Hace algunas semanas en las redes sociales, expuse una serie de pautas sobre cómo dormir a un bebé. Y sucedió lo que viene siendo habitual últimamente, aquello de blanco o negro; ¿Colecho o Estivill? Y voy a reflexionar sobre este tema que levanta tantas ampollas…
El colecho es una práctica habitual en muchas culturas, el niño comparte lecho durante el sueño con sus padres de forma natural.
Los autores/psicólogos/padres etc., partidarios de esta práctica que la denominan como “lo natural”, se amparan en estudios en los que se afirma que el colecho tiene los siguientes efectos en los niños:
- Refuerza el vínculo afectivo entre los padres y el niño.
- Disminuye la probabilidad del síndrome por muerte súbita.
- A nivel de conducta y personalidad los niños presentan: mejor comportamiento con sus maestros, menos rabietas, más felices, soportan mejor el estrés, más independientes, autoestima más alta, niveles más bajos de ansiedad, se muestran más optimistas y positivos.
Pero yo me pregunto, en estos estudios, ¿Cómo han sido capaces de aislar las variables, y de esta forma estar seguros de que el colecho es el responsable del optimismo, la positividad, autoestima alta, felicidad, resistencia al estrés…? particularmente pienso que no hay datos de investigaciones con garantías que me hagan pensar que el colecho es más positivo que dormir en tu propia cama.
Por supuesto, tampoco he encontrado evidencias de lo contrario. Es decir, yo no he encontrado datos de estudios serios que me sugieran o indiquen que es una práctica perjudicial que haya que cambiar o modificar en ningún sentido.
En nuestra cultura occidental la práctica del colecho al menos en los últimos siglos es poco habitual, para nosotros lo más frecuente siempre ha sido que el niño comparta habitación en sus primeros meses de vida, durmiendo en su cuna, para luego trasladarlo a su habitación y su cama. De hecho, algunas preguntas muy habituales en escuelas infantiles que hacen los padres son ¿Cuándo cambiar al niño a su propia habitación? ¿Cuándo pasarle de la cuna a la cama?
Con respecto a esta costumbre occidental, tengo que decir que tampoco han llegado a mis manos investigaciones con garantías que me hagan pensar que el dormir en tu cuna y en tu cama desde el nacimiento, lleve, induzca o favorezca cualquier tipo de alteración afectiva o emocional. De nuevo, no he encontrado datos de estudios serios que me sugieran o indiquen que es una práctica que haya que cambiar o modificar en ningún sentido.
¿Entonces qué hacemos? ¿colecho o Estivill?
Lo que tenemos que cambiar, desde mi punto de vista, no es esto, sino otras cosas… Paso a explicarme:
En la cultura occidental a la que pertenecemos, si ponemos a nuestro hijo en la cama y se queda tranquilo, conciliando el sueño solo y duerme plácidamente durante la noche, es poco frecuente que los padres nos planteemos la práctica del colecho.
El problema suele venir cuando lloran desconsoladamente, nos echan los brazos para que les saquemos de la cuna, vengan una y otra vez a nuestra cama… es entonces cuando buscamos una solución a esta situación.
Una solución sencilla, rápida y eficaz es que el niño haga lo que él desea, dormir con sus padres. Los niños utilizan el lloro funcional* para conseguir su objetivo (por supuesto aquí no estamos incluyendo situaciones especiales, como por ejemplo que el niño esté enfermo, tenga pesadillas o terrores nocturnos).
Si el niño llora para conseguir ir a la cama de los padres y los padres ceden en su requerimiento, la decisión no la estamos tomando libremente, no vamos a practicar el colecho porque consideremos que es lo mejor para nuestro hijo, en realidad lo hacemos para evitar que nuestro hijo llore, para que no tenga rabietas, para poder dormir y descansar…y desde mi punto de vista, ése es el error, pues estamos enseñando a nuestro hijo a conseguir sus objetivos a través del lloro y con conductas inadecuadas. Le estamos enseñando a manipularnos.
Yo opino que nuestra forma de dormir tiene que ser entendida dentro del contexto específico de cada cultura y de la naturaleza de las relaciones que tiene el niño con su entorno familiar. Por lo tanto, es probablemente cierto que ni el colecho ni el dormir a solas tengan una relación tan directa con el futuro comportamiento de un niño, como la tiene el propio entorno. De hecho, la disposición a la hora de dormir puede mejorar o agravar el tipo de relaciones que sostiene un niño durante el día. Así que, en lugar de indicar que cierto tipo de «forma de dormir» produce una personalidad específica, sería más acertado pensar que cada método forma parte de una manera de educar y que ésta manera de interactuar con el niño es la que condiciona su personalidad cuando sea adulto.
Es por ello que sugiero desde aquí, dejar de demonizar tanto el colecho como “dormir solo”, y mucho menos basar nuestra defensa y elección de una u otra “forma de dormir” en investigaciones que no tienen validez seria. Elegir una u otra opción depende solamente de nuestras preferencias y creencias* sobre lo que preferimos. Este enfrentamiento de estas dos posturas es absurdo, respetemos cada una de ellas y no hagamos afirmaciones sin base seria (como lo hacen numerosos artículos y libros).
En conclusión, la respuesta es sencilla: tú, como padre/madre decides como educar a tu hijo, tú decides si colecho o su cama, y lo que tú elijas es lo correcto. Ejerce tu derecho y obligación de educar y hazlo sin cuestionarte constantemente, que la duda no te acompañe perennemente a la hora de educar, sé valiente. Con un par.
¡Tú decides la forma de educar a tu hijo!
*Lloro funcional es aquel que el niño utiliza con un objetivo claro, conseguir un cambio en la conducta de otro para obtener aquello que queremos y que había sido negado, en este caso “irme a la cama de mis padres, que se queden conmigo en la cama…”
*Creencias: Una creencia es el sentimiento de certeza sobre algo. Es una afirmación personal que consideramos verdadera. Muchas personas tienden a pensar que sus creencias son universalmente ciertas y esperan que los demás las compartan. No se dan cuenta que el sistema de creencias y valores es algo exclusivamente personal y en muchos casos muy diferente del de los demás. Una creencia es una opinión discutible.