Cómo evitar que el miedo te paralice

La verdad es que a veces el miedo nos paraliza y por su culpa dejamos de hacer cosas que nos gustarían. Posiblemente en la mayoría de los casos somos conscientes de esto. Sin embargo otras veces ni siquiera lo advertimos.

Son diversos los factores subyacentes a la actitud del miedo, pensamientos como el temor a que dañen nuestra autoestima, al “qué dirán”, a si lo intentamos y no lo logramos, a que se rían de nosotros, a que nos juzguen, a fallar a alguien, etc.

Esto sucede porque basamos nuestro valor en la opinión o en los juicios de otras personas.

No obstante, y antes de continuar, no debemos olvidar que tener miedo no es necesariamente malo, ya que es una parte natural de nuestras vidas. Lo malo es cuando a menudo nos incapacita y nos impide alcanzar nuestro máximo potencial.

Algunas veces éste nos lleva a un estado que nos impide que funcionemos de manera adecuada y apropiada. Quizás sean los instintos de supervivencia los que comienzan a reaccionar a partir de nuestros niveles más básicos de forma exagerada.

Entonces, en su lugar deberíamos utilizar nuestras capacidades mentales para decir “hasta aquí” o “me voy a exponer a lo que temo” o “haré lo que quiero”, está en nosotros, en nuestra actitud y en nuestra mente neutralizar al miedo.

Tampoco debemos dejar de lado que las dudas o el temor pueden depender en gran medida de nuestras diferencias individuales y del grado de confianza en nosotros mismos. Estos son conceptos similares y que pueden ser el producto de experiencias de frustración vividas con anterioridad y posiblemente inervadas con nuestra predisposición genética a actuar en algunos terrenos.

No tenemos que sentirnos raros por creernos con menos valor que otras personas hacia algunos objetos.  Si nosotros no disponemos de las habilidades para superar los inconvenientes u obstáculos que nos dominan o impiden actuar, os aseguro que se pueden aprender y desarrollar.

Desde siempre me han llamado la atención algunos paradigmas psicológicos que ya advertían sobre la influencia del entorno en nuestras conductas, tales son el condicionamiento clásico de Pavlov (objetos o situaciones que en principio no afectan a la conducta y que al final sí acaban influyendo, por tanto, se dejan de hacer cosas por las sensaciones que éstas nos trasmiten)

La Indefensión Aprendida de Seligman (no hago esto por miedo a… Así que, mejor no hago nada, me quedo quieto) o el de la Disonancia Cognitiva de Leon Festinger (miento para no aceptar la realidad).

Y así es, a veces nos escondemos tras pretextos, excusas o disfraces para no hacer lo que realmente nos apetece o queremos. Nos ocultamos tras trabajos, relaciones o actitudes “perfectas” para protegernos de miedos o conflictos internos que no afrontamos.

Al final el miedo nos hace que construyamos una vida, una personalidad con la que ocultar nuestros temores, huimos del miedo así, no somos felices pero…”vamos pasando la vida que no es poco” pensamos.

Aunque si reflexionamos, mientras estamos centrados en nuestras conjeturas, recuerdos o rumiaciones nos perdemos lo más importante, nuestra propia vida y quizás otras, las de las personas que realmente nos importan.

Probablemente, la opción más complicada pero no la menos importante es ir aceptándonos y por tanto enfrentándonos a nuestra realidad, a nuestros miedos.

Debemos reflexionar sobre qué es lo que nos detiene, y una vez que lo sepamos, necesitamos exponernos a “eso” con la intención de superarlo.

Como casi en todo es mejor fluir, no debemos intentar sortear el temor, es decir, tendremos que exponernos a nuestros “monstruos” para hacer lo que realmente nos gusta, ya que cada vez que evitamos hacer algo por inseguridad o timidez, nuestro miedo se hace más fuerte y por tanto este regresa para hacer que aparquemos de nuevo el desarrollo de nuestras capacidades, que nos detengamos.

Esto no es fácil de hacer, pero tranquilamente y en calma debemos ir comprendiendo qué nos turba, y teniendo en cuenta nuestras cualidades o posibilidades, necesitamos superar, reparar o simplemente dejar ir a nuestros temores.

No tenemos que decirnos “ya no tengo miedo” o “no temo al fracaso” si en realidad pensamos lo contrario, asumo que es terapéutico aceptar el desaliento.

Si nos sentimos vulnerables debemos aceptarnos como tal, no somos perfectos, ni nadie es perfecto, no debemos vivir en el condicional del “qué pasaría si”, vamos a intentar probar a hacer lo que queremos, a ver qué pasa. Al actuar, al exponernos a nuestros miedos es como los podemos ir superando.

De esta manera, si aceptamos a esos “monstruos” psicológicos que nos impiden avanzar y que nos trasmiten incapacidad para realizar determinadas acciones, los comprenderemos tal como son y entenderemos cómo de prisioneros somos de ellos.

De esta manera estaremos dando los primeros pasos en ese camino de auto-superación, esa senda que nos llevará a la derrota de ese “bloqueo” del que nos contamina el miedo.

Otro punto importante es la planificación, para avanzar y vencer al miedo tenemos que organizarnos, debemos ser conocedores de cuál es nuestro estado de ánimo, hay que sacar provecho de éste, aunque solo nos quede un hilo de esperanza o fuerza, por pequeña que esta sea.

Tenemos que procurar extraer lo mejor de estos conceptos en nuestro beneficio, el fin es intentar no decaer. Observando y analizándonos tranquilamente, debemos entender como elemento fundamental que las personas somos diferentes.

Cada uno de nosotros tenemos unos sueños o deseos distintos, así, lo que tendremos que preguntarnos es, si el objetivo que buscamos es realmente el que deseamos, no debe ser nunca lo que los demás esperen de nosotros.

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No olvidemos que el bloqueo que nos impide actuar es mental, es nuestra mente la que interviene en el “qué voy a poder hacer o no”, en consecuencia, el problema está en nuestra psique.

Como se decía al principio de este artículo, muchas veces dejamos de hacer cosas por el miedo a fallar o a que nos juzguen.

Hace unos cuantos días vi un vídeo en el que salían deportistas famosos, así como otras personalidades que habían experimentado reconocimiento mundial, y estas personas lo que venían a decir en esta grabación, es que habían fallado mucho en su vida.

Que el equivocarse no les había afectado en su proyecto, todo lo contrario, habían vivido situaciones que si por temor no las hubieran hecho, nunca habrían cumplido ni vivido muchos de sus sueños.

Por tanto el tener miedo a equivocarnos no nos tiene que parar, tenemos que pensar en los momentos u ocasiones que perderemos si dejamos que nuestros errores nos detengan.

Por tanto, nuestra meta es conquistar nuestros temores, sin obviar que no hay una forma de comportamiento universal. Entonces, tendremos que hacer de nuestra superación del miedo nuestro modo o manera de vencerlo. Es a través de la práctica como podremos hacer esto, el trabajar para ser más atrevidos nos llevará a confiar más en nosotros mismos.

No hay que tener miedo a que los demás sepan quién realmente somos y esto es fundamental, debemos exponer nuestra existencia, si hay algunas personas que nos critican…quizás otras nos valoren. Esta una de las acciones que debemos llevar a cabo si queremos dominar nuestras angustias o temores.

Así pues, es conveniente conocernos más a nosotros mismos, ya que para alcanzar la superación al miedo tendremos que ser más como realmente somos, autoaceptarnos, vivir de manera auténtica a nuestros principios, expresar nuestros sentimientos de manera adecuada, etc., negar nuestras carencias o limitaciones no nos ayudará.

Como decíamos al principio tendremos que decidirnos, aventurarnos a vivir nuestros miedos, aunque sea poco a poco, podemos utilizar visualizaciones o auto-decirnos alguna palabra de ánimo mientras nos enfrentamos a nuestros temores.

La práctica de algún tipo de ejercicio y la relajación, aunque sean durante un pequeño periodo de tiempo al día, también nos ayudarán a actuar con una actitud más positiva ante las amenazas.

Y ultimando este artículo diré, que no debemos tener miedo a parecer estúpidos, ya que el miedo a lo que la gente piensa es el miedo a que piensen que estamos haciendo el ridículo, y esto no conviene que nos importe mucho, al final es nuestra vida y nadie debería hacernos sentir mal porque estemos viviendo nuestra existencia como queramos.

No estamos aquí para que nadie nos apruebe, deberíamos intentar ser coherentes con nosotros mismos. La intención es que las opiniones u emociones de otras personas no nos aprisionen, no nos atrapen.

Aunque no debemos olvidar que nuestro camino será más liviano si mientras estamos en él nos rodeamos de gente que nos aporta satisfacción.

La alegría está en nuestra intención, en nuestro plan o idea, en definitiva, en nuestra voluntad. Transformemos nuestro miedo en libertad.

Pepe Calero Tercero
Psicólogo General Sanitario