¿Por qué necesitamos la infelicidad?

La pregunta del título de este post puede resultar contradictoria con la situación actual: han aumentado la demanda de atención psicológica, la toma de psicofármacos y los suicidios (sobre todo entre los más jóvenes). No parece que necesitemos infelicidad, ¡sino mucha más felicidad!

Sin embargo, para responder al interrogante que yo mismo estoy planteando, habrá que determinar, en primer lugar, qué es la infelicidad. Esto es fácil: el prefijo latino “in” se usa para expresar “negación, privacidad”. Por lo tanto, cuando hablamos de infelicidad nos estamos refiriendo a “no felicidad”.

Vale. Muy bien. Pero… ¿¿¿y qué es la felicidad???

Tampoco resultaría, a priori, muy difícil responder a esa pregunta. Valdría con coger un diccionario y buscar la palabra en el diccionario. No obstante, las definiciones que encontraríamos en él van referidas al uso de la lengua.

Es decir, cuando decimos “felicidad”, en español, a qué nos solemos referir. Esas definiciones no tienen por qué coincidir (y, de hecho, no coinciden, al menos no plenamente) con las definiciones que nos encontramos cuando cogemos la felicidad como objeto de estudio de la ciencia.

Dicho lo cual, ¿y qué nos dice la ciencia sobre la la felicidad? Pues… ¡nada! ¡O muchas cosas! No hay consenso, no hay una única definición válida y universal para la felicidad, ya que distintos autores, corrientes y disciplinas han definido la felicidad con diferentes matices.

Parece que esta falta de acuerdo nos llevara a pensar que la felicidad, al fin y al cabo, es algo muy subjetivo.

¡Y así es! Que no haya consenso absoluto entre los científicos (psicólogos, principalmente) no quiere decir que no existan “lugares comunes”: la mayoría coincidimos en que la felicidad es un sentimiento o estado interno de la persona, relacionado ese estado con el grado de bienestar subjetivo que la persona siente al valorarse a ella misma y a su vida de una manera positiva.

Genial. ¡Muy bien! Aclarado. Entonces, si todo me va bien en la vida y me siento siempre contento o tranquilo, ¡soy una persona feliz!

Y si algunas veces me va mal, o siento emociones dolorosas, como la tristeza o el miedo, entonces… ¿soy una persona infeliz?

Necesitamos la infelicidad. Ya lo creo que necesitamos la infelicidad. Necesitamos la infelicidad como el comer. O mejor dicho: necesitamos aceptar que la infelicidad forma parte de la vida y dejar de demonizarla.

Porque, si resulta que el sentimiento de felicidad (por cierto: emoción o sentimiento = estado transitorio) tiene que ver con la valoración positiva que hago de mí mismo y de mi vida, y cada vez que fracaso me valoro como un gilipollas, o cada vez que tengo miedo me valoro como un cobarde, o cada vez que las cosas me van mal valoro que mi vida es una puta mierda… ciertamente, muchos estados de felicidad no me estaré facilitando, no.

Y esto es lo que está pasando, hoy. Esto es lo que está pasando. Este es, posiblemente, uno de los principales motivos por los que cada vez sufrimos más por menos y necesitamos más para sentir felicidad.

Sobre todo, entre los más jóvenes. ¿Cómo no va a ser así, si desde pequeño los hemos críado en escaparates de felicidad en los que si no estás contento todo el tiempo eres un puto marginado? (me estoy refiriendo, por supuesto, a las Redes Sociales)

Puedes vivir momentos complicados (y no es que puedas, es que inevitablemente va a ser así), de carencia, de rechazo, de tristeza, soledad, aburrimiento y ansiedad, y por supuesto que te vas a sentir infeliz en ese momento de tu vida, pero no por ello has de caer en la trampa de valorarte a ti y a tu vida de manera negativa, porque entonces me estarás diciendo que la alternativa para sentirte feliz es estar bien siempre, ¡y eso es imposible y, por tanto, esa idea te hará sumamente infeliz!

Además, ¿cómo valoraríamos positivamente lo bueno de nosotros y de nuestra vida si no hubiera malo? ¿Ves cuán necesaria es la infelicidad para sentirnos felices? Así que, ¿¿¿por qué demonizarla???

Y, más allá de eso: ¿¿¿por qué idolatrar la felicidad??? Si es solo un sentimiento, un estado interno, un fenómeno transitorio. Y estados como ese vamos a tener muchos… y también muchos estados de no felicidad. Mejor hacerse a la idea, mejor ir haciendo cuerpo.

Sin embargo, la sociedad actual, con sus escaparates de felicidad, con su cultura, creencias y costumbres orientadas a la posesión, al tener, nos presiona constantemente a hacer cosas y conseguir cosas que parece que nos darán un estado interno de felicidad absoluta y permanente, y como eso no existe, cuando no lo logramos (siempre), nos frustramos, y frustrado uno no se siente feliz, y, entonces, seguimos haciendo muchas cosas y tratando de conseguir muchas cosas, y nos estresamos, y resulta que estresado tampoco se siente uno feliz.

Hay que ser memo para seguir jugando a este juego.

Por eso, en mi libro, La dictadura de la felicidad, cansado ya del jueguecito, lanzo un grito de rebelión, de liberación: “¡Soy infeliz y me alegro!”. Que significa que claro que puedo sentirme mal, y fracasar, y no cumplir con las expectativas sociales, y tener momentos duros que me provoquen estados de infelicidad en mi vida…

… y no pasa nada. Porque todo pasa. Gracias. Un abrazo.

David Salinas
Psicólogo y escritor, autor de "La Dictadura de la Felicidad".