Aparte de tener un trabajo a jornada completa también estudio, hago deporte e intento sacar adelante este blog. Para poder cumplir con todo necesito estructurarme, de lo contrario la mitad de las cosas se quedarían por el camino.
Sin embargo cuando surge cualquier tipo de problema o imprevisto en mi vida, dejo que todas las áreas que acabo de mencionar se vean afectadas de alguna manera. Con esta actitud permito que el problema aumente de tamaño y se extienda a ámbitos con los cuales no debería guardar ningún tipo de relación. Digamos que me cuesta «desconectar» de los problemas.
Para explicarlo mejor pondré un ejemplo ficticio pero posible: para quién no me conozca, me dedico a la publicidad y al márketing. Pongamos que tengo que preparar un material para una feria, y por diversos motivos el material no ha llegado a tiempo y mi gente tiene que asistir a la feria con las manos vacías. Sea responsabilidad directa o indirecta mía, esta situación me va a provocar una comedura de cabeza importante que va a derivar en una cefalea tensional durante todo ese día.
Como consecuencia cualquier actividad que tenga programada fuera del horario laboral, ya sea estudiar o hacer deporte, se va a ver afectada. Quizá para otra persona esto no sea importante, pero por suerte o por desgracia yo soy como soy. No estudiar si se acerca un examen o no hacer deporte si se acerca una competición me provoca malestar.
Y con este malestar lo único que estoy consiguiendo es darle un poder mucho mayor al problema que había surgido en el trabajo.
Con el tiempo estoy aprendiendo a desmontar este patrón de pensamiento y a dividir las parcelas de mi vida de tal manera que no se afecten mutuamente. Para ello he ido experimentando con tres estrategias que me están dando buenos resultados:
1. Actúa «como si»
Actuar como si no tuvieras ningún problema que te preocupe es la principal regla para ir desmontándolo. No te quedes tirado en el sofá comiéndote la cabeza y haciendo el problema más y más grande.
En lugar de eso sal a correr los 10 km que tenías planeados o levántate y ponte a estudiar ese tema que sigues teniendo pendiente. También puedes limpiar esas zonas de la casa que siempre procrastinas o llamar a algún amigo al que llevas tiempo sin ver. Si logras comenzar y acabar alguna de estas cosas comprobarás que tu problema ha disminuido de tamaño.
2. Haz algo superior
Por hacer algo superior me refiero a hacer algo un escalón por encima de lo que haces habitualmente. En un día normal puedo salir a correr durante 60 minutos o estudiar 1 tema. Sin embargo en un mal día trato de hacer algo por encima de estos números, como puede ser correr 90 minutos o estudiar 2 temas.
Es como decirle a tu cerebro «ok, has tenido un día de perros pero al menos vamos a hacer que haya servido para algo».
3. Mantén la preocupación a raya
Cuando tengas algún problema debes aprender a mantener la preocupación a raya y que el problema no invada todos tus pensamientos. De lo contrario ese esfuerzo mental que dedicas a volver una vez y otra sobre el problema lo único que hace es magnificarlo. Como consecuencia comienzas a experimentar ansiedad anticipatoria combinada con pensamientos e ideas irracionales acerca del problema. Y todo esto lo único que genera es más ansiedad.
Para salir de este círculo vicioso debes tratar de ponerte en la peor situación y preguntarte a ti mismo de forma racional y objetiva qué es lo peor que podría sucederte si no resuelves dicho problema. Comprobarás que la respuesta que obtengas estará muy alejada de tus peores miedos irracionales.
Si no logras tener esta conversación contigo mismo intenta compartir tu preocupación con una persona de tu circulo íntimo. A veces ésta es la mejor forma de conseguir un punto de vista objetivo.