Se dice que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Yo añadiría que se nos olvida lo que tenemos cuando nos acostumbramos a tenerlo. Es lo que llamo «la venda positiva«. Se trata de una venda que nos impide ver las cosas positivas que nos rodean ya que llevamos tanto tiempo conviviendo con ellas que hemos llegado a un punto en el que apenas las percibimos y por lo tanto no las valoramos.
Para ejemplificar lo que trato de explicar comentaré mi experiencia personal. Hace 10 años acababa de comenzar la carrera y mi única preocupación era terminarla y poder encontrar trabajo. En aquel momento tenía salud, una buena familia y muchos amigos. Sin embargo económicamente estaba a dos velas, ya sabemos lo dura que es la vida del estudiante a los 20 años. Si en ese momento alguien me hubiera dicho cómo iba a ser mi vida hoy, 10 años después, habría pegado saltos de alegría.
A día de hoy cuento con un trabajo estable (relacionado con la carrera que he estudiado) y con varios años de experiencia. Dicho trabajo me ha permitido comprarme casa y coche sin ayuda de mis padres. La familia sigue estando ahí y los amigos también.
Como ya he comentado, hace 10 años hubiera pegado saltos de alegría al imaginarme mi situación actual, entonces ¿porqué hoy no los pego?. Sencillamente porque me he acostumbrado a vivir como vivo. Todo lo que me rodea ha pasado a formar parte de mi cotidianidad. Soy consciente de lo que tengo y doy gracias por ello. Sin embargo a veces me gustaría volver a ese estado mental que tenía cuando era estudiante para agradecer de una forma realmente efusiva la vida que tengo ahora. La venda positiva me impide dar las gracias como debería.
Quizá nos resulta tan difícil alcanzar la felicidad porque una vez que la alcanzamos nos acostumbramos a ella. En realidad la hemos alcanzado con un estado mental distinto al que teníamos cuando comenzamos a buscarla. Trataré de explicar esto con una metáfora basada en mi deporte preferido, correr: imagínate que la felicidad se encuentra en la línea de meta de una carrera de 20 kilómetros. Cuando dan el pistoletazo de salida tienes un estado mental determinado acorde con la felicidad que esperas encontrar al final de la carrera. Sin embargo conforme van pasando los kilómetros tu estado mental va cambiando hasta que llegas a la línea de meta y descubres que la felicidad se ha transformado en normalidad.
En realidad la felicidad no ha cambiado. Quién ha cambiado has sido tú. Durante toda la carrera te has acostumbrado a ir sumando kilómetros a tu espalda y a tener la meta cada vez más cerca. Como consecuencia, en lugar de esperar esa meta con más ganas has comenzado a infravalorarla. La persona que llega a la meta no es la misma que inició la carrera.
Y yo me pregunto: ¿qué podemos hacer para mantener dentro de nosotros una pequeña parte de esa persona que comenzó su carrera? En realidad es una pregunta retórica. Yo tampoco tengo la respuesta. Sin embargo pienso que el hecho de hacerme esta pregunta es el primer paso para extraer del pasado parte de aquel estado mental que tenía con 20 años. Una parte lo suficientemente importante como para permitirme agradecer a diario las cosas que disfruto en el presente.
Al contar mi experiencia me he centrado en la evolución del aspecto material y profesional. Tengo la suerte de que los otros aspectos (salud, familia y amigos) han permanecido constantes. Sin embargo no por ello son menos importantes. De hecho se trata de los aspectos verdaderamente importantes de nuestra existencia y donde podemos observar unos cambios mentales más acusados.
Cuando superamos una enfermedad o un bache importante tenemos ganas de comernos el mundo, sin embargo poco a poco el tiempo va pasando y la venda positiva vuelve a actuar sobre nosotros para devolvernos al mismo estado mental de normalidad que teníamos antes de padecer la enfermedad. También encontramos a aquella persona que se muere por encontrar pareja y una vez que lo consigue se acostumbra rápido a tenerla.
La venda positiva no es algo negativo de por si. De hecho si llegásemos a un punto de satisfacción total ante nuestra vida, probablemente dejaríamos de seguir luchando y tratando de crecer. Desde mi punto de vista el secreto consiste en tratar de encontrar el equilibrio. Por un lado debemos seguir valorando como el primer día aquello que hemos conseguido. Por otro lado debemos mantener el afán de superación y crecimiento personal. En definitiva, todo se reduce a agradecer y crecer.
Para terminar un pequeño ejercicio: durante los próximos 30 días trata de encontrar 1 cosa cada día que te haga agradecer la vida que estás viviendo. Tan sólo tienes que invertir 2 minutos de tu tiempo cada vez que te despiertes para quitarte la venda positiva y encontrar ese aspecto de tu vida que vas a estar agradeciendo durante todo el día. Después de 30 días repitiendo el proceso quizá comiences a valorar tu vida de otra forma.