Las cuatro claves para superar el duelo

Dicen que el tiempo lo cura todo. Pero el tiempo por sí solo no hace nada. Lo que ayuda realmente es lo que tú haces en ese tiempo (Vivir la pérdida).

Aunque está presente en la vida de todos y cada uno de nosotros, la muerte se ha convertido en un tema tabú en las sociedades occidentales. El ser humano tiende a acercarse a aquello que le genera placer y alejarse de aquello que le produce dolor; aunque podría parecer una estrategia sana, no lo es cuando hablamos del superar el duelo.

El duelo es una reacción natural experimentada ante una pérdida significativa. Constituye un proceso de adaptación ante la misma. Como digo, puede tener lugar ante cualquier tipo de pérdida: de relaciones (por muerte o separación de seres queridos), de capacidades, habilidades o materiales.

Existen escalas que tratan de establecer el impacto que las pérdidas tienen sobre nosotros, según de qué tipo sean. No es lo mismo la pérdida de un padre que ha vivido una vida plena y ha alcanzado la vejez, en comparación con la muerte de un hijo. Interfunerarias tiene un post muy útil a modo de guía con información que puede ayduar a superar la muerte de un hijo

Aunque las generalizaciones no son adecuadas cuando hablamos de pérdidas, se ha observado que las que tienen un mayor impacto sobre nosotros son las referentes a las relaciones con otros; principalmente, la muerte de un ser querido.

Se dice que ningún duelo es igual a otro, pues no hay ninguna persona igual a otra. Es un proceso que varía de unos a otros en función de nuestras características. Estas determinarán su duración y desarrollo.

El duelo es, entonces, un proceso natural que experimentamos como reacción ante una pérdida. Dado que hablamos de un proceso, requiere tiempo, el cual varía de unas personas a otras, pudiendo durar meses o incluso uno o dos años. Sin embargo, el simple paso del tiempo por sí solo no contribuye a elaborar la pérdida, sino que la persona en duelo desarrolla un papel activo en este proceso, realizando una serie de actividades y tomando determinadas decisiones. Además, lo he denominado como natural, lo que implica que es normal y común a todos nosotros.

¿De qué manera somos activos en nuestro proceso de duelo? Diferentes autores consideran que son cuatro las tareas clave que la persona en esta situación puede llevar a cabo a lo largo del proceso. Estas tareas le ayudarán a resolver su duelo y adaptarse a la nueva situación en la que la persona fallecida ya no está. 

Asumir la pérdida

Este primer paso puede resultar el más difícil, pues debemos aceptar la muerte de la persona perdida. En muchas ocasiones nuestra primera reacción durante un tiempo es la negación de la situación, a pesar de que seamos conscientes de que esa persona ya no está.

Hablar de la pérdida, contar lo que ocurrió, visitar el lugar donde depositamos sus restos… todo ello puede ayudar poco a poco a ir aceptando el hecho de la muerte.

Elaborar las emociones

Durante el proceso de duelo es necesario sentir y experimentar las emociones que desencadena la pérdida: tristeza, melancolía, apatía, rabia,… Tratar de ocupar el tiempo y evitar sentirlas puede dificultar la resolución del duelo, provocando un bloqueo u obstaculización del mismo.

También en este caso hablar y expresar estas emociones con personas de confianza nos ayudará a vivirlas y superarlas. Si no te sientes cómodo contándole a otros cómo te sientes, también puede resultar muy útil escribir tus emociones.

Aprender a vivir sin el fallecido

Durante el proceso de duelo no solamente nos encontramos con la emoción que genera, sino con nuestra rutina diaria y las muchas actividades cotidianas que debemos continuar realizando. La persona fallecida ha perdido un rol que desempeñaba y que, en ocasiones, debemos asumir nosotros mismos.

Así, el duelo significa aprender a vivir sin esa persona, a tomar nuevas decisiones, a sumir nuevas tareas y a relacionarse de forma diferente con los demás.

Seguir viviendo

Elaborar el duelo implica darle un nuevo “lugar” emocional a la persona fallecida. Esto no implica olvidar, sino guardarla en nuestro recuerdo de aquella forma que deseemos, estableciendo a la vez nuevos proyectos de vida y nuevas actividades. Se trata de vivir y no de sobrevivir tras la pérdida.

Estas tareas implican un papel activo de la persona en duelo. No tienen, sin embargo, un orden lógico ni una temporalización establecida. La resolución de todas ellas contribuirá a una adaptación a la nueva situación y una superación positiva de la pérdida.

La resiliencia está muy relacionada con la superación satisfactoria de un duelo. Esta palabra proviene de la física y se refiere a la capacidad de un material para recuperar su forma original después de haber sido sometido a altas presiones (como un muelle). Este término se ha aplicado a la psicología, haciendo referencia a la capacidad de los seres humanos para reponerse tras situaciones adversas.

Quienes adoptan una actitud resiliente aprenden de la vivencia dolorosa y crecen emocionalmente a partir de ella. Extraen de la misma experiencias y aprendizajes positivos.

Lucía Pardo
Psicóloga y psicogerontóloga por la Universidad de Santiago de Compostela.