(El presente artículo es un fragmento de la conferencia “El poder de la autoestima” que impartí el 13 de Abril de 2016 en la Ciudad de México).
La autoestima es un tema que nos compete a todos o, al menos, así lo establece el enorme interés que cientos de libros, miles de artículos y decenas de teorías se han realizado en torno a él. Sin embargo, la autoestima no es un tema fácil y su entendimiento requiere de una dedicación a su estudio bastante compleja.
Este artículo que –como dije líneas arriba-, se deriva de una conferencia que dicté para el círculo Amigos del Hígado en la Ciudad de México, toca acaso uno de los aspectos más relevantes de la autoestima: ¿por qué las personas caen tan bajo en el espectro de ésta? ¿Por qué se tiene una autoestima vapuleada?
En primer lugar hay que centrarnos en lo que la autoestima es. Hay mucha confusión al respecto ya que se cree regularmente que ésta es simple “amor propio”, “lo que creemos de nosotros” o una cuestión de “confianza”. Todas tienen un dejo de razón pero están incompletas por sí solas. Esto puede convertirse en un problema, porque si no entendemos qué cosa es realmente nuestra autoestima, difícilmente podremos intentar repararla (en caso de que así lo requiramos).
Concepto, dignidad y eficacia
La autoestima está formada no por una, sino por tres acepciones que al unirse la conforman. Por lo regular las personas (incluyendo algunos terapeutas) confunden una de estas designaciones con la autoestima, pero al hacerlo no toman en cuenta algunos factores que poseen las otras dos.
Autoconcepto
El primer punto que forma a la autoestima es el autoconcepto. Este autoconcepto básicamente se refiere a lo que yo soy, aunque no necesariamente acepto. Es algo que no se puede negar: me miro al espejo y veo a un hombre mexicano, de cabello negro pintado con sus primeras canas y encaminado a la mitad de sus cuarenta. Ese es quien yo soy. Y nada de lo que haga para negarlo cambiará ese hecho.
El autoconcepto enmarca nuestra posición real con respecto al ideal de lo que deseamos ser o alcanzar. Por más que yo intentara ser un rubio nórdico y me pintara el cabello, no me alcanzaría para serlo. Soy lo que soy. Tener un adecuado autoconcepto es mirarnos y aceptar que lo que tengo es esto y no otra cosa y que eso está bien.
Por tanto, el autoconcepto tienen un valor descriptivo (vemos lo que hay) y un componente cognitivo (al hacerlo, usamos la razón para ver la realidad).
Autodignidad
El segundo punto que conforma la autoestima es la autodignidad. Esto es lo que yo siento que soy. Aquí ya no entra la razón, sino el “corazón”, por decirlo de alguna manera. El gran problema de este factor es que fácilmente nos puede hacer sentir algo errado de nosotros mismos. Como no hay nada con qué cotejarlo, solamente se basa en nuestras ideas de quien quiero ser, es endeble.
La autodignidad está determinada por la confianza en que las herramientas que tengo como persona son valiosas y me permitirán enfrentar la vida y alcanzar la felicidad. Es decir, me centro de forma adecuada en mis fortalezas y no en mis debilidades o ausencias. Cuando pasa lo contrario, cuando el individuo se enfoca solamente en sus “fallas”, aunque muchas veces estas fallas sean de carácter imaginario, la autoestima se ve afectada.
La autodignidad tiene –a diferencia del autoconcepto, que se basa en la razón y en la realidad-, un valor calificativo, esto es que se hace un juicio de nuestras competencias (como muchas veces este juicio se hace antes de tiempo, se convierte en pre-juicio) y, también, posee un componente emocional (siento lo que siento y aunque en ocasiones lo que siento sea equivocado, lo tomo como real).
Autoeficacia
Finalmente, la tríada de la autoestima se complementa con el tercer factor: la autoeficacia. Cuando nos movemos a la acción con lo que sé y creo de mí. En pocas palabras, es la forma en que se usan los recursos que tenemos –autoconcepto y autodignidad-, en el día a día.
La autoeficacia es sumamente importante porque es la que determina el nivel adecuado de funcionalidad con el que resolvemos nuestras vidas. Si nuestra autoeficacia es pobre, el resultado en nuestra vida será limitado y nos sentiremos infelices crónicamente. En cambio, si la autoeficacia es adecuada, enfrentaremos nuestra existencia con optimismo en nosotros y lo que hagamos en ella será satisfactorio.
Al igual que las dos anteriores, la autoeficacia tiene su propio valor y éste es adaptativo, lo que quiere decir que con lo que tenemos nos adaptamos nosotros a la realidad y no en sentido opuesto como las personas con baja inteligencia emocional creen que debería ser. Y también posee un componente asertivo, es decir, hacemos lo correcto, con la gente correcta, en el tiempo, lugar y forma correctos.
A la unión de estos tres componentes en una persona es a lo que se llama su autoestima. Si uno de ellos está ausente, la autoestima sufre en consecuencia.
Ahora, ¿qué pasa con las personas que tienen baja autoestima? ¿Qué es lo que no se alcanza a resolver?
Una ficha detrás de otra
Yo llamo a las fallas que suele presentar un individuo con baja autoestima El Efecto Dominó en la Autoestima.
Al igual que las fichas de este juego, cuando las ideas erróneas acerca de uno mismo se colocan una tras otra a lo largo de una serie de circunstancias, la mella en la autoestima cae en cascada. Porque es importante resaltar que una baja autoestima no se genera en unos días, ni una semana o un mes, ni siquiera a lo largo de un año. No, se va formando a lo largo del tiempo, desde la más tierna infancia y bajo el efecto de factores repetidos de forma, más o menos, constante.
En 1987 –por ejemplo-, bajo la propuesta del senador californiano John Vasconcelos, se trató de instaurar en el área de Los Angeles una “Ley de la Autoestima”, la cual fracasó estrepitosamente. La poca efectividad de dicha enmienda se basó en dejar de lado la tesis expuesta líneas arriba. No basta con colocar anuncios de “quiérete a ti mismo” en las escuelas o hacer campañas en televisión invitando a la gente a subir su autoestima cuando estos golpes que deterioran a la persona han ocurrido a lo largo de un período de tiempo extenso; es necesario establecer un plan de acción longitudinal que involucre a padres e hijos para trabajar de forma constante en el seno más importante para ello: la familia.
El Efecto Dominó en la Autoestima funciona específicamente de la siguiente manera:
- Cuando no aceptamos lo que somos, empezamos a sentir de forma errónea: Si no somos capaces de enfrentarnos a la realidad que nos devuelve la imagen personal auténtica y tal cual somos, empezamos a distorsionar dicha imagen; comenzamos entonces a sentir que lo que somos está mal, es inadecuado o no alcanza. Rechazamos nuestras herramientas genéticas en pos de unas imaginarias herramientas ideales. En pocas palabras: dejamos de confiar en nosotros mismos.
- Cuando sentimos erróneamente, nuestro proceder en la vida no es adecuado: Esto se acerca peligrosamente a la famosa indefensión aprendida postulada por Martin Seligman (sí, el mismísimo creador de la Psicología Positiva). Este comportamiento esencialmente se refiere a que el individuo que proceda bajo esta característica, partirá de ideas que no tienen que ver con lo que en realidad es capaz de hacer. Ideas falsas derivadas exclusivamente de sentir y no de observar. Un tipo de pensamiento “¿para qué hago lo que sea, si de cualquier forma no vale de nada?”. Y entonces o no lo intenta o sus esfuerzos son como palos de ciego, sin realmente una confianza puesta en ellos.
- Cuando nuestro proceder en la vida no es adecuado, somos incapaces de alcanzar o valorar la felicidad: Es bastante sabido que –en términos generales-, el estado de felicidad es un proceso interno y no externo al individuo. Sin embargo esto no quiere decir que el entorno no sea importante para alcanzarlo. La paradoja es que los factores externos que sirven para alcanzar la felicidad dependen de uno mismo, uno los crea, los provoca y ejecuta. Para ello es necesario que una adecuada visión de que lo que somos y sentimos que somos se conjunten eficazmente. Cuando esto no ocurre, por más que hagamos, trabajemos, estudiemos, etc., nunca estaremos satisfechos con nuestro proceder ante la vida. Siempre nos faltará “algo”.
Si una persona presenta el tipo de comportamiento “dominó”, tarde o temprano descubrirá que su autoestima se encuentra mermada o, al menos, está en vías de hacerlo. Este efecto se presenta a lo largo del tiempo y como consecuencia de varios eventos, no solamente de uno de ellos. Quiero decir que un divorcio, la muerte de un ser amado, un revés laboral, etc. por sí solo no alcanza a mantener baja la autoestima pero sí lo hacen varios de ellos presentándose de forma conjunta y sostenida.
A grandes rasgos esta es la forma en que se desarrolla una baja autoestima. Lamento si al leer esto esperabas encontrar una lista de factores que te indicaran que por ésta o aquella razón tienes baja autoestima (hay muchos artículos en Internet de ese tipo), pero sí ya llevas algún tiempo siguiéndome sabrás que no suelo escribir en esos términos respetables pero simples. Hasta la próxima.
(La hipótesis de El Efecto Dominó en la Autoestima, es original de Vicente Herrera-Gayosso y posee derechos de autor. Queda prohibida su cita o reproducción sin la referencia del autor o de la fuente original en psicocode.com).