Tengo para vosotros un secreto. ¿Queréis escucharlo? Eso sí, os advierto que puede traumatizaros un pelín. ¿Seguís queriendo? Pues seguid leyendo… He descubierto, que la vida, ¡ES UNA MENTIRA!
¡Sí! Además, creo que más de uno ya lo sabía. Bueno, quizás a los lectores más jóvenes les hayan pillado por sorpresa.
A partir de aquí, si queréis un recurso más animado, no os podéis perder este vídeo:
Pero pensado bien. Hemos crecido con la idea de que todo va a salir bien. Que quien la sigue, la consigue. Que tan solo basta con desearlo con todas nuestras fuerzas, y al final se cumplirán todos nuestros sueños. Sean cuales sean. Que a lo mejor, ni tenemos.
Pero, a poco que crezcamos un poquito, nos damos cuenta de que no es verdad. Tenemos limitaciones. No podemos hacer todo lo que imaginamos. Que nos quedamos cortos. Siempre queremos más… y nos frustramos. Y decimos aquello de: “La vida es injusta”, “mi vida es un asco”, “yo quería eso, o aquello”… Y yo, yo yo… Y quería, quería, quería… y que asco, que asco, que asco.
La vida es injusta, porque no somos los únicos que vivimos en este mundo. Yo no soy ningún experto sobre las experiencias de vida ni guía espiritual, ni nada por el estilo. Pero me gustaría compartir mi opinión sobre la vida.
Yo la plantearía como una partida de ajedrez. Un juego que ha permanecido inmutable durante cientos de años. Equilibrado casi a la perfección. Es lo que esperamos de la vida, que nos sea equilibrada. Pero aún así, con el ajedrez, también tenemos nuestras pegas. ¿Qué es lo primero que rompe el equilibrio? Que las blancas mueven primero.
Para empezar, el tablero está limitado, y cada pieza tiene un movimiento determinado. Si intentas moverte como tú quieras… seguramente te corrijan, o se detenga el juego. Esto implica que cada pieza tiene sus limitaciones.
Incluso aquellas piezas con más libertad pueden quedarse acorraladas fácilmente. Se creen demasiado importantes para dar cualquier paso. Es lo que pasa cuando dejas inmóvil una Reina demasiado tiempo. Al final, la acorralan.
Siempre nos han dicho que hay que seguir los caminos rectos, pero quizás sea necesario un movimiento extraño y poco convencional para saltar ciertos obstáculos. Como por ejemplo, lo que hace un Caballo en el tablero. Todos dejan de pensar en líneas rectas para centrarse en otros esquemas.
Habrá veces que sintamos que solamente servimos para estorbar a otros, o para dejar que nos pisoteen, o nos quiten del medio. Vamos, como un Peón. Así es como empezamos todos. Pero con un poco de paciencia, si conseguimos avanzar lo suficiente, quizás nos permitamos hacer grandes cosas.
También puede pasar que tu peor debilidad, sea también tu motivo de lucha. Un Rey no es especialmente poderoso como pieza de juego. Pero es el objetivo final de nuestro contrincante, y el nuestro. Pero a veces, nuestros movimientos no son los más acertados, o nuestras piezas para protegernos no son las mejores. A veces, es inevitable la derrota. Es frustrante, lo sé. Pero la vida sigue, y siempre queda la oportunidad de otra partida.
Esto nos ayuda a pensar que nunca estamos a salvo. Cuando menos te lo esperas, tu rinconcito de seguridad se convierte en tu trampa. Te sientes expuesto, desnudo, a punto de perder la partida. Sólo te quedan dos opciones. O te rindes, o conviertes esa debilidad en tu mejor fortaleza. ¿Nadie ha hecho un Enroque para pasar de una posición débil, a una más sólida?
Observa bien lo que tienes delante de ti antes de hacer cualquier movimiento. Arriesga un poco antes de dar un paso importante. Ten presente siempre las normas, así podrás anticipar acontecimientos. Si juegas bien tus piezas, con paciencia y sabiduría; pronto llegarás a las puertas del éxito. Te habrá costado, pero no te quedará más remedio que triunfar.
Y así es. La mayoría de los triunfos de esta vida no se consiguen con la suma de grandes virtudes, sino con la combinación de pequeñas limitaciones. Conocer tus límites no te hace una persona “defectuosa”. Te convierte en un hombre o en una mujer más pleno.
Conoce tus piezas, descubre tus mejores movimientos. Despliégate sobre el tablero y juega como sólo tú sabes jugar.
Bueno. Qué. ¿Echamos una partida? Comparte este artículo si te ha gustado. Y esta vez, me pido las blancas.