Decía Machado que se hace camino al andar. Es cierto que teóricamente hoy estamos lejos de algunas actitudes socialmente generalizadas respecto a la consideración de las mujeres y lo que hoy llamamos actitudes antifeministas o machistas. Pero una cosa son los discursos y otra la realidad.
Salvo raras excepciones, hoy se admite la importancia de la igualdad entre hombres y mujeres y se afirma que no deben existir barreras ni techos de cristal para que las personas, independientemente de la raza, del sexo o de la orientación sexual, puedan conseguir esa igualdad.
Es un hecho que la sociedad española ha ido avanzando hacia esa igualdad a través de legislaciones que plantean políticas denominadas como acciones positivas o de discriminación positiva para garantizar esa aproximación a la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
En lo laboral, en lo económico, en lo profesional se ha avanzado, aunque seguimos estando lejos de esa meta sobre la igualdad. Aún perduran discursos e ideologías políticas, impulsados por hombres y mujeres que rechazan las medidas progresistas que intentan acercar las condiciones de vida de las mujeres a las condiciones de vida de los hombres.
Las banderas del feminismo no tienen el mismo valor y calado entre clases sociales, partidos políticos, iglesias o centros educativos. La premisa de “mérito y capacidad” como criterio para alcanzar la igualdad de oportunidades no deja de ser una forma de expresar que sigue vigente el predominio y plusvalor del hombre sobre la mujer, ya que partiendo de condiciones diferentes nunca se podrá alcanzar la igualdad de oportunidades.
Y hemos de ser claros, una sociedad democrática como la española no será verdaderamente democrática e igualitaria mientras social, política, económica o laboralmente la mujer esté en condiciones de desventaja social. Lo que para unos se “presupone” y no necesita de demostración, para otras es una carrera de demostraciones, de evidencias y de competiciones que requieren más esfuerzo y más inversión de energía.
La Agenda Social 2030 se marca en el objetivo 5 alcanzar a nivel mundial la igualdad de género, considerando que esta igualdad de género no solo es un derecho humano fundamental, sino que es uno de los fundamentos esenciales para construir un mundo pacífico, próspero y sostenible.
Igualmente, el objeto 10 centrado en reducir las desigualdades o el 4 en Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos, ponen de manifiesto que existen muchas diferencias y que a pesar de todas estas medidas y estos cambios sociales aún persisten actitudes que genera situaciones de violencia contra las mujeres.
Movimientos e iniciativas como el Me Too han contribuido a que se conozcan situaciones de abuso y las prácticas que algunas personas destacadas o reconocidas socialmente, aprovechándose de su situación de poder y de superioridad hayan atentado contra la intimidad de las mujeres y las reduzcan a meros objetos de posesión y propiedad.
No nos atrevemos a decir que esta sea una sociedad más violenta que en otras etapas de la historia, pero sí constatamos que la violencia contra la mujer sigue existiendo y fundamentándose en ideologías cuyas raíces se encuentran en el patriarcado, que sigue estando muy interiorizado en la sociedad.
Hoy se habla de los micro-machismos para referirse a estas actitudes aparentemente inocuas que intentan poner el ridículo al mundo de las mujeres.
Conversaciones en la intimidad, chistes entre pandillas y estereotipos sobre la mujer, acoso laboral y otras acciones, siguen reflejando y considerando a la mujer culpable de su situación de inferioridad, culpándola de las agresiones sexuales a las que se ven sometidas, culpables de las descalificaciones y de la inferioridad de oportunidades ante la vida y el trabajo.
Estos discursos no solo provienen del mundo masculino. También se dan actitudes semejantes entre determinados tipos de mujeres, fundamentalmente dentro de ideologías conservadoras y pertenecientes a clases sociales bien acomodadas.
Luchar desde dentro y luchar desde fuera son los dos frentes para ir avanzando en la erradicación de los micro-machismos. Cualquier actitud que vaya en contra de este respecto y atente contra la igualdad podemos decir que está avanzando y asentando los micro-machismos.
El feminismo es una actitud que no es exclusiva de las mujeres es simplemente reconocer la igualdad de género, la igualdad de oportunidades y el respeto a la diversidad. El acercamiento entre el feminismo y el machismo ha de darse desde el análisis y el cambio en la forma de pensar y actuar tanto de los hombres como de las mujeres.
Como señala Ivan Jablonka en su reciente obra “Hombres justos. Del patriarcado a las nuevas masculinidades”, solo en la media en que se haga una revisión de lo que significa el cambio en la forma de pensar, en el respeto y en las ventajas que reporta al hombre y a la sociedad ese cambio de forma de pensar y de hacer, estaremos en el mejor de los caminos para evitar esos micro-machismos que no son otra cosa que nuevas formas de violencia y de pretender seguir ejerciendo una dominación, negando el valor de la diversidad, la complementariedad y la igualdad.