Existe una conexión esencial en el ser humano entre su cuerpo y su mente. A lo largo de los años, el concepto “psicosomático” ha mantenido diferentes enfoques y la somatización ha generado un amplio abanico de controversias y dudas que aún a día de hoy, pueden llegar a ser difíciles de comprender.
Lo que sí es indiscutible es lo referente a la idea de que ciertos “factores psicológicos” influyen en el funcionamiento corporal y aquí es donde sí hablamos de consenso entre los diferentes enfoques de la ciencia, la medicina y la psicología, aunque con diferentes perspectivas, pero existentes a la hora en que los profesionales deben enfrentarse con fenómenos difíciles de explicar desde lo estrictamente físico o biológico.
La especialidad que tradicionalmente se ocupa de esto es la Medicina Psicosomática.
En esta ocasión, vamos a intentar aclarar algunos conceptos sobre la somatización y cómo pueden influir las emociones en la aparición de la enfermedad.
¿En qué consiste la somatización?
Como ya hemos indicado, el término “psicosomático” ha sido siempre y continúa siendo muy discutido por la ambigüedad del mismo, lo cual ha dado lugar a importantes malentendidos y a su vez a la búsqueda de las vías que conllevan a este término.
Dicho vocablo contiene los conceptos de “psique” y “soma”, o lo que es lo mismo, mente-cuerpo. De igual forma, la palabra “somatizar” (con raíces griegas) se compone de “soma” (cuerpo) y de “izein” (convertir en), de donde deducimos que somatizar podría definirse entonces como la transformación o conversión del proceso mental en síntomas físicos de forma involuntaria.
Cuántas veces no hemos acudido al médico sin que éste encuentre alguna patología asociada a nuestros síntomas (físicos, cansancio, dolor, etc.).
Nos realizan diferentes pruebas médicas pero no se llega a encontrar el origen identificable de nuestro malestar, aunque el dolor o dolencia continúa e incluso interfiere en la vida de la persona, tanto a nivel personal, como laboral o social. Aquí es entonces donde entraría la somatización.
¿Somatizamos a través de las emociones?
Sabemos que nuestra infancia y cómo la vivimos será determinante en el desarrollo posterior de nuestra conducta y personalidad e igualmente, las necesidades básicas no atendidas o insatisfechas pueden ocasionar diferentes tipos de trastornos a posteriori.
Si hablamos en términos de emociones, los daños emocionales recibidos en la infancia y vividos intensamente o prolongados en el tiempo, tendrán un impacto en nosotros a nivel emocional y consecuentemente, a nivel fisiológico.
Una herida emocional puede afectar a nuestro cuerpo de múltiples formas: problemas gástricos, dolores, síntomas neurológicos, problemas en las relaciones sexuales, órganos afectados, etc. Por tanto, la somatización sería el reflejo del dolor emocional “enquistado” o no procesado en nuestro cuerpo.
¿Cómo aparece entonces la somatización?
Son muchos los autores que nos hablan de la somatización y de esta relación entre cuerpo y mente.
Alice Miller, en “El cuerpo nunca miente”, hace un repaso por la biografía de personajes conocidos, analizando los daños que recibieron en sus infancias y cómo reflejaron sus cuerpos años después esas “dolencias emocionales” en distintas enfermedades.
Las emociones necesitan ser expresadas libremente, verbalizadas, de ninguna forma escondidas en lo más profundo de nuestro yo, aunque en ocasiones sucede que no encontramos respeto, comprensión o empatía al llevarlo a cabo y eso puede hacernos sentir solos, perdidos, confusos o desamparados.
El profesor de Psicología y Neurociencia de la Universidad de Colorado Boulder, Tor D. Wager, realizó un estudio en el que descubrió que las zonas cerebrales que se activan cuando sufrimos un dolor físico son las mismas que cuando experimentamos un dolor emocional: “Nuestro cerebro no sabe diferenciar entre un estado u otro, más bien le importa la intensidad de lo vivido y el sufrimiento resultante”.
Parece ser que un estado de estrés continuado, largos periodos de ansiedad pronunciada o problemas emocionales persistentes con una pobre gestión emocional, son la causa que conlleva a la somatización.
En este sentido, si no gestionamos de una forma sana nuestras emociones, si no sabemos ser resolutivos con nuestros propios conflictos emocionales y detenernos a tiempo para trabajar y sanar dicho proceso, tendremos más probabilidad de enfermar.
Pondremos un ejemplo: Una persona que soporta en el trabajo un elevado nivel de estrés continuo, sale del trabajo y continúa trabajando en casa sin descansar las horas necesarias, etc., y cuando termina ese periodo de estrés para supuestamente disfrutar de sus vacaciones, cae enferma.
Cuando la mente se relaja, el cuerpo reclama su atención y es entonces cuando “da la cara” o muestras las consecuencias de nuestra previa mala gestión emocional. Es entonces cuando comienzan a aparecer esas “muestras en nuestro cuerpo” que pueden darse en diversas formas: dolores de cabeza, dolores de espalda, dolor de articulaciones, problemas gastrointestinales (náuseas, ardor, diarrea, vómitos…), reacciones alérgicas, etc.
Entonces, ¿cómo hago para dejar de somatizar?
Afortunadamente, cada vez está más al alcance de nuestras manos el conocimiento sobre cómo poder manejar de una forma saludable nuestras emociones y hoy en día disponemos de todo un abanico de posibilidades para que dicha gestión pueda llevarse a cabo.
Cuando una emoción nos invade, como pueda ser sentir miedo en un momento dado, sentirnos tristes por ciertas situaciones de nuestras vidas, o sentir ira, lo primero que intentaremos por lo general, es reprimir esa emoción, puesto que hemos convivido durante demasiado tiempo quizás con muchas de las que ahora son nuestras creencias limitantes, como cuando nos decían: “No llores, llorar es de niñas”, “no confíes en nadie”, “no sé si vas a ser capaz de hacerlo” y un largo etc.
Permitirnos sentir nuestras propias emociones puede resultar agotador si no somos capaces de gestionar esa emoción, pero entonces no conseguiremos reconciliarnos con nuestro dolor emocional para poder sanar aquello que está arraigado dentro de nosotros y que en su momento, nos hizo daño, de forma consciente o inconsciente.
La emoción queda encapsulada y decidimos enterrarla en lugar de mirarla de frente, de sacarla a pasear de nuestra mano o acompañarla y darla el espacio que se merece.
Que nuestro cuerpo deje de somatizar es difícil e incluso, ciertas personas son más insistentes en empeñarse que existe una enfermedad subyacente cuando el médico no encuentra el origen de la causa física de su dolor y se les hace complicado aceptar que nuestra mente juega de igual forma un papel importante a la hora de somatizar.
El tratamiento farmacológico es necesario para ciertas dolencias pero es algo que alivia a corto plazo; siempre se puede complementar con un profesional que nos ayude a gestionar nuestras emociones de la forma más saludable.
Es importante que te preguntes a ti mismo cómo te sientes, qué necesitas, que puedas hacerte un auto-chequeo emocional y observes cuál es la respuesta, quizás te sorprendas sabiendo que es más sencillo de lo que imaginabas.
Algunas pautas que pueden ayudarnos a dejar de somatizar
Reconocer nuestra situación actual y las emociones que estoy sintiendo en cada momento, es el primer paso hacia nuestro bienestar emocional. ¿Qué puedo hacer cuando mi cuerpo me envía señales?:
- Reconoce y acepta lo que estás sintiendo en cada momento y observa en qué parte del cuerpo se encuentra tu dolor.
- Intenta mirar hacia atrás al pasado y recuerda en qué otros momentos te sentiste de la misma forma.
- Ponle palabras a lo que estás sintiendo. Te ayudará incluso a ponerle nombre a tu emoción, por ejemplo, si estoy sintiendo miedo ahora, ponle un nombre, un color, una forma… Conseguirás al menos darle el espacio que se merece.
- Evita situaciones que te causen estrés o te hagan daño. Puedes practicar relajación o meditación cuando comiences a sentirte angustiado o sobrepasado y tu mente-cuerpo lo agradecerán.
- Comparte con personas allegadas a ti aquello que estás sintiendo en ese momento. Poder expresar lo que sientes te ayudará a sacar lo que llevas dentro.
- Si en ese momento no te apetece hablar, puedes escribir en un papel cómo te sientes, a qué te recuerda, con qué te conecta …
Recuerda que siempre es importante mantener una actitud positiva ante la vida, teniendo en cuenta que la vida también está llena de dificultades y momentos duros. Detrás de cada emoción, siempre se esconde un aprendizaje el cual quizás, aún no hayas sido capaz de reconocer.