Ante un reto, proyecto, entrevista, despido, ruptura sentimental… respondemos de manera diferente. Podemos escoger cómo afrontar las circunstancias, al menos sobre eso siempre tenemos control. Somos un cúmulo de aptitud y actitud.
La actitud se refiere a la manera en que enfrentamos las cosas, no solamente las dificultades, también las cosas cotidianas de la vida: el trabajo, el matrimonio, la escuela, etc. Es nuestro modo de ver el mundo.
La aptitud, por otra parte, se refiere a las habilidades y conocimientos que vamos adquiriendo y desarrollando con el paso del tiempo.
Una actitud positiva es el secreto para generar aptitudes. La actitud correcta nos permite aprender y nos hace seres adaptables. Desde este punto de vista es la actitud lo que marca la diferencia. No siempre somos conscientes de la actitud que tenemos.
Toda actitud incluye cuatro componentes:
- Un aspecto cognitivo: creencias y opiniones hacia diferentes objetos o situaciones. Información que el sujeto adquiere en el medio social.
- Un aspecto afectivo: Las creencias y opiniones poseen componentes afectivos que generan atracción o rechazo.
- Un aspecto normativo: como “debe” el sujeto comportarse ante determinada situación u objeto.
- Un aspecto comportamental: En una situación específica estas creencias, opiniones, sentimientos y normas se traducen en acción.
«Del mismo modo que no todas las bombillas brillan con la misma potencia ni con el mismo tipo de luz, no todas las personas transmiten las mismas sensaciones. Así, mientras que unas proyectan un poderoso haz otras no llegan a iluminar con la intensidad suficiente como para ver o directamente están fundidas.»Víctor Küppers.
La importancia de reflexionar en el origen de nuestra actitud radica en que en la medida que tengamos conocimiento de nuestra formación intelectual y emocional, tendremos la capacidad de autoanalizarnos y desarrollar estrategias adecuadas para una buena actitud ante la vida independientemente de las circunstancias que estemos viviendo:
1. Observa tu actitud. El proceso de ejercitación comienza con una mirada permanente, consciente y muy atenta de tu actitud en cada momento, ¿con qué ánimo amaneciste hoy? Detecta tus emociones, los mensajes de tu cuerpo, el ritmo de la respiración.
2. Cambia tu actitud en cosas pequeñas. Practica con hechos cotidianos sencillos que usualmente te alterarían. Esfuérzate por poner tu mirada en aspectos positivos de ellos, o bien, de quitarles el drama propio de la negatividad.
3. Determina escenarios alternativos.Otra herramienta es que por cada desafío de tu actitud, plantees al menos tres soluciones, por insólitas que te parezcan.
El cerebro racional (hemisferio izquierdo) hará lo posible por mantenerte en esa actitud; y el blando-emocional (derecho) te ayudará a sensibilizarte con lo que vives. Es desde aquí donde articularás pequeños ajustes en el rumbo de tus pensamientos y tus emociones, hacia lo positivo, para generar un estado interno diferente. Probablemente tome su tiempo hasta que lo hagas en forma natural.
4. No le des vida ni fuerza al pasado, asúmelo como lo que es: EXPERIENCIA.
5. Detente y observa. Esta técnica es muy poderosa. Se trata de no reaccionar de inmediato con la parte reptiliana del cerebro -el instinto primitivo-, sino de darse una tregua para observar la situación.
6. Analiza y cambia tu lenguaje. Todos los humanos mantenemos una autocharla interna inconsciente, donde los pensamientos buscan significados para todo lo que nos ocurre. Es así como le contamos a la mente e interpretamos nuestras emociones. Busca la mejor forma de manifestar todo lo que quieras y sientas, utilizando palabras que sumen, no que resten.
7. Evalúa, recapitula y avanza. Como cualquier proceso de autoconocimiento, estas herramientas funcionan sólo si las practicas lo suficiente. No basta con hacerlo un momento y abandonarlo.
En vez de insistir tanto en los conocimientos (muchos se olvidan) y en las habilidades (no todo es experiencia), deberíamos centrarnos en el fomento de la actitud en todos los aspectos de la vida ¿Qué pasaría si esa energía invisible recorriera con abundancia nuestra sociedad?
Ya lo decía Viktor Frankl, superviviente de los campos de exterminio, “al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas –la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino”.