Centros de reforma para menores

En el año 2000 se promulgó en España la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, Reguladora de la Responsabilidad Penal de los Menores (LORRPM), actualmente en vigor. Los menores de 18 años que cometan un ilícito penal recogido en el Código Penal, se regirán por esta ley.

Esta misma ley, otorga a los menores “en conflicto social”, menores infractores, los mismos derechos constitucionales que a los adultos; ofrece la posibilidad de reparación extrajudicial a la víctima y, por primera vez, se enumeran las medidas que se pueden imponer a éstos. Se debe valorar especialmente el interés del menor, desde una orientación sancionadora, siempre que sea educativa.

La LORRPM incorpora la necesidad de una intervención de carácter educativo y reparador. Educativo porque la finalidad es la resocialización y la reinserción del menor infractor y reparador porque éste debe asumir responsablemente las consecuencias de sus actuaciones. El art. 7 de la LORRPM establece un elenco de medidas realmente variado y con un valor socioeducativo.

Vamos hablar de aquellas medidas privativas de libertad: internamiento en régimen cerrado, internamiento en régimen semiabierto, internamiento en régimen abierto y permanencia de fin de semana.

¿Dónde se cumplen dichas medidas? En centros de reforma (coloquialmente conocidos como reformatorio, o cárcel de menores). 

¿Qué es un centro de reforma?

Son instituciones que acogen a jóvenes que han cometido delitos o faltas entre los 14 y 18 años, lo que no va unido a que su salida de la institución sea en esta franja de edad, ya que dependerá del tiempo de medida impuesto.

Esto quiere decir que puede entrar una persona con 16 años por un delito grave y que su internamiento no finalice hasta los 20 años, por lo que permanecería  en el centro una vez llegada la mayoría de edad.

Los centros de reforma se encargan de la ejecución de las medidas de internamiento cautelar o firme, dictadas por los juzgados de menores y se rigen por los contenidos de la ley nombrada anteriormente.

El perfil del menor infractor ha variado mucho en los últimos años, pudiendo encontrarnos tanto con menores con problemas de integración social como otros procedentes de familias “normalizadas”, además de menores inmigrantes. 

Características de los menores infractores

En cuanto a las características psicosociales de los menores infractores se refiere, existe una tendencia generalizada a elaborar perfiles del delincuente juvenil, asumiendo que la mayor parte de este colectivo se ajusta a dicho perfil.

Pero, aunque pueden aparecer características comunes entre los menores infractores, esto no implica que nos estemos refiriendo a una muestra homogénea, en la actualidad se trata de una población heterogénea y variada.

Entre las características comunes nos encontramos con: abandono y fracaso escolar, carencia de estímulos educativo y socio afectivos, consumos de drogas, exceso de tiempo libre, falta de normas y limites así como una deficiente capacidad para la resolución de conflictos y gestión emocional.

Se puede afirmar que el mayor problema de estos menores es que no solucionan sus problemas interpersonales, por lo que se requiere un entrenamiento de reconocimiento del problema, que intenten definirlo, identificar los sentimientos y emociones que les surja a raíz de dicho problema, saber diferenciar los hechos ocurridos de las propias opiniones o a la de los demás, recopilar información sobre el problema, plantear y considerar las posibles soluciones, y por último, escoger la mejor solución y llevarla a cabo.

Teniendo esto de base y sin olvidar que el fin último de la ley es la reeducación y la reinserción social, los centros deben ofrecer un abanico amplio de actividades, enmarcadas estas en:

Actividad escolar reglada: conseguir el graduado, por ejemplo.

Actividades de  integración en el medio social: como se ha comentado anteriormente uno de los factores de riesgo es el exceso tiempo libre y el uso del mismo, con la finalidad de reducir sus efectos, los centros tienen un programa para organizar este tiempo e introducir al menor en actividades de ocio prosocial.

Actividades de integración familiar: una de las características más relevantes de la intervención con menores infractores es que generalmente se trata de familias con dificultades en diversas áreas (deficiencias educativas, dificultades para el establecimiento de límites relacionales, desestructuración familiar…).

De cara a potenciar los aspectos positivos y minimizar los factores negativos se ofrecen espacios para establecer pautas de intervención familiar, sanar relaciones, establecer vínculos…

Actividades de formación-integración laboral. Es fundamental dotar a las personas internas de las herramientas básicas para su desarrollo con la finalidad de la integración en el mundo laboral.  

Para esto se ofertan talleres prelaborales de enseñanza no reglada que posibilitan a los menores aumentar sus conocimientos en un área prelaboral específica, ampliando sus posibilidades de búsqueda de empleo futuras.

Programas de desinstitucionalización en los casos de medidas de larga duración.

Intervención psicoterapéutica individualizada/grupal: tras el ingreso se realiza una evaluación psicológica del menor destinada a la clarificación de las posibles dificultades, déficits o trastornos en esta esfera, los cuales serán objeto de intervención posterior y serán incluidos como objetivos a desarrollar en el programa individualizado.

De igual manera se proporciona atención psiquiátrica para aquellos casos en los, tras la valoración psicológica, se considere necesaria dicha intervención.

Una vez que el menor infractor ingresa en el centro de reforma, se le irá realizando la valoración pertinente, con la intervención del grupo de profesionales que trabajan en dicho centro: psicóloga, enfermera, psiquiatra y educador social, con la finalidad de aportar al joven herramientas para que su internamiento sea positivo y sus expectativas de futuro adaptativas.

Inicialmente el menor  suele mostrarte reservado y sobre todo desconfiado, pero según avanzan los días siente mayor necesidad de expresión emocional, cambios en su estado anímico, síndrome de abstinencia y en ocasiones sentimiento de culpa, siendo él quien busca el apoyo del equipo.

“Una tontería, yo solo quería dinero para marihuana, y no sé cómo paso acabe acuchillándole”

Esta puede ser una de las exposiciones más comunes que hacen los chicos en la primera sesión de terapia. Verbalizaciones con poco detalle, sin sentimiento de culpa, y múltiples excusas.

Poco a poco a ese relato se le une  algún atisbo responsabilidad “sí, sé que no tengo que salir con cuchillos, me hubiese ahorrado problemas”.

Y si avanzamos en la introspección y el feeling terapéutico el menor consigue expresarse desde la emoción, reconociendo carencias, fortalezas  y riesgos de su conducta.

Pudiendo desde aquí abordar los factores de mayor riesgo que determinan una posible conducta delictiva: la impulsividad, el escaso control de la ira, la búsqueda de nuevas experiencias, la consumición de drogas y un vínculo de apego poco saludable.

¿Cómo viven ellos esta experiencia?

He realizado esta pregunta a muchos de los chicos que pasan por reforma y en un porcentaje realmente alto, la respuesta varia de cuando la responden y el tiempo de medida que tienen (no lo viven igual si son 6meses o 3 años).

Las primeras semanas de internamiento la tristeza y la rabia invaden su día a día. La mayoría de ellos no han tenido normas ni se les ha exigido nada y de repente tienen un horario, unas normas, y se les exige un buen compartimento, y no solo eso tienen que obedecer a una persona que inicialmente no tiene ninguna relación vincular con ellos.

Están acostumbrados a pasar  mucho tiempo en la calle (las salidas al exterior dependen tanto de su comportamiento como de la medida judicial), a consumir cuando quieren (en reforma se permite tabaco si han cumplido los 18 años), a utilizar un lenguaje poco asertivo y a una resolución de conflicto poco adaptativa, costumbres no admitidas en el centro.

Por lo que la respuesta es clara “Esto es lo peor que me ha pasado en la vida” “esto no me va a servir para nada”,

A medida que avanza el tiempo, la tristeza y la rabia, van dando lugar a la aceptación, el cansancio y la reflexión, y su respuesta se torna más dubitativa “quizá necesitaba entrar aquí para parar” “aquí me hacéis caso fuera no tengo a nadie, no se esta tan mal, y me voy a sacar el graduado”.

Cuando el fin de la medida se acerca, los nervios, la incertidumbre y la duda se apoderan de los chicos, teniendo en ocasiones sus mayores conflictos tanto con compañeros como con educadores en las semanas previas del fin de la medida.

Es entonces cuando con una voz tímida y casi pareciendo que se le escapa de la boca, el adolecente dice “gracias” o por el contrario y casi siempre fruto del miedo a la vida exterior sus últimas palabras en el centro son más duras “estoy harto de talleres, normas, exigencias y prohibiciones, no quiero ni despedirme de la gente”.

Es evidente que la privación de libertad es una experiencia que deja marcas imborrables y entra a formar parte del carácter en formación del adolescente.

Sara D. Rodríguez
Licenciada en Psicología y Criminología.