Juan (el nombre es inventado para garantizar la protección de datos personales), es un alto ejecutivo de una firma industrial que quiere mejorar su productividad personal. El objetivo de nuestro coaching (relacionado con la gestión del tiempo), y su tendencia o hábito que le impide y dificulta el logro de conseguir un alto rendimiento en el trabajo, la procrastinación.
Procrastinar tiene un origen basado en aspectos emocionales y cognitivos asociados a una o varias de estas causas principales:
1. Escaso compromiso emocional con la tarea (hacer algo que no gusta o preferir hacer otras tareas más placenteras).
2. Percepción de inutilidad de la tarea o misión encomendada.
3. Desmotivación general (provocada por distintas causas personales, sociales u organizacionales).
4. Estrés, Ansiedad, Burnout, Depresión u otras condiciones psicológicas del afectado.
5. Percepción por la dificultad de la tarea o por la percepción de escasos recursos personales para ejecutarla adecuadamente.
6. Disonancia cognitiva entre las circunstancias de la persona y las exigencias planteadas por la tarea a ejecutar.
Hay personas que aún estando motivadas y en su pleno equilibrio mental y emocional, tienden a procrastinar. ¿Por qué sucede esto?
Cuando la mente se adapta a una velocidad de pensamiento y ejecución y afronta tareas y resuelve problemas cuya solución llega de manera más o menos inmediata o de fácil acceso.
Así tiende a generar ideas y ejecutar acciones con soltura, aceptando aquellas cuya resolución es relativamente accesible y rechazando aquellas tareas y acciones cuya decisión requiere de mayor detenimiento, bien por necesidad de calidad de ejecución, o simplemente por necesidad de más tiempo a dedicar, respecto al que se dispone en el momento.
Esto sucede frecuentemente, bajo las siguientes posibles condiciones:
1. Estamos ejecutando una serie de tareas muy simples y cuya necesidad de recursos en tiempo y esfuerzo es parecida, por lo que toda tarea que genera disonancia con ese ritmo queda apartada.
2. Estamos realizando una tarea principal y prioritaria que requiere priorizar todo el tiempo a disposición y o requiere de esfuerzos cognitivos importantes, por lo que la mente rechaza dedicar recursos de atención a aspectos no prioritarios de cara a la finalización de ese objetivo.
3. Aún sin realizar tareas prioritarias, estamos en previsión de una tarea planificada que prevemos iniciar en un plazo temporal inferior al tiempo que de realización que estimamos que necesita la tarea que acabamos de encontrar.
En definitiva, si la mente se encuentra con una tarea que requiere más tiempo para una decisión satisfactoria o para encontrar una solución accesible, entonces la aplaza.
¿Cómo podemos resolver esta tendencia?
1. Apuntar o grabar en nuestro móvil la tarea a realizar si es que no tenemos lugar donde apuntarla.
2. Definir el tiempo aproximado necesario para su realización.
3. Fijar un día y una hora en agenda para realizarla, y bloquear las siguientes zonas de la agenda que coinciden con el tiempo necesario para su resolución.
No hay que olvidar en todo caso que plantear y planificar tareas no significa necesariamente obligarnos a ejecutarlas en aquel momento: puede que cuando surja el momento establecido para su realización, nos encontremos con una tarea de mayor importancia por realizar.
En ese caso aplazaremos nuevamente la tarea pendiente, siempre y cuando se trate de tener que realizar una tarea de mayor prioridad (que no significa una tarea más placentera).
Si llegado el momento de realizar esa tarea, viésemos que la estamos aplazando reiteradamente a favor de otras tareas, simplemente por gusto o mayor afinidad con otras actividades, entonces tendremos delante la prueba de que nuestra procrastinación no se debe a cuestiones cognitivas (causas 5 y 6 de la lista anterior), sino a cuestiones de tipo emocional cuyas causas pueden encontrarse entre las restantes cuatro mencionadas.