Hoy, al sentarme frente a esta página, recuerdo un día en el que iba a dar comienzo una nueva etapa de mi vida, al menos yo lo consideraba así. Una etapa de mi vida que significaba la culminación del período de adolescencia, con ello la salida del instituto y tener que decidir por tanto un futuro; es decir una carrera universitaria que tras el trabajo continuado de años, me llevase a alcanzar la independencia que como todos sabemos es ley de vida.
No todo fue tan fácil, si es cierto que a pesar de que tenía las ideas muy claras, hubo que perseverar mucho para llegar a mi gran sueño; estudiar psicología. Quizás esto empezó como una cuestión meramente personal; un capricho, curiosidad por los diversos temas que englobaba… Pero no siempre todo sale a la primera, hay que perseverar mucho para conseguir los objetivos que uno realmente desea. Hoy en día, puedo decir orgullosa que me alegro mucho del camino por el que me llevó la vida; puesto que esas mismas complicaciones fueron las que me condujeron y acercaron a un colectivo realmente maravilloso como son las personas con discapacidad.
Es por eso, que lo que pretendo con las siguientes líneas, es contribuir con mi experiencia a cambiar un poquito la visión de todas aquellas personas que todavía por desgracia tienen ideas equivocadas y llenas de perjuicios acerca del colectivo de discapacidad.
Por otro lado, me gustaría que con este relato, todas las personas que tienen dudas sobre dedicar su vida a un trabajo encuadrado en el marco de lo social, ya sea trabajador social, psicopedagogo, integrador social… disiparan todas esas dudas; el desempeño de un trabajo así es algo totalmente gratificante, no sólo por el hecho de que la persona que lo realiza es consciente de que está ayudando a otras personas, sino porque el desempeño diario, el trato con los usuarios…Contribuyen a cambiar muchos aspectos y conductas que anteriormente consideramos acertadas; pero realmente no lo son y conviene mejorar; es decir dicho trabajo contribuye también al crecimiento personal.
Para finalizar esta breve introducción al tema diré solo una frase: El valor del ser humano va más allá de una cara bonita y una inteligencia perfecta; el verdadero valor del ser humano está en su corazón y este es igual para todos; nada nos diferencia.
A menudo, nos encontramos por la calle con personas en cierta forma diferentes a nosotros; la única diferencia que nuestros ojos aprecian a simple vista es que tienen un físico diferente, que se apoyan en muletas o bastón, que necesitan de una silla de ruedas para poder desplazarse, o que necesitan de una persona que les limpie de su boca la saliva que involuntariamente derraman; pero alguna vez nos preguntamos ¿qué es lo que sienten esas personas, cuando en ocasiones muchas miradas se centran en ellos?; realmente es difícil empatizar con eso, puesto que pensamos que estamos a salvo, que eso a nosotros no nos ha tocado vivirlo y damos gracias a Dios por permitirnos llevar la vida que tenemos hasta el momento; es ahí cuando simplemente somos fieles espectadores a una realidad que no nos pertenece; sin darnos cuenta e ignorando que nadie es dueño de su destino y que nunca se está a salvo al cien por cien.
Sin embargo muchas veces, la vida nos lleva por caminos que conducen directamente a personas con ciertas limitaciones; ya sean físicas, intelectuales o ambas; entonces te preguntas: ¿cómo tengo que hacerlo? ¿ cómo los trato? … En el caso de las personas que han estudiado una carrera de trabajo social o un ciclo dirigido a ese ámbito, suelen hacerse la pregunta: ¿y si no me acuerdo de todo lo que aprendí en los apuntes que me dieron mis profesores ?, ¿ qué características eran las típicas de este tipo de discapacidad? no; todo es mucho más fácil que eso; una vez que un usuario te mira a los ojos y te recibe con la mejor de sus sonrisas, a pesar de que eres alguien totalmente nuevo en su vida, a pesar de que no te conoce, que no sabe cómo eres… Aún así deposita toda su confianza en ti y te ofrece su cariño incondicional; te das cuenta que no hace falta haber estudiado mucho para poder tratarlos; es algo que simplemente sale sin necesidad de forzarlo.
Desde la experiencia como Técnico en Integración Social, puedo decir que la primera vez que llegué a esa fundación tenía miedo; pero no miedo a los usuarios, no; tenía miedo a mí misma , a no saber qué hacer si por ejemplo un usuario lloraba, si se peleaba con otro o si simplemente me contaba sus problemas; pero desde el primer momento en que entré a los talleres ocupacionales donde todos trabajaban y me miraron con una cara de admiración, una cara y una mirada con la que nadie me había mirado antes; me dedicaron su sonrisa al tiempo que me preguntaban mi nombre y qué hacía allí; mi sensación de nerviosismo aumentaba cada vez más, pero ya no era miedo, ahora era emoción, curiosidad… En fin, un cúmulo de sentimientos encontrados; pero eso sí, desde ese momento comprendí, que estaba en el lugar adecuado y que me encantaría trabajar con ellos.
Anteriormente a vivir esta experiencia única, yo también era de esas personas que a pesar de no juzgar, de no tener prejuicios en contra de ellos, si que estaba totalmente equivocada en muchos aspectos, que durante los seis meses de trabajo allí, me sirvieron mucho y me hicieron crecer como persona.
A menudo, todas las personas se quejan de la vida tan ajetreada que tienen; del estrés, del trabajo, de los problemas con los estudios… En fin, multitud de cosas que a priori no tienen la mayor importancia. Cuando trabajas con personas con discapacidad, te das cuenta, que para ellos esos problemas simplemente no existen, se dedican sólo y exclusivamente a vivir el día a día y a intentar ser felices; siendo plenamente conscientes de cuáles son sus limitaciones y aceptándose tal y como son.
¿Cuántas veces las personas nos aceptamos tal y como somos? Son muchos los fallos que nos encontramos: que si aumento de peso, que si no seré capaz de aprobar esta asignatura, cuándo mejorará la situación económica… Pero muy pocos damos gracias todos los días por ser como somos y tener lo que tenemos; sin embargo ellos sí; ellos agradecen por todo lo que tienen en cada momento, siempre tienen una sonrisa y rebosan de amor para dar y repartir.
Algo que llamó realmente mi atención, como he dicho en líneas anteriores, es la confianza y el afecto que demuestran estas personas. Normalmente, ya sea por decepciones o simplemente escarmientos, que desgraciadamente nos ha dado la vida, las personas no solemos depositar esa confianza en una persona desconocida; solemos ser rehacios y nos andamos con pies de plomo, antes de mostrarnos tal y como somos; no sabemos si eso será lo acertado o simplemente nos estaremos equivocando.
Como en todos los casos hay excepciones; de igual forma también hay usuarios que no aceptan su condición, piensan que si ellos hubieran hecho bien un examen, (entendido éste como el test de inteligencia y demás pruebas para diagnosticar el grado de discapacidad), no estarían en esa situación, podrían optar a muchas cosas más; como estudiar una carrera o poder optar a un trabajo normalizado. Es con ésos, con los que hay que trabajar, haciéndoles comprender que son mucho más de lo que un papel ha dicho; que el éxito que tendrán como personas a lo largo de la vida, vendrá dado por su perseverancia y la aceptación de su persona tal y como es; incluyendo eso plena conciencia de todas las limitaciones, aprendiendo a sacarlas todo el beneficio posible.
Aludiendo a esto, desde el punto de vista personal, recuerdo muchas de las situaciones que viví con ellos durante el tiempo que duró mi trabajo allí; puedo decir que cada momento significó algo muy importante para mí; es realmente gratificante, ver cómo las personas con discapacidad, se levantan todos los días con las energías renovadas para empezar de nuevo; intentando superarse y cumplir sus sueños que son muchos, igual de válidos como los que puede tener una persona sin discapacidad.
Trabajando con ellos, te das cuenta de que muchos sueñan con cosas que realmente son imposibles; como por ejemplo querer ser bombero, querer ser actriz; a priori son cosas que parecen imposibles; sueños que no se podrán hacer realidad, sin embargo, nunca se sabe, todo depende de la persona y del entusiasmo que muestre por conseguirlo.
Recuerdo el caso de un chico, que soñaba con ser bombero, con apagar fuegos y conducir un camión grande como los que salen en la tele; pues bien, un día fue programada una excursión al parque de bomberos de Alcorcón; tras una charla que el equipo de bomberos nos ofreció, se les indicó a los chicos que podían hacerse fotos en el camión, que además apagarían un fuego con la manguera para ver como se hacía; una vez que hicieran todo eso recibirían un diploma agradeciendo su participación. Lo realmente gratificante de haber realizado el acompañamiento en esta salida, fue para mí, ver como ese chico había cumplido ese día su sueño; había sido bombero por unos minutos, eso trajo consigo una sonrisa en la cara que era inconfundible, así, como la expresión de orgullo y satisfacción que tenía. Otro caso también que pude vivir, fue el de una chica que quería ser actriz; también pudo cumplir su sueño, gracias a un conocido de la entidad, la chica, pudo salir en el anuncio de lotería de navidad un año; era otra persona más la que había cumplido por un día su sueño, eso ya le bastaba para ser feliz y sentirse orgullosa.
Todo esto nos tendría que servir como ejemplo. Cuando a nosotros no nos sale una cosa a la primera, pensamos que ya está todo perdido, que simplemente es imposible; eso no es así; ejemplo de ello son las personas con discapacidad, que luchan y luchan para conseguir sus más grandes sueños y lo consiguen. Con todo esto, se concluye una vez más que no es sólo un colectivo al que hay que ayudar por sus limitaciones; esto nos demuestra, que de ellos se pueden aprender muchas otras cosas; por ejemplo la actitud de perseverancia y no rendirse nunca ante algo que creemos que nos merecemos.
Posiblemente esa última frase hubiera sido perfecta para cerrar este relato con broche de oro; sin embargo, hay mucho más que contar; vienen a mi cabeza muchos recuerdos de las navidades del año pasado, donde compartí con estas personas, multitud de momentos increíbles, momentos llenos de ilusión, de risas, de bromas… Pero lo más importante, es que en ese ambiente rodeada de todos ellos, se respiraba eso que todo el mundo dice que es navidad; un ambiente de paz, ilusión y mucha felicidad.
Eran muchas las actividades que estaban previstas para esos días; entre ellas había programada la celebración de un festival de navidad, en el que iban a participar todos aquellos que así lo deseasen. Recuerdo ese día, como si fuera ayer; fue algo increíble y puedo asegurar, que jamás había visto tanta ilusión en una persona; en este caso todos ellos estaban eufóricos, emocionados, nerviosos… No era para menos, eran muchas las personas que iban a ver su actuación; entre el público se encontrarían sus familiares y, ¿a quién no le gusta estar rodeado de los suyos en momentos tan especiales?; a todos nosotros nos gusta sentir el calor y la seguridad que da el saber que nuestros seres queridos, están cerca, más cuando queremos que se sientan orgullosos de nosotros y del trabajo que con tanta emoción hemos preparado; eso fue lo que les ocurría a ellos, estaban pletóricos de felicidad.
Finalmente, cuando el festival terminó, todos juntos felicitamos las fiestas y bailamos; sin duda alguna, fue uno de los días más bonitos y especiales para mí; al mismo tiempo se convertiría en algo imborrable en mi recuerdo.
Pero eso no fue todo, días más tarde, había prevista en la fundación una comida navideña para todos los usuarios y trabajadores del centro.
Algo que llamó realmente mi atención y me hizo plantearme muchas cosas, fue la ilusión y dedicación que cada uno de ellos, ponía en cuidar hasta el más mínimo detalle para que todo saliese perfecto.
Si nos ponemos a pensar, la mayoría de las personas, solemos ver la navidad como una época más del año; es más, para algunos son fechas de tristeza y de extrañar a personas que desgraciadamente ya no están; es por eso que sólo desean que pasen cuanto antes. Por otro lado, está el caso de los niños que esperan ansiosos, porque saben que vienen los Reyes Magos, Papá Noel; es decir, porque son conscientes de que es un tiempo de ilusión, villancicos y regalos.
Las personas con discapacidad, en estas fechas son como niños; niños felices e ilusionados que esperan ansiosos la llegada de Nochebuena, Nochevieja… Para cenar, cantar villancicos, comerse las uvas con sus seres queridos. Si bien es cierto, que no todos ellos pueden hacerlo; pues desgraciadamente hay familias que anteponen otras cosas antes de estar con sus hijos, hermanos… En fechas tan señaladas.
Recuerdo el caso de una chica que me dijo que todo era perfecto; le habían hecho muchos regalos sus compañeros, también había recibido muchas felicitaciones por parte de los monitores y educadores del centro; ese mismo día, había ido su madre a la fundación y le había regalado un libro y un reloj muy bonito que la chica quería desde hacía mucho, pero al mismo tiempo que le daba el regalo tan deseado para ella, le decía que el día de Nochevieja se iba a tener que quedar en la fundación; pues ella tenía un compromiso muy especial al que no podía faltar.
Cuando me enteré de esto porque me lo dijo la usuaria casi con lágrimas en los ojos me surgió una pregunta, ¿qué debería haber sido más importante para esa madre su compromiso o su propia hija?. Es muy triste pero no es el único caso, son muchas las personas que en fechas tan señaladas no pueden contar con sus familias, estas anteponen otras cosas antes de estar con ellos; si es cierto que no están solos, pues en el centro son muchas las personas que se esfuerzan por hacer que esa noche sea lo más parecido a una cena en familia para ellos; pero también es verdad, que como es normal, todas las personas que trabajan este día, están deseando de irse a su casa para compartir con los suyos; personalmente pienso que las personas con discapacidad son seres tan maravillosos que merecerían pasar una noche con personas que realmente quisieran estar con ellos porque así les nace, no simplemente porque forma parte de su trabajo.
Como conclusión a todo lo comentado anteriormente, desde el punto de vista personal, estoy segura que el mejor regalo que se puede recibir en navidad es el cariño y compañía de nuestros familiares, amigos… Y que ningún regalo por bonito y deseado que sea puede sustituir eso.
Deberíamos tener en cuenta, que los regalos van y vienen, que al fin y al cabo no dejan de ser cosas materiales; pero sin embargo, puede haber muchas personas que lo único que esperen de nosotros en días tan señalados como Nochevieja, sea nuestra compañía, cariño y un primer beso que abra el principio de un nuevo año.
Después de la navidad, era poco el tiempo que me quedaba dentro de esa fundación en la que había vivido tantas y tantas cosas que de alguna u otra forma me habían hecho mucho bien, tanto a nivel personal como profesional; pero como todo tiene un principio y un fin, en este caso ya se acercaba el final; ya sólo quedaba un mes para culminar mi trabajo allí; el simple hecho de pensar que ya no iba a estar con ellos todos los días, que otras personas iban a ocupar mi puesto; provocaba en mí sentimientos de tristeza; pero al mismo tiempo, estaba feliz, pues el simple hecho de terminar, significaba la culminación del período de prácticas; por consiguiente la obtención del título de Técnico en Integración Social; una profesión que amé desde el momento en que entré en esa fundación, que amo y que amaré siempre.
El último mes de trabajo allí, intenté aprovechar cada momento con ellos; en los descansos, en el aula, en los talleres… Fueron muchas las cosas que seguía aprendiendo.
Los días ya habían ido pasando casi sin darme cuenta, había llegado la última semana; esa última semana de Marzo que recuerdo como si fuera ayer intenté aprovecharla al máximo, hacer un recuento de todos los momentos que había podido vivir durante esos seis meses allí; de alguna manera, intentaba que todas esas experiencias y situaciones vividas quedarán adheridas por siempre en mi recuerdo.
El último día llegó, ese día, fue algo que jamás imaginé cuando entré por primera vez en esa fundación. Recuerdo que la última mañana, cuando hacía la ruta por las habitaciones para despertar a los usuarios, hubo un chico, que me dijo que pasara; me quería dar una cosa para que no me olvidase de él. Ese chico me dio una fotografía suya, al mismo tiempo me decía que habían sido meses maravillosos para él, que de mí había aprendido muchas cosas; que le había alegrado todos los días con mi hermosa sonrisa, que jamás me iba a olvidar.
Desde el momento en que escuché esas palabras, se puso un nudo en mi garganta y tuve que contener las lágrimas; lágrimas de emoción, tristeza, felicidad… Pues a todo el mundo nos gusta que nos digan lo especiales que somos en su vida; si mi trabajo había servido para hacer feliz a muchas personas, eso era lo más grande que había conseguido y, al mismo tiempo me hacía sentir orgullosa compensando con creces todo el esfuerzo que había supuesto para mí el estudiar durante años.
Pero eso no fue todo, cuando llegué a otra habitación, hubo otra chica que me recibió con un abrazo profundo y un beso lleno de cariño; al mismo tiempo que me daba una carta de despedida; esa carta todavía permanece en mi memoria, fueron palabras profundas las que había escritas, que me llegaron al corazón.
En la carta decía lo siguiente:
Querida Diana, ya llegó el día, pero quiero que sepas que nunca te olvidaremos, porque has sido muy importante para nosotros, porque nos has querido, nos ha hecho la vida más fácil, porque nos amas como ningún ser humano sabe. Ahora estarás con otras personas que también van a necesitar tu ayuda. Te recordaremos siempre y te llevaremos siempre en nuestro corazón de amigas. Que tengas mucha suerte en el camino que vas a emprender. Te queremos.
Esas palabras, las tengo guardadas en mi cabeza y en mi corazón, cada vez que vuelvo a leer la carta, me alegro más y más de haber podido compartir seis meses de mi vida, con personas tan sumamente maravillosas como el colectivo de discapacidad.
Para finalizar, diré que muchas veces creemos héroes a futbolistas, actores, jugadores de baloncesto, cantantes… Y les admiramos por ello; sin embargo todo este tiempo, me ha servido para comprender, que los verdaderos héroes son los que se encuentran en el silencio y en el anonimato, luchando por sus derechos y su felicidad y a los que sólo tienes el privilegio de conocer si tú lo decides.