estados depresivos si no son tratados por un profesional.
Al mismo tiempo, son personas con una baja autoestima; ya que se sienten poco realizados y el no asumir responsabilidades provoca que ni disfruten de los retos ni los consigan; con lo cual se convierte en un círculo vicioso de frustración. Muchas veces, para evitar estos sentimientos de frustración y de culpa, buscan estímulos que les resulten tan atractivos, que por momentos pueden hacerles evadirse de su realidad; pero pasado un tiempo también se cansan de este tipo de “diversiones”. Son personalidades que buscan “emociones fuertes” de manera constante.
Aunque es más característico en los hombres, también se da en mujeres, aunque en menor número. Pero, también tenemos que resaltar que SIEMPRE detrás de un Peter Pan, hay una Wendy que potencia este Peter Pan.
El síndrome de Wendy
Esto nos lleva a describir a grandes rasgos lo que implica ser una Wendy. Frecuentemente, son mujeres con un exceso de preocupación por el bienestar de los demás, viven por y para cuidar y/o proteger al otro. Son las llamadas “madres de sus parejas”
Estas conductas van acompañadas de sentimientos de inseguridad, inferioridad, miedo al rechazo o al abandono, y esto hace que lo perdonen y lo justifiquen todo. Se convierten en madre y esposa, y justifican la informalidad de sus parejas.
Para que el síndrome de Wendy sea auténtico, es necesaria la presencia del miedo al abandono.
Después de observar a personas con este tipo de patología, me hice la siguiente pregunta ¿estará relacionado el estilo de apego y crianza en la infancia con el desarrollo de estos patrones? Pues la respuesta es alta y clara: SÍ.
Este síndrome, se debe a varios factores como rasgos de personalidad, estilo educativo, estilo de afrontamiento de los problemas… El Síndrome de Peter Pan, mucho tiene que ver con la infancia, y es que un Peter Pan que haya tenido una infancia feliz, la suele idealizar y busca la manera de inmortalizar esas sensaciones, viviendo una infancia constante. Pero, de la misma manera, aquel que no haya tenido un estilo afectivo en su infancia, buscará la infancia que no tuvo.
¿Cómo podemos prevenir este tipo de síndromes?
Como padres, tenemos la responsabilidad de prevenir a nuestros hijos de muchos peligros, pero a veces, nosotros formamos parte de ese peligro. El Síndrome de Peter Pan, tiene que ver con el estilo educativo ofrecido en la infancia, por ello no podemos brindar a nuestros hijos la imagen de un mundo ideal sin problemas, el mundo de nunca jamás, porque estaremos creando futuros Peter Pan.
Los niños deben aprender a asumir sus propias responsabilidades, a crecer con tolerancia a la frustración… y no con campanillas, polvos mágicos o hadas. Pero cuidado, todo en su justa medida. Ya que un estilo educativo hostil, con ausencia de afectividad también potencia la aparición de este síndrome.
“Los niños que crecen envueltos en afecto, sonríen más y son más amables. Generalmente, son más equilibrados” (Dalai Lama)