Los seres humanos somos, por naturaleza, emocionales. Somos la única especie sobre la faz de la Tierra con la capacidad de razonar, pero de igual forma podemos adentrarnos en el complejo mundo de lo que sentimos a cada momento, lo cual a veces nos lleva a un estado de ánimo cambiante que depende del modo en que experimentamos cada momento vivido. Por esta razón es necesario dominar las distintas técnicas de control emocional que tenemos a nuestra disposición.
¿Qué son las emociones?
La palabra emoción viene del latín “motere” (moverse). Por tanto, la emoción podría definirse como aquello que hace que nos acerquemos o nos alejemos a una determinada persona o circunstancia, lo cual nos llevará a actuar de diferente manera y se activa con frecuencia por alguna de nuestras impresiones que están grabadas en el cerebro, o por medio de los pensamientos cognoscitivos. Todo ello provoca un determinado estado fisiológico en el cuerpo humano.
Dicho de otra forma, las emociones son esencialmente impulsos a la acción y cada una de ellas inclina al ser humano hacia un determinado tipo de conducta. Cada emoción tiene una función que nos aporta información relacionada con nuestro bienestar.
Te informan si estás satisfaciendo o frustrando tus necesidades, deseos o metas. Seguro que si te pidiera que pienses ahora en un recuerdo agradable, una vivencia que te produjera en aquel momento pasado una satisfacción inmensa, te llenarías de alegría al recordarlo, ¿verdad?
Todas las emociones presentes tienen una influencia del pasado. A menudo las emociones se generan por el recuerdo. Las experiencias vividas desde la infancia hasta la edad adulta residen en la memoria emocional. Imaginar eventos futuros también nos produce emoción. Te pueden motivar para la planificación o la acción para evitar problemas.
La emoción en sí misma es una combinación de reacciones químicas, eléctricas y fisiológicas que envían información al cerebro y lo prepara para la acción y éste a su vez, responde. Esta comunicación cerebro-cuerpo-cerebro es circular y muy rápida. En cualquier momento que experimentes una emoción, notarás una sensación e irá acompañada de pensamientos relacionados.
¿Para qué sirven las emociones?
Como hemos mencionado, las emociones son reacciones con una fuerte intensidad que nos indican que “algo no va bien”. Es como esa señal que te dice que tienes que prestarle atención a algo o a alguien.
Si omitimos esa señal o no la escuchamos (no la prestamos atención), puede que se convierta entonces en una señal de alarma, donde la intensidad de la propia emoción sería mayor. De la misma forma podremos optar por reprimirla, dando lugar a su no expresión y por ende la emoción se densificará y podrá llegar a bloquearnos.
Los seres humanos somos seres sociales y nos relacionamos con los demás, es una necesidad básica. Las emociones son adaptativas ya que nos ayudan a adaptarnos a nuestro entorno; lo que percibimos a priori en cualquier tipo de relación nos llevará a ir hacia o a retraernos de.
En este sentido, ya sabemos que las emociones pueden tener diferentes intensidades. Cuando estamos eufóricos por algún suceso, entonces podemos sentir un exceso de emoción o al contrario, una falta de reacción ante estímulos que normalmente nos harían reaccionar, sería un defecto de emoción.
Uno de los más eminentes neurólogos de nuestra época y premio Príncipe de Asturias 2005, el portugués Antonio Damasio, explica muy bien en su libro “En busca de Spinoza” las diferencias entre emoción, sensación y pensamiento.
Damasio nos dice que las sensaciones tendrían que ver con aquello que sentimos a nivel corporal y a las cuales no solemos prestar atención: frío, calor, agusto, a disgusto… “Las emociones actúan en el teatro del cuerpo y los sentimientos actúan en el teatro de la mente”.
¿Cómo podemos controlar entonces las emociones?
¿Quién no se ha sentido desbordado en un día de máximo estrés y ha perdido el control? O estoy segura que en más de una ocasión nos hemos dejado llevar por esa reacción de rabia o ira ante una situación desbordante.
En este tipo de situaciones podemos evitar que nuestras emociones nos desborden o sobrepasen con diferentes técnicas de control emocional. Las emociones hacen que saquemos lo mejor de nosotros pero cuidado porque también pueden sacar lo peor de cada uno.
El autocontrol emocional se puede conseguir si como primer paso identificamos esos puntos donde fallamos emocionalmente y nos desesperamos. Personalmente, no me gusta hablar de emociones negativas, sino de emociones limitantes, que como indicaba nos llegan a desbordar y a descontrolarnos en situaciones límites.
La mayoría de las veces en las cuales perdemos el control emocional se dan por exagerar los hechos ocurridos asignándoles una mayor importancia de la que en realidad tienen, o por hablarte a ti mismo de forma negativa hasta que llegamos a perder el control.
Lo primero de todo para controlar una emoción que nos limita, es respirar, aunque esto no llega a ser suficiente pues los pensamientos negativos inundan esa emoción y hacen que perdamos el control. Veamos entonces algunas técnicas que pueden ayudarnos a gestionar nuestras emociones de una forma sencilla.
6 Técnicas de control emocional
1. Técnica de la respiración profunda
Hay muchas formas de realizarla, pero quizás la más sencilla sea la de respirar mientras contamos. Esta técnica es útil para controlar las reacciones fisiológicas antes, durante y después de enfrentarse a situaciones emocionalmente intensas. También está especialmente indicada en casos de estrés o ansiedad
- Inspira profundamente mientras cuentas mentalmente hasta 4.
- Mantén la respiración mientras cuentas mentalmente hasta 4.
- Suelta el aire mientras cuentas mentalmente hasta 8.
- Repite el proceso anterior.
2. Detención del pensamiento
En el momento en que nos sintamos desbordados, primero de todo hemos dicho que debemos pararnos a respirar o aplicar algún ejercicio de relajación. De forma consciente, es importante ordenemos a nuestros pensamientos negativos a detenerse.
Puedes hacerlo diciéndote a ti mismo: ¡Para! ¡Stop! ¡Detente! Esto hará que puedas identificar inmediatamente después de una forma lógica lo que está sucediendo en ese momento. Puedes realizar los siguientes pasos:
- Préstale atención al tipo de pensamientos que estás teniendo y pregúntate: ¿Cómo me siento en este momento?
- Identifica aquellas connotaciones negativas (si te sientes fracasado, con odio hacia otras personas, culpable por mostrarte enfadado, etc.).
3. Pensamiento positivo
Otra de las técnicas sencillas y muy efectivas sería la de la imaginación positiva: modificar cada vez que tengamos un pensamiento negativo, por uno positivo e imaginarnos a nosotros mismos como una persona sana y triunfadora. Por eso es importante observarnos, pues de lo contrario sería imposible modificar este tipo de pensamientos.
Por ejemplo, si nos sentimos mal en un momento dado mientras estamos trabajando, si no somos conscientes del momento en que nos estamos sintiendo mal, comenzaremos a tener pensamientos negativos hacia nosotros mismos y hacia los demás y nos castigaremos una y otra vez con frases como “vaya mierda de día”, “me siento desbordado”, “todo está saliendo mal hoy”, etc.
Este tipo de pensamientos puedes cambiarlos de la siguiente forma:
PENSAMIENTOS NEGATIVOS VS PENSAMIENTOS POSITIVOS
“Soy un desastre” VS “Soy capaz de superar esta situación”
“No puedo soportarlo” VS “Si me esfuerzo, tendré éxito”
“Me siento desbordado” VS “Dejo de preocuparme y facilito las cosas”
“Todo va a salir mal” VS “Voy a ser capaz de superarlo”
“No puedo controlar esta situación” VS “Seguro que lo voy a lograr”
4. Afirmaciones
En base a la técnica anterior, es importante reforzar los pensamientos positivos con afirmaciones, que nos ayudarán a visualizarnos como la persona que queremos ser. Al levantarnos por las mañanas, podemos decirnos a nosotros mismos: “Hoy va a ser un día genial”, o “En este día voy a ser feliz conmigo mismo y con los demás”.
Crea tu propia afirmación positiva y repítela varias veces al día, recordándola cada vez que sientas el deseo de hacer lo contrario.
Intenta no introducir un “no” en la frase que crees, puesto que nuestro cerebro no procesa bien esta palabra; si yo te digo ahora mismo “NO pienses en un elefante rosa”, ¿qué sucede?. Si a un niño le dices: “No toques ese enchufe”, ¿qué crees que pasará?. Crea tus propias afirmaciones y repítelas como si de un mantra se tratara.
5. Técnicas de visualización
Las visualizaciones nos ayudan a usar nuestra imaginación de forma positiva y a controlarla para alcanzar nuestras propias metas y logros. Todos utilizamos la técnica de visualización en algún momento sólo que la mayoría no nos damos cuenta de que lo estamos haciendo (es inconsciente).
Lo malo es que a veces utilizamos esta técnica de una forma negativa para reforzar mensajes que nos llegaron a una temprana edad y que nos causan dolor o nos llevan al fracaso…
Por ejemplo, si en un determinado momento tu madre te mencionó que no eras guapo, o que eras feo o gordo, al niño se le va a quedar grabado ese mensaje de forma inconsciente y va a hacer que posteriormente eso se refuerce con pensamientos negativos sobre nosotros mimos, haciendo que nos sintamos feos una y otra vez sin un motivo aparente e incluso, que nos veamos nada atractivos cuando seamos mayores.
Con los ojos cerrados, intenta visualizarte a ti mismo de la forma en la que te gustaría verte y trae a tu mente todos los detalles posibles que hagan que al visualizarte como te gustaría ser, te sientas realmente bien con ello.
6. Ensayo mental
Esta técnica está pensada para ser empleada antes de afrontar situaciones en las que nos sentimos inseguros. Consiste simplemente en imaginarte que estás en esa situación.
Por ejemplo, si tienes miedo a hablar en público, imagínate a ti mismo que estás en ese momento y que lo estás haciendo muy bien, a la vez que respiras hondo y profundo sintiéndote totalmente relajado.
Debes practicar mentalmente lo que vas a decir y hacer. Repite esto varias veces hasta que empieces a sentirte cada vez más seguro de ti mismo en esa situación.
Concluyendo
Para llegar a un bienestar emocional con nosotros mismos y con los demás, primero de todo debemos trabajar con nosotros mismos y aprender de nuestras emociones: qué estamos sintiendo, cómo lo estamos sintiendo y qué nos están indicando nuestras emociones.
Es primordial darse un tiempo y un espacio para ponerse en contacto con ellas, para sentir lo que uno está sintiendo. Darse cuenta de esa sensación sentida para después poder identificarla con qué está asociado, si me trae memorias, recuerdos, etc.
Tomar conciencia de lo que sentimos nos llevará a entender mejor nuestras propias emociones y a gestionarlas al menos de una forma positiva como una primera toma de contacto con nuestro complejo mundo emocional interior.