La ansiedad se presenta con una gran número de síntomas físicos que puede variar de una persona a otra.
Muchas veces, se malinterpretan estos síntomas y creemos que se trata de alguna enfermedad física con consecuencias desastrosas para la salud o para la propia vida.
Por eso es importante que las personas con algún tipo de trastorno de ansiedad puedan conocer mejor qué es la ansiedad, cuáles son los síntomas más comunes y por qué se producen.
Tipos de ansiedad
Ansiedad como mecanismo normal
La ansiedad es una emoción que todos podemos sentir en un momento dado a lo largo de la vida. Normalmente viene acompañada de sensaciones internas o síntomas físicos que son vividos con gran malestar y angustia por la persona que la padece. Es por esto que a menudo se etiqueta a la ansiedad como una emoción negativa.
Sin embargo, la ansiedad dentro de unos límites también puede ser positiva. De hecho, cumple con una función muy importante que nos ha permitido sobrevivir como especie.
Podemos decir que la ansiedad tiene la misión de activar un “sistema de alarma” en el organismo con el objetivo de escapar o hacer frente a una situación peligrosa o amenazante para nuestra supervivencia.
Ansiedad patológica
Hablamos de este tipo de ansiedad cuando los síntomas físicos se activan ante situaciones que objetivamente no son peligrosas ni amenazantes.
Por ejemplo, subir en un ascensor, estar en un cine o en un centro comercial, hablar en público, etc. Las personas que padecen estos trastornos de ansiedad viven dichas situaciones con unas sensaciones internas muy intensas que le generan un gran malestar.
Además, la ansiedad puede llegar a ser muy limitante e incapacitante, interfiriendo en sus actividades diarias. Ya sean actividades familiares, sociales, laborales, etc.
En estos casos, no se trata solo de estar más nervioso de lo normal en un momento puntual, sino que se trata de un problema que puede afectar a la salud y a las diferentes relaciones.
Se trata de una ansiedad patológica porque aparece ante situaciones que no suponen un peligro real. Es decir, se siente un temor totalmente desproporcionado en relación a la situación u objeto temido.
Para concluir, hay que dejar bien claro que las situaciones u objetos en sí mismos no provocan el miedo o la ansiedad. Sino que, son las interpretaciones que hacemos de la realidad que nos rodea las que nos hacen estar en este estado tan intenso y desagradable.
Interpretaciones que hemos aprendido en base a experiencias anteriores. Por lo tanto, la ansiedad se activa en función de cómo interpretemos cada una de las situaciones a las que nos enfrentamos.
Es por ello que ante una misma situación, cada persona puede reaccionar de manera totalmente diferente. La clave está en aprender a enfrentarnos a aquello que nos causa miedo o ansiedad de una forma diferente y menos dañina.
Síntomas físicos de la ansiedad
Como se ha comentado anteriormente, la ansiedad viene acompañada de unas sensaciones internas o síntomas físicos bastante intensos y que se viven con gran malestar.
En la mayoría de ocasiones, la persona que padece un problema de ansiedad, siente un verdadero temor hacia estos síntomas y hace interpretaciones con consecuencias desastrosas para su salud y su supervivencia.
Por ejemplo, es muy común que ante determinados síntomas físicos de ansiedad, la persona pueda creer erróneamente que va a sufrir un infarto.
Este tipo de pensamientos hace que dicha persona viva en un estado casi permanente de preocupación excesiva e hipervigilancia hacia cualquier síntoma. Como consecuencia, aumentan los síntomas físicos o sensaciones internas y la ansiedad se mantiene en el tiempo.
Las preocupaciones excesivas e interpretaciones catastróficas de la sintomatología de la ansiedad se producen en muchas ocasiones por falta de conocimiento.
Es por eso que resulta fundamental conocer cuáles son dichos síntomas y por qué se producen.
A continuación, veremos los síntomas físicos más comunes de la ansiedad:
Sensación de nerviosismo e inquietud
Se produce porque nuestro cerebro libera unas sustancias llamadas adrenalina y noradrenalina.
A modo de resumen, podemos decir que hacen que nuestro cuerpo se ponga en alerta dando lugar a los diferentes síntomas de ansiedad. Provocando irritabilidad, tensión e intranquilidad.
También aumenta la glucosa en sangre, aportando así, un extra de energía disponible. En este estado de liberación de sustancias es frecuente que la persona tenga problemas para conciliar el sueño o problemas digestivos.
Aumento de la frecuencia cardiaca (taquicardias)
El corazón late con más fuerza y frecuencia porque necesita enviar más sangre a los músculos y eliminar más rápido y mejor las toxinas. El cuerpo se está preparando para enfrentarse al peligro o para escapar de él. Por eso, la sangre va hacia los músculos, sobretodo, de las extremidades.
Hiperventilación
Se produce porque respiramos más cantidad de aire y de forma más rápida. La hiperventilación hace que tengamos más oxígeno en la sangre, preparando también al cuerpo para la lucha o la huída.
Hormigueos, entumecimiento en manos y palidez del rostro
Se produce porque la sangre se está concentrando en las áreas del cuerpo donde sería más necesaria en una situación de peligro.
Por ejemplo, si queremos salir corriendo al interpretar que alguien nos quiere hacer daño, el cuerpo se prepara llevando mayor cantidad de sangre hacia los músculos de las piernas.
De esta forma, queda menos sangre en otras zonas como las manos, dando lugar a las sensaciones de hormigueo y entumecimiento. También se reduce la cantidad de sangre en el rostro dando lugar a la característica palidez del rostro.
Todos hemos oído en alguna ocasión la expresión “te has quedado blanco” ante un susto. Esto se debe a que en una supuesta situación de peligro no necesitamos gran afluencia de sangre en la zona del rostro.
Pupilas dilatadas
Nuestras pupilas se dilatan para poder detectar mejor cualquier estímulo que pueda resultar peligroso.
Sensación intensa de miedo y de salir corriendo
Es una sensación normal cuando interpretamos una situación como peligrosa o potencialmente peligrosa y necesitamos ponernos a salvo de alguna manera.
Sensación de mareo
Muchas veces, esta sensación se produce a raíz de una pauta de respiración que hemos normalizado, pero en la que, sin darnos cuenta, cogemos más aire del que soltamos.
Esta forma de respirar puede llevarnos a la hiperventilación, de forma que entra más oxígeno del necesario en nuestro cuerpo y disminuye el dióxido de carbono.
Como consecuencia, el organismo necesita equilibrar esta descompensación y por ello se siente la sensación de mareo. Estos mareos se pueden notar cuando hay una debilidad en las piernas, dificultad de la visión o visión borrosa y hormigueos.
Tensión muscular
Cuando una persona vive con miedo a enfrentarse a determinadas situaciones, sus músculos se tensan como mecanismo de defensa. Si esta tensión se acentúa sobretodo en la zona cervical, puede provocar además otros síntomas como dolores de cabeza o migrañas y mareos.
Cansancio, debilidad, sobrecarga mental
Son consecuencia de estar en un estado constante de alerta, buscando posibles salidas a lo que parece un peligro inminente. Lo que genera un gran desgaste energético y en ocasiones, una sensación de mareo.
A modo de conclusión, podemos decir que los síntomas físicos de ansiedad no son más que una respuesta normal ante una situación que hemos interpretado como peligrosa.
Nuestro organismo es como una máquina perfectamente coordinada y pensada para la supervivencia.
Cuando percibimos un peligro, el cerebro recibe dicha información y envía órdenes al resto del cuerpo para poner en marcha un “sistema de alarma” a través de cambios en nuestro sistema nervioso, con el fin de ponernos a salvo.