Hemos pasado de una sociedad que prácticamente dictaminaba que la maternidad era un punto normativo en la vida de toda mujer.
Pero, ¿qué ocurre hoy? Parece que la maternidad hoy se encuentra teñida de exigencias, renuncias y mitos que acarrean que haya mujeres que, tras tomar la decisión consciente de ser madres o no, se encuentran embargadas por el miedo a la maternidad.
El miedo a ser madre no es extraño, aunque es uno de los tabús más de la maternidad. Se exterioriza poco, muy posiblemente por miedo a ser juzgada. Tener miedo a ser madre no es, ni mucho menos, sinónimo de «no lo quiero» o «seré una madre horrenda».
¿Es malo tener miedo a la maternidad?
El miedo forma parte de las cinco emociones básicas. Y como todas ellas, también tiene una función adaptativa. Por lo tanto no es negativa, aunque sí desagradable. En el caso del miedo podríamos decir que nos protege y alerta de un peligro real, desencadenando una respuesta determinada.
La respuesta normalmente es la huida o la negación. Nos invita a alejarnos de un estímulo al cuál no estamos preparados para afrontar. Pero, ¿y si sí lo estamos y este sentimiento nos paraliza?
La maternidad implica cambios a lo largo de la etapa de gestación y de crianza. Podríamos decir que de por vida. Y además los cambios hormonales de esta etapa, pueden afectar a la forma de percibir el momento que vive.
E incluso, siendo un bebé deseado puede que en el momento que nos enteramos, nos genere este sentimiento de miedo: «¿Lo haré bien? ¿Seré capaz? ¿Lo querré?». La contradicción y la duplicidad de sentimientos está asegurada.
¿Por qué sentimos miedo a la maternidad?
Desinformación
La desinformación es el mejor alimento para los miedos. Debemos normalizar cierto grado de desconocimiento, sobre todo si somos padres primerizos. Todo es nuevo. E incluso ya habiendo sido padres puede ser una experiencia completamente distinta.
Habituémonos a la situación: Bienvenido al resto de tu vida. La maternidad, esa carrera de fondo en el que cuando crees saber las respuestas, cambian las preguntas porque de tu mano va el crecimiento de otra persona, en distinta etapa evolutiva.
Normalicemos que no vamos a saber muchas de las cosas que nos pasen a partir de ahora. Debemos aprender a gestionar la incertidumbre. Pero cuanta más información tengamos, más empoderados nos sentiremos.
Centrándonos en el momento de la gestación, lo mejor es ser conscientes de los recursos de los que disponemos, y de los que no.
Hagamos un listado de los recursos que disponemos y otro de las dudas que tienes en este momento. Seguro que son inmensas. ¿Tienes los recursos a los que recurrir para satisfacer tus necesidades?
Por ejemplo, las dudas médicas suelen ser las más frecuentes. Lo mejor es acudir a unos buenos profesionales en los que sintamos confianza.
Momentos como el parto estan impregnados de prejuicios y estigmas inculcados desde nuestra infancia a través de nuestra cultura. Es más, cada vez más hospitales están adheridos a la concepción de «partos respetados» donde puedes «pactar» unas condiciones para ti, tu pareja y tu futuro bebé cuando llegue ese momento.
La información aumentará la sensación de control y disminuirá nuestro miedo.
¿Deseamos ser madres o lo dice la sociedad?
En primer lugar, debemos plantearnos si queremos vivir la maternidad. Es decir, un ejercicio de sinceridad con nosotras mismas. A veces, nos encontramos con casos (me centro en mujeres porque hablamos de maternidad, pero lo encontramos en ambos géneros) que no quieren pasar por esta situación. No tienen el deseo de ser madres o incluso, lo contrario, detestan la idea y se «disfraza» de un miedo a ser madre.
Como hemos dicho al inicio del artículo, no debe tomarse como una etapa normativa. A veces, sincerarnos con nosotras mismas o con nuestras parejas, o entorno nos lleva a paralizarnos y poner otro nombre.
La sociedad sigue mandando mensajes erróneos con los que puede ejercer presión. Pero no todas las personas disfrutamos de las mismas cosas ni deseamos vivir las mismas experiencias.
¿Son las mejores circunstancias?
En este caso, de nuevo, tenemos que valorar si se trata de la realidad o si es una valoración subjetiva que nos lleva a ver la objeción creada por nuestro miedo.
Debemos valorar si tenemos los recursos materiales o personales para que la experiencia de la maternidad sea más favorable. Si no es así, lo aconsejable sería estabilizar la situación y volver a valorar más tarde.
No se trata de tener una situación idílica pero sí un entorno seguro y confortable que sea un facilitador que nos permita disfrutar de la experiencia, no un estresor.
La maternidad en la actualidad
En estas líneas, me gustaría llevar al lector a una reflexión, ¿cómo de conectados estamos viviendo la maternidad/paternidad en la actualidad?
Nos autoexigimos muchas cosas y actividades porque la sociedad marca que eso es lo normal y queremos tener hijos normales, que hagan lo que hacen todos: los llevamos a actividades extraescolares (si tenemos más de uno, hacemos el encaje de bolillos para hacerlo.
Los apuntamos a clases de refuerzo para brindarle el mejor de los futuros, los dos trabajamos porque necesitamos facturar para hacer frente a nuestros gastos, los deberes, nos sentimos culpables si no disponemos de un menú elaborado o si no podemos agasajarles con todos los juguetes que piden.
En muchos casos me encuentro con padres hipervigilantes hacia el comportamiento de sus hijos y la preocupación excesiva ante cualquier mínimo desvío de la norma que lo buscamos en Google o, en el mejor de los casos, en los profesionales; y con necesidad de etiquetar a sus hijos.
Sometemos a nuestro cuerpo y mente (a veces también al de los niños) a un exceso en la demanda. Esto nos genera ansiedad pero, claro, «tengo que llegar, si la madre de Marta lo hace trabajando más horas, ¿por qué no puedo yo?».
Esto me genera culpabilidad si no llego, y nos ponemos en modo autoexigencia y, por defecto, vivimos instalados en la ansiedad. Nos pasa inadvertidad la ansiedad con la que convivimos. No somos conscientes. En algunas casos, nos hemos hecho «yonkis de ansiedad», por el despliegue de energía que nos permite llegar a la agenda marcada y al final del día.
Y si me entra un poco de sueño, me tomo un cuarto café para hacerlo, no interpreto las señales de mi cuerpo o ni siquiera las escuchamos. Y así, día tras día. Y ese despliegue de energía, no es gratis. Pagamos un alto coste.
Necesitamos parar. Parar para regenerarme y para generar un espacio de apertura en el que nos podamos expresar: nuestros hijos y nosotros. Generar ambientes de compartir, de ser y no solo de hacer.
Además, seamos conscientes del aprendizaje por modelado. Estoy ayudándole a crear su ser adulto. Y a veces, los adultos también estamos cansados y necesitamos parar. Somos responsables, pero enseñemosles también a ser responsables consigo mismos: a escucharse y a respetarse a ellos mismos.
Queremos un mundo de perfecciones, en un mundo por definición imperfecto e incierto.
A los que ya estáis en el camino o a los que acabáis de enteraros y sentís ese miedo a la meternindad del que hemos hablado. Posiblemente el mejor de los caminos es que el acabas de iniciar: escucharte a ti mismo, ser consciente de tu emoción y a partir, de ahí, gestionarla. Para cuidar, debemos cuidarnos.
No obstante, si la situación se alarga o el nivel de malestar que te provoca es elevado es conveniente consultar con profesionales que te ayuden a gestionar esas emociones. Seguro que tienes cerca a psicólogos cerca que estaremos encantados de ayudarte para que puedas vivir la situación lo más placentera posible.
La maternidad es un viaje, un regalo para vivirla, con los 5 sentidos.
Bibliografía:
Warner, J. (2006): «Una auténtica locura: la maternidad del Siglo XXI». Barcelona, España. Ediciones Península