En nuestra sociedad cada vez es mayor el número de personas de tercera edad debido al incremento de la esperanza de vida. Como consecuencia, se ha producido una mayor tasa de dependencia en este colectivo. Por tanto, vivir más años no significa siempre hacerlo en condiciones óptimas ya que suelen aparecer problemas físicos y/o cognitivos.
Así pues, ante la falta de una autonomía plena en estas personas mayores surge la necesidad de ser provistos de ayuda por parte de otras personas. En la mayoría de los casos suele ser el entorno familiar el que se ocupa del cuidado de la persona mayor dependiente; generalmente es un miembro de la familia el que se encarga de dicha labor, el “cuidador principal”. No obstante, en algunos casos, la tarea y responsabilidad de cuidado se reparte entre varios miembros de la familia.
El cuidador principal dedica gran parte de su tiempo y esfuerzo en las labores de cuidado de su familiar con dependencia que, a menudo, desbordan sus posibilidades reales llegando a provocar efectos negativos en distintas áreas de su vida.
En primer lugar, se produce un cambio de conducta debido al estrés y al desgaste tanto físico (cansancio, pérdida de apetito, abandono del autocuidado, problemas de sueño, etc.) como emocional (ansiedad, sentimientos de culpa, síntomas depresivos, desesperación, enfado e irritabilidad, etc.) que ocasiona la sobrecarga de las múltiples tareas de cuidado.
En segundo lugar, las relaciones interpersonales se ven afectadas así como las actividades de ocio a causa de la disminución de su tiempo libre. Además, en algunos casos, podemos encontrar conflictos familiares derivados de las tareas de cuidado como: desacuerdos en las tomas de decisiones importantes, la aptitud en relación con el mayor dependiente, la planificación de turnos o rotaciones de cuidado, no prestar la suficiente atención al resto de familiares, cómo realizar la labor de cuidador, etc.
Y por último, algunos cuidadores se ven obligados a renunciar su puesto de trabajo o a reducir su jornada laboral, dando lugar a una disminución de ingresos lo que implica problemas económicos. Por tanto, todo esto supone una fuente de estrés para los cuidadores que, normalmente, suelen ser los hijos/as de las personas mayores o el cónyuge.
Es importante tener en cuenta la valoración e interpretación que los cuidadores hacen sobre la situación y de sus propias capacidades para dar respuesta y solución a los problemas que el cuidado le plantea, es decir, los recursos personales del propio cuidador, especialmente, sus estrategias de afrontamiento al estrés y el apoyo social del que dispone.
20 consejos para el cuidado de personas mayores
A continuación se presenta una serie de RECOMENDACIONES que todo cuidador debe tener en cuenta con el fin de afrontar el estrés y mejorar su calidad de vida:
- Atiende a tu propia salud y bienestar: ¡Cuídate!
- Vigila tu descanso. Intenta dormir entre 7-8 horas diarias.
- Respeta los horarios de comida y mantén una dieta equilibrada.
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- Ten un buen concepto de ti mismo, esto hará que aumente tu autoestima. Fíjate en tus puntos fuertes y virtudes y valora tus logros. ¡Quiérete un poquito más!
- Diseña un plan de cuidados y distribuye el tiempo y esfuerzo en cada tarea.
- Delega y comparte responsabilidades de cuidado con el resto de la familia (especialmente hermanos/as). Es aconsejable realizar un “planning”, plantilla o cuadrante entre todos los cuidadores indicando los días, horas y labores a desempeñar por cada uno. Es importante que todos estén de acuerdo con el plan.
- Dedica un tiempo al día a realizar una actividad que te agrade sin remordimiento e intenta disfrutar de tu tiempo libre. ¡Te lo mereces!
- Evita el aislamiento y la pérdida de contacto con tu entorno familiar y social. Procura mantener el contacto aunque sea por teléfono o vía online.
- Pide ayuda cuando la necesites a personas de tu entorno sin esperar a que te la ofrezcan: sé consciente de tus capacidades y limitaciones.
- Expresa abierta y adecuadamente tus sentimientos: ¡hiperventila tus emociones!
- Aprende a relajarte y actúa con paciencia ante situaciones estresantes.
- Mantén una actitud optimista y motivadora para evitar caer en la monotonía.
- Evita los pensamientos negativos y cámbialos por otros más positivos, esto hará que cambies automáticamente de actitud y te sientas mejor.
- Valora y reconoce el esfuerzo que estás realizando, incluso prémiate por ello.
- No te sientas culpable, haces lo que puedes por su familiar. ¡No te exijas demasiado!
- Sé asertivo/a a la hora de comunicarte, de dar una opinión, de hacer una crítica, de rechazar una petición ante demanda excesivas o bien de pedir ayuda.
- Cuando te sientas molesto/a o enfadado/a: tómate un tiempo para relajarte a solas, detén el pensamiento que te suscita el enfado o bien piensa en otras cosas que no sea la situación o actitudes que te han molestado.
- Afronta los problemas buscando la mejor solución. Para ello puedes seguir los siguientes pasos:
- Identifica el problema y defínelo.
- Busca las causas: el origen del problema.
- Piensa en todas las soluciones posibles: lluvia de ideas.
- Prevé las consecuencias (pros y contras) de cada solución y elige la más adecuada.
- Planifica la puesta en marcha de la decisión tomada, “cómo hacerlo”.
- Pon en práctica la solución seleccionada y planificada.
- Revisa y valora los resultados obtenidos.
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- Infórmate acerca de las personas mayores dependientes y, concretamente, de los deterioros o enfermedad que presenta tu familiar. Esto ayuda a comprenderles y actuar de modo más apropiado evitando la sensación de frustración, impotencia, ira y/o culpabilidad.
- Conoce y asesórate sobre los recursos existentes (personales, institucionales, materiales y económicos) a los que puedas acceder.
REGLA DE ORO: “No olvides lo importante que es que te CUIDES para poder CUIDAR mejor”