Teoría de la Depresión por Desesperanza: Qué es y cómo se produce

Teoría de la depresión por desesperanza como modelo explicativo de la depresión

Según la Organización Mundial de la Salud la depresión es un trastorno del estado de ánimo que afecta a más de trescientas millones de personas en todo el mundo, por lo que probablemente todos hayamos tenido contacto con el trastorno de forma directa (lo hemos padecido o lo estamos padeciendo) o indirecta (conocemos a alguien que lo ha padecido o lo está padeciendo).

Pero ¿Qué es realmente una depresión? Coloquialmente nos quejamos de estar deprimidos cuando nos encontramos en un momento anímicamente difícil o nos sentimos tristes.

En psicología entendemos que una depresión se puede referir a un síntoma o a un trastorno:

Si hablamos de depresión como síntoma nos estamos refiriendo a un estado de ánimo bajo (una profunda tristeza), que junto a otros síntomas como falta de energía o falta de apetito conforman un trastorno.

Si nos referimos a la depresión como trastorno estamos hablando de un grupo de síntomas (como falta de sueño, de energía, anhedonia, tristeza, etc.) que englobamos bajo la etiqueta de depresión (más concretamente bajo etiquetas como “trastorno de depresión mayor” o “trastorno depresivo persistente (distimia)”).

Fruto del estudio científico de la depresión, la investigación ha arrojado varios modelos explicativos que nos permiten dar cuenta del origen del problema depresivo, su curso e incluso su evolución.

Estos modelos explicativos provienen de diferentes disciplinas (como la psicología o la medicina) y dentro de la propia psicología, de diferentes corrientes (como la cognitivo conductual o la psicodinámica). En este artículo se expone la teoría de la depresión por desesperanza, una teoría cognitivo-conductual con orígenes fundamentalmente conductuales.

El origen: La teoría de la indefensión aprendida

La teoría de la depresión por desesperanza tiene su origen en la teoría de la indefensión aprendida de Seligman, formulada en términos conductuales.

Lo que ocurre básicamente en la teoría de la indefensión aprendida es que la persona (o el animal en el caso de los primeros estudios) no puede escapar o evitar un estímulo aversivo al que se encuentra expuesto. Dicho de otro modo: hay presente un estímulo aversivo (que puede ser un dolor físico o psicológico que no remite, un ruido que no cesa, etc.) ante el que la persona no puede hacer nada para librarse de él.

¿Qué hay detrás de esta teoría? En primer lugar sabemos que los seres humanos somos animales que aprendemos.

Un tipo de aprendizaje, el aprendizaje instrumental o condicionamiento operante, es el que tiene lugar en función de las consecuencias de nuestra conducta: si las consecuencias son positivas tenderemos a repetir la conducta y si son negativas la conducta tenderá a desaparecer.

A modo de ejemplo y de forma muy básica, pensemos que cuando nos duele la cabeza (estímulo aversivo) nos tomamos un medicamento (conducta) y el dolor cesa (la consecuencia positiva de nuestra conducta es la desaparición del estímulo aversivo).

La próxima vez que nos duela la cabeza repetiremos la misma conducta y volveremos a tomar el medicamento, por tanto hemos aprendido qué hacer cuando nos duele la cabeza.

Una vez claro este proceso podemos entender mejor cómo funciona la teoría de la indefensión aprendida: imaginemos que nuestro medicamento no acaba con el dolor de cabeza, o, más técnicamente, que nuestra conducta no acaba con el estímulo aversivo.

¿Qué pasaría entonces? Que hemos aprendido a que nuestra conducta no tiene efecto contra el estímulo aversivo, es inútil (tomando el hipotético caso en nuestro ejemplo de que el medicamento sea la única forma de eliminar el dolor de cabeza) y nos podemos sentir frustrados, desesperados y/o tristes.

Probablemente todos hemos sentido en algún momento un dolor que no remite y hemos tratado de paliarlo con diferentes métodos que no han dado resultado, sintiendo la consiguiente sensación de frustración e impotencia.

En esto es en lo que consiste la teoría de la indefensión aprendida: queremos librarnos de un estímulo aversivo pero no podemos hacer nada para ello.

La teoría de la depresión por desesperanza

La teoría de la indefensión aprendida fue reformulada unos años más tarde por el equipo de Abramson, Seligman y Teasdale, dando lugar a la teoría de la depresión por desesperanza, y es que la teoría inicial presentaba algunas limitaciones.

Una de estas limitaciones era la ausencia de un componente cognitivo. Como ya hemos señalado, la teoría inicial de Seligman era meramente conductista, esto es, en nuestro ejemplo la persona tomaba el medicamento automáticamente cuando detectaba el dolor de cabeza, actuando “sin pensar”.

Sin embargo, fijémonos en que sí hay un mínimo componente cognitivo en la antigua teoría: si la persona tomaba el medicamento es porque tenía unas expectativas respecto a la eficacia de dicho medicamento para su dolor de cabeza.

Ahora pensemos, si las expectativas se cumplen de forma positiva entonces nuestra sensación de controlabilidad será mayor. Cuanto más control tenemos sobre la situación y/o el entorno más seguros nos sentimos. Si recordamos lo expuesto anteriormente y recuperamos el ejemplo del medicamento, la persona toma su remedio pero el dolor no cesa, no siente control sobre su estado y esta sensación afecta negativamente a su estado psicológico.

Otra variable cognitiva planteada en el nuevo modelo es el estilo atribucional, que además paliaba otra limitación importante de la teoría inicial: no daba cuenta sobre qué personas desarrollaban síntomas depresivos y cuáles no, viviendo situaciones similares.

Modelo de vulnerabilidad-estrés

En nuestro ejemplo, ante el mismo dolor y con la misma falta de eficacia del medicamento, hay personas que desarrollarían síntomas depresivos y otras no, ¿Por qué?

La teoría de la depresión por desesperanza es planteada como un modelo de vulnerabilidad-estrés, que consiste en que dependiendo de la vulnerabilidad de cada persona, responderá de forma diferente ante un suceso negativo o una situación vital estresante.

¿De qué depende esta vulnerabilidad? Del estilo atribucional, es decir, a qué tipo de causas atribuye la persona el fracaso de su conducta (en el ejemplo: qué tipo de explicaciones hacemos respecto a la ineficacia del medicamento). Las atribuciones que hace la persona pueden ser:

Estables o inestables si atendemos a un criterio temporal, ¿Durante cuánto tiempo ocurre u ocurrirá esto?

Internas o externas dependiendo de dónde situemos el locus de control, ¿Esto depende de mí o de factores externos?

Globales o específicas si atendemos a un criterio situacional, ¿Esto pasa siempre o ha sido un caso aislado?

Para ilustrar mejor los estilos atribucionales pensemos ahora en un examen en el que dos alumnos han suspendido y cuyos pensamientos son los siguientes:

a) He suspendido este examen porque era muy difícil (atribución inestable, externa y específica).

b) Siempre suspendo porque yo no soy inteligente (atribución estable, interna y global).

Estamos ante una misma situación y encontramos dos estilos atribucionales bien diferenciados. En el primer caso la persona considera que el fracaso ha sido un hecho aislado ante un examen difícil (un caso no duradero en el tiempo, en el que la dificultad no tiene que ver con él y en un momento puntual).

Sin embargo, en el segundo, la persona considera que su poca capacidad le lleva siempre a suspender los exámenes (considera que su poca capacidad, que es estable en el tiempo y una causa interna, le lleva a suspender todos los exámenes y no es un caso aislado).

Y ahora, ¿Quién piensas que tendrá más posibilidad de desarrollar sintomatología depresiva? La persona que piense como en el alumno “b” será quien más posibilidad tenga, y es que el patrón atribucional (depresógeno)“estable, interno y global” es el que se relaciona con problemas más graves.

¿Y qué estilo atribucional tenemos cada uno?

La literatura científica ha identificado algunas variables que influirían en este asunto: el género femenino y las personas negras tendrían un estilo atribucional más depresógeno.

No es de extrañar que en dos grupos en los que tradicionalmente se ha sufrido una importante discriminación (estímulo aversivo) puedan aparecer este tipo de estilos atribucionales: una discriminación que se debe al género o el color de la piel (algo que se mantendrá estable en el tiempo), que es una característica personal (interna) y no inherente a una situación concreta (global).

Otra variable relacionada con el estilo atribucional sería el propio estado de ánimo deprimido, mostrando las personas deprimidas, como es lógico, estilos más depresógenos

¿Es suficiente todo lo expuesto para explicar quién desarrolla sintomatología depresiva y quién no? Pensar en psicología que una sola variable puede explicar una conducta es tan reduccionista como utópico.

En este sentido, se han sugerido otras variables como factores de vulnerabilidad. Algunos autores han propuesto un componente biológico (en concreto una asimetría cerebral indicada por el equipo de Davidson, Abramson, Tomarken y Wheeler).

Otros por ejemplo hablan de la importancia que tiene una historia de maltrato y desatención a lo largo del desarrollo evolutivo (propuesto por Rose y Abramson). Por lo tanto, deberemos tomar en consideración la presencia e interacción de varias variables para explicar el desarrollo de la sintomatología depresiva y las diferencias individuales.

Comentarios finales

En este texto se han expuesto dos ejemplos básicos para poder explicar la teoría de una forma sencilla. Si queremos extrapolar las aplicaciones de la teoría en situaciones más complejas podemos pensar, por ejemplo, en casos de maltrato, casos para los que la teoría de la depresión por desesperanza ha sido muy útil.

Para concluir, y a modo de resumen, la teoría de la depresión por desesperanza establece que la persona desarrolla sintomatología depresiva cuando, ante un estímulo aversivo del que no puede escapar (y sus expectativas no le indican que vaya a poder hacerlo), presenta un estilo atribucional depresógeno y percibe una falta de control sobre la situación.

Bibliografía básica:

Abramson, L.Y.; Alloy, L.B.; Metalsky, G.I.; Joiner, T.E. y Sandín, B. (1997) Teoría de la depresión por desesperanza. Aportaciones Recientes. Revista de psicopatología y psicología clínica, 2 (3), pp 211-222.

Vázquez-Valverde, C. y Polaino-Lorente, A. (1982) La indefensión aprendida en el hombre: revisión crítica y búsqueda de un algoritmo explicativo. Estudios de psicología, 11, 70-89.

Iván Piquero
Psicólogo general sanitario y psicogerontólogo.