Cómo aumentar tu bienestar personal transitando las emociones

Se dice que gran parte del éxito en la gestión de emociones reside en poder transitarlas conscientemente luego de identificarlas.

Y se dice como si esto fuera fácil… que no lo es.

Ya el Dr. Maturana nos explica que las emociones son específicas y reactivas, lo que quiere decir que frente a un determinado estímulo reaccionaremos de una determinada forma.

Pero esto no significa que podamos aislarlas fácilmente para reconocerlas y para poder transitarlas con plena conciencia.

Nuestra interpretación del suceso se impone de una forma tal, que no lo podemos gestionar eficientemente de manera inmediata. Somos seres que interpretamos.

Y buena parte del problema para gestionar las distintas interpretaciones que avasallan nuestros pensamientos frente al estímulo, radica en que nuestros juicios se superponen unos a otros como si de capas de una cebolla se tratara.

A medida que pasa el tiempo, el hecho que gatilló la emoción se ve envuelto por juicios asociados y complementarios, a veces, muy útiles y necesarios porque nos permiten evaluar con mayor precisión si cuento con los recursos para transitar la emoción y otras totalmente contraproducentes cuando comenzamos a emitir juicios sobre los mismo juicios que dieron origen a la emoción.

Y es que cuando se trata de ponernos a conversar con nosotros mismos, podemos terminar enrollados como una persiana.

Veamos un ejemplo,

  • Supongamos que determinada amenaza nos dispara la emoción que conocemos como “el miedo”,
  • ahora, nuestro juicio instantáneo, el que respondió al miedo, interpreta que la amenaza es leve o rápidamente reconoce que tengo los recursos para enfrentarla,
  • es muy posible también que aparezca “el enojo”, porque “el miedo” tiene mala prensa y suena a “cobardía” y debo enojarme porque no está bien “ser cobarde”,
  • pero si al instante siguiente interpreto que “ser cobarde” está justificado en estas circunstancias,
  • también es posible que me “avergüence” por enfadarme sin motivos…

Quiero decir que hay casos en lo que es muy probable que las emociones “miedo”, “enojo” y “vergüenza” aparezcan juntas y revueltas y no sea nada fácil aislarlas para poder gestionarlas.

Lo que nos depara una mayor garantía de éxito es reconocer y reflexionar sobre los juicios que hago, sin adelantarme, sin conclusiones precipitadas,  hasta que esté suficientemente seguro de cual es un juicio individual que dispara por sí mismo una emoción determinada.

Pero, obviamente, esto no es fácil y, por supuesto, no siempre es posible.

Existe una herramienta invaluable que nos aporta la ontología del lenguaje que llamamos “reconstrucción lingüística”.

De hecho, una de las aplicaciones de la reconstrucción lingüística es el permitirnos poner en palabras las emociones y estados de ánimos.

El mecanismo para estos casos es sencillo. En esencia, se trata de expresar el estado emocional en narrativa, para luego poder descomponerlo en actos lingüísticos simples.

La primera parte consiste en expresar con palabras lo que estamos sintiendo.

Tan pronto como nos sentemos a reflexionar sobre lo que nos pasa, surgirá una historia o narrativa que nos contamos a nosotros mismos a modo de explicación de los hechos y los porqués.

Si bien no hay una forma estandarizada de hacerlo, porque cada uno de nosotros interpretamos los sucesos del mundo de una forma distinta, no es menos cierto que hay ciertas partes sobre las que podemos llevar la atención. Veámoslas.

Primero, podemos buscar al disparador dentro de la narrativa, esto es, al evento que gatilla la emoción dentro de estos tres grandes grupos de intervención.

Grupo Categoría Ejemplos
1 acciones o inacciones propias culpa, arrepentimiento, etc.
2 acciones o inacciones de otros admiración, envidia, celos. etc.
3 forma de interaccionar con el mundo miedo, lástima, tristeza, etc.

Supongamos que hemos señalado al Grupo 1, esto significa que identificamos algo que hemos hecho que ha tenido consecuencias negativas y que no deberíamos haberlo hecho, o su contrario, algo que deberíamos haber hecho y que debido a la inacción hemos generado o dado origen a consecuencias negativas.

Al identificar el grupo, es muy posible que hayamos conseguido también aislar un hecho y un juicio, por ejemplo:

  • La narrativa: “No debería haber dicho eso”,
  • El hecho: “lo que dije”
  • El juicio: “no debería haberlo dicho”.

También, es muy posible que los juicios que utilizamos para aislar el hecho que disparó la emoción lleven asociado un juicio complementario que nos predispone a la acción, por ejemplo:

  • La narrativa: “No debería haber dicho eso, creo que debo pedir perdón”
  • El hecho: “lo que dije”
  • El juicio: “no debería haberlo dicho”
  • El juicio complementario: “la necesidad de pedir perdón”.

Como podemos ver, el mecanismo se aplica reflexionando recursivamente sobre la emoción que sentimos para intentar identificar sus partes constitutivas y expresarlas en forma de actos lingüísticos simples.

Si sirve para aclarar un poco más, vamos a ver ahora a modo de ejemplo, algunas de las emociones pertenecientes a este Grupo 1 y alguno de los juicios asociados más comunes.

Es importante señalar que esta tabla no pretende definir a la emoción como si fuera una especie de diccionario, sino que solo señala una interpretación de alguno de los juicios que pueden aparecer cuando se dispara esa determinada emoción.

Grupo 1: Acciones o inacciones propias.

(Ya han sido identificados el hecho y el juicio disparador).

Emoción Juicio complementario o asociado
Turbación Estoy llamando la atención sobre mí.
Culpa He violado mis principios o valores (los que ya han sido identificados con el juicio principal)
Vergüenza He violado estándares, principios, valores o códigos de mi grupo o comunidad (los que ya han sido identificados con el juicio principal)
Arrepentimiento Podría haber actuado de otra manera.

Debo pedir perdón.

Tal y como vimos al principio en el ejemplo de “miedo”, “enojo”, “vergüenza”, las emociones suelen aparecer superpuestas, por lo que no todo es tan simple como en esta tabla de división cuasi quirúrgica.

El mecanismo de reconstrucción lingüística es una herramienta poderosa que nos permite desmenuzar nuestra narrativa sobre los sucesos que dispararon una emoción de una forma amigable con nosotros mismos, manteniendo una conversación interna que nos facilita el buscar hechos, juicios y juicios complementarios en los que vienen envueltas nuestras emociones.

Antes de comenzar el proceso puede ser de utilidad escribir la narrativa de lo que nos pasa, como si estuviéramos siguiendo un “Diario de Emociones”.

Esta narrativa de lo que sentimos, en definitiva, de lo que nos pasa, se convierte en una forma de tomar perspectiva del momento que queremos reconstruir lingüísticamente y es el primer relato base sobre el que trabajaremos.

Es sobre este relato base sobre el que intentaremos identificar los elementos constitutivos de nuestra emoción o estado anímico.

La división que hacemos de lo que pensamos en estos actos lingüísticos elementales, se vuelve una forma eficaz de darnos permiso para transitar los juicios que estamos manifestando por escrito. Es, de alguna manera, el primer paso para proceder a la aceptación de nuestras emociones.

El secreto es ser honestos. No escribir lo que creamos que es políticamente correcto o lo que “deberíamos” sentir, sino volcar realmente lo que sentimos. Relatar eventos, secuencias y los sentimientos de forma cruda, a medida que los fuimos sintiendo, temporalmente ordenados en forma de relato, cuando esto sea posible.

Creo que es importante entrenarnos en esta herramienta de reconstrucción lingüística y reflexionar sobre lo que nos pasa y así reconocer, por ejemplo,

  • Cuándo enjuiciamos un hecho,
  • Cuándo enjuiciamos al juicio que hemos hecho sobre el hecho,
  • Cuándo enjuiciamos al comportamiento que hemos tenido,
  • Cuándo enjuiciamos al comportamiento de otros,

De la misma manera, mientras nos indagamos sobre nuestra forma de reaccionar frente a los hechos que afectan nuestro devenir, es importante que evaluemos también:

  • ¿nos damos permiso para equivocarnos?
  • ¿nos damos permisos para pedir perdón?,
  • ¿nos damos permisos para pedir ayuda?,

En definitiva, sea cual sea el caso, transitar las emociones, honrándolas y dándole el lugar y el tiempo que se merecen según la circunstancias, es la manera más eficiente para ordenar nuestro desarrollo emocional y bienestar personal.

Redacción
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