Cuando se habla de principios éticos en psicología, sin duda la confidencialidad de los datos ofrecidos por el/los pacientes, resulta uno de los elementos que mayores implicaciones e importancia reviste en este marco.
La psicología como ciencia ha mantenido una máxima en cuanto a la defensa y la lucha por el estricto cumplimiento del principio de confidencialidad, influenciada por su objeto de estudio. Al constituir el sujeto y su conciencia el cuerpo de trabajo del psicólogo, la responsabilidad que demanda entonces su labor reviste una mayor complejidad e importancia.
Hoy en día los profesionales pueden actualizar sus conocimientos y las obligaciones que tiene esta bonita profesión por medio de posgrados en psicología, con el objetivo de proporcionar a estos pacientes la mejor atención posible.
El uso de información privada tiene un papel importante en todas las actividades científicas y de formación del psicólogo. A la confidencialidad se le debe brindar la máxima prioridad y autodeterminación posible: antes de utilizar la información personal o de su identificación con fines didácticos, los psicólogos deben obtener el consentimiento de la persona o una identidad en clave de la información.
El trabajo que se realiza en psicoterapia se encuentra estrechamente vinculado con el paciente, o más bien, depende casi exclusivamente de este. El mismo demanda de un elevado nivel de preparación del profesional no solo en las habilidades que posea para enfrentarse a la terapia en sí misma, sino también de un compromiso ético que le brinde la posibilidad al paciente de depositar absoluta confianza en el terapeuta para expresar las contrariedades que lo llevaron a la demanda de ayuda especializada.
El principio de confidencialidad
El principio de confidencialidad va aparejado al de intimidad, aun cuando ambos conceptos tengan significados diferentes. La confidencialidad no es solo un asunto de revelación de información. Este término designa la cualidad de los datos e informaciones reservados o secretos. Entre otros aspectos, se aplica a los datos del individuo que no deben o no pueden ser difundidos en público o transmitidos a terceros sin la aprobación del interesado.
La Real Academia de la Lengua Española define confidencial como lo que se hace o se dice en confianza o con seguridad recíproca entre dos o más personas y confidencialidad como la cualidad de confidencial.
De esta manera el psicoterapeuta tiene la libertad y el deber de calificar como confidencial cualquier documento o información que, a su juicio, influya directa o indirectamente en el adecuado funcionamiento y futuro restablecimiento del paciente en psicoterapia.
Al iniciarse una psicoterapia es sumamente importante que el psicólogo garantice, como deber orientado a hacer el bien, la confidencialidad de los antecedentes y datos ofrecidos por el paciente. Deberá preocuparse de manejarlos mediante procedimientos y métodos que los resguarden del conocimiento de personas no autorizadas y registrarlos de una forma tal que impida el acceso y el conocimiento de terceros a esa información para evitar un posible daño personal.
Entretanto la intimidad constituye el conjunto de pensamientos, percepciones, decisiones, comportamientos, conductas y actitudes. La ideología, la religión o las creencias, las tendencias personales que afectan a la vida sexual, determinados problemas de salud que deseamos mantener en total secreto. En la intimidad no existen fronteras definidas y cuenta con diferentes significados para distintas personas. Es la habilidad de un individuo o grupo de mantener sus vidas y actos personales fuera de la vista del público o de controlar el flujo de información sobre sí mismos.
Al mismo tiempo no debe reducirse la intimidad al hecho de no ser importunado por otros, a no ser conocidos en algunos aspectos por los demás, sino que abarca el derecho a controlar el uso que otros hagan de la información referente a un individuo determinado. La intimidad se pudiera resumir como una zona reservada, libre de mediaciones e intromisiones que rodea al individuo.
La parte interior que solamente cada uno conoce de sí mismo también es denominada como intimidad. Lo íntimo está protegido por el sentimiento del pudor. Por su parte, en la expresión de la intimidad se colocan en juego la capacidad de dar y la posibilidad de dialogar con otra intimidad diferente. La capacidad de dar consiste en entregar algo de la intimidad y lograr que otra persona lo reciba como propio.
Es en esta capacidad de dar, en la que se entrega algo íntimo, donde juega un papel importante la confidencialidad que se logre ganar la persona que recibe ese algo íntimo. En el caso de la psicoterapia, la dignidad del paciente y el éxito de la terapia en forma general se garantizará en la medida en que el terapeuta sea capaz de lograr mediante una labor éticamente profesional, que el paciente se sienta en un ambiente favorable para depositar los aspectos de su intimidad que lo puedan ayudar a la resolución futura y al menor corto plazo posible de su conflicto.
En psicoterapia gran parte del trabajo se mueve en el terreno de lo subjetivo: se trata de actitudes, espiritualidad, autodisciplina, sistema de valores y creencias. Cuando el terapeuta no confronta o revisa sus propios principios éticos, difícilmente lo podrá hacer con el paciente. Se espera que el terapeuta haga el esfuerzo de separar su sistema de creencias personales de la necesidad clínica del paciente.
Cuando se viola la confidencialidad en psicoterapia para pacientes adictos.
Violentar el principio de confidencialidad en una psicoterapia para pacientes adictos trae consigo consecuencias adversas y contrarias al objetivo de la terapia de rehabilitar y reinsertar al paciente en su medio social.
Los resultados pueden venir desde la desacreditación total o parcial del psicoterapeuta, así como de la institución que presta el servicio.
Los centros o lugares de tratamiento pasan por cambios en la calidad de sus servicios profesionales. Aunque se trabaje con un programa estructurado, el cómo se trabaje y el tratamiento que reciben los pacientes, tiene que ver con las personalidades y el liderazgo en la institución. Cuando hay periodos donde no existe una buena relación de equipo, el cuidado de los pacientes se debilita y con ello las posibilidades de éxito en el tratamiento. Es cuando toda una institución puede fallar éticamente porque ya no se puede proteger el bien del paciente.
Esta puede ser una de las causas que provoque la pérdida de confianza del paciente que esté recibiendo un tratamiento para rehabilitarse de alguna adicción. Sumamente grave para el prestigio de la institución y del personal que labora en la misma, pero más peligroso y delicado para el paciente que se da cuenta como ha sido ridiculizado por la persona en la cual en algún momento confió revelándole cierta y determinada información muy confidencial.
Otra de las secuelas que se deriva de la falta o pérdida de confianza en el profesional (psicoterapeuta) se centra en el conflicto que presentará el paciente a partir de ese momento para integrarse nuevamente a un tratamiento. Esto conlleva a nuevas recaídas y lo más probable a que nunca vuelva a retomar el proceso de rehabilitación, sin contar que esa experiencia es transmitida a otro grupo de adictos, personas en riesgo adictivo o sanas que no han estado en rehabilitación y a partir de este momento va a resultar poco probable que puedan insertarse en alguno.
La cadena de efectos debido a la violación de la confidencialidad se extiende de igual modo a la familia del paciente adicto que una vez estuvo bajo tratamiento. Al abandonar la terapéutica el individuo en poco tiempo vuelve a retornar al punto cero desde donde comenzó la terapia, o sea, recae nuevamente en la adicción. Esta recaída no solo afecta a quien la padece por conveniencia o gusto, sino también influye de manera directa en la familia causando efectos indeseables para todos los miembros de la misma que están en relación constante, directa o indirecta con el adicto.
Para la sociedad también hay efectos negativos devenidos de la transgresión de este principio ético de la psicoterapia que en ocasiones es subvalorado. El resultado es la adhesión de un individuo que en cierto momento actuó e influyó en el desorden público, estuvo ausente por un tiempo largo o efímero mientras estaba en tratamiento, pero al violentarse su integridad retoma la senda que le daba satisfacción y solución a sus problemas y no bienestar familiar ni social.
Debido a la diversidad de personalidades, resulta harto complejo el trabajo terapéutico del psicólogo. El mismo demanda de un elevado nivel de preparación profesional no solo en las habilidades que posea para preparar la terapia, sino también de un compromiso ético que le brinde la posibilidad al paciente de depositar absoluta confianza en él.
La confidencialidad constituye un aspecto vital en cualquier ámbito en el que las relaciones humanas vayan a desarrollarse, pero adquiere importancia cuando es tratada en el abordaje tanto psicoterapéutico como asistencial de las adicciones.
Los principios de intimidad y confidencialidad son necesarios, pero no suficientes para preservar la integridad del paciente. Es indispensable que la entereza moral del psicólogo respete los matices y las sutilezas del derecho del paciente a la confidencialidad.
Por tanto, el psicólogo debe ser una persona que tenga la virtud de la integridad, una persona que no solo acepte el respeto por la autonomía de otros como principio que lo conllevará a respetar su intimidad y confidencialidad, sino también una persona en la que se pueda confiar para que interprete su responsabilidad con la máxima sensibilidad moral.