Admito que muchas veces se me ha señalado como feminista porque gran parte de mis artículos van encaminados a tocar temas que aparentemente pertenecen en exclusiva al ámbito de las mujeres; sin embargo, en mi propia defensa he de argumentar que esto probablemente se deba a que mi trabajo como psicoterapeuta se ha visto permeado casi en su totalidad del mundo femenino.
Son mujeres las que en un porcentaje mucho (muchísimo) mayor, acuden a mis sesiones diariamente. Entonces se podría decir que ahí radica gran parte de mis conocimientos e inclinación.
Y este artículo no será la excepción.
Tal vez la pregunta que sirve de título a esta publicación sea la más añeja cuestión que ha acosado al espíritu femenino (y desde luego también a algunos varones) desde que hombre y mujer se miraron y decidieron formar parejas. El deseo de compartir la vida –por lo menos en algún momento- con la contraparte, es una de las necesidades más vitales que hay en las personas. De hecho es un factor imprescindible para que, como especie, hayamos logrado permanecer tanto tiempo en la cima de la evolución.
Como lo mencionaba Arthur Schopenhauer: “La naturaleza nos dotó de una trampa exquisitamente perfecta para subsistir como especie, y esa trampa se llama enamoramiento”. Si no hubiera enamoramiento, no habría interés por la posible pareja, y sin ese interés la procreación no sería posible y llegaría la extinción de nuestra especie.
El enamoramiento es pues lo que –de manera biológica y en su origen- nos lleva a formar pareja con el sexo opuesto (o el mismo sexo); pero este mecanismo pese a ser el más impactante de todos los que se refieren al romance, es el más engañoso.
Per se, el enamoramiento es un estadio que sirve para causar una ceguera y locura hormonal que provoca que seamos receptivos a la unión con el otro… aunque en ocasiones, el otro no sea lo más indicado para nuestro bienestar emocional. Esta es la razón por la que nos volvamos ciegos y locos en él, se puede decir que en esta etapa dejamos de ver lo que sí es por querer ver lo que deseamos.
Locura hormonal, la razón química
Cuando conocemos a alguien –o más específicamente en este caso, tú conoces a un hombre-, se pone en funcionamiento todo el mecanismo químico necesario para el romance. Esto es la liberación de hormonas necesarias por parte de tu cerebro para que te sientas “en las nubes” y creas que has encontrado a “Mr. Right”.
Algunas de estas hormonas son la dopamina que se encarga de darte una sensación de bienestar ante la presencia de tu enamorado; los estrógenos que te hacen sentir deseo por él y la serotonina y oxitocina que estrechan lazos emocionales, es decir, son las responsables de que solamente estés concentrada en este hombre y en ninguno más.
De este modo, tu cerebro riega –por llamarlo así-, a través de tu torrente sanguíneo una cantidad muy superior de estas hormonas a la que sería normal, esto es aproximadamente unas 700 veces más que lo regular. Suficiente para freír cualquier cabeza tal cual huevo en sartén, ¿no?
Entonces, literalmente y no simbólicamente, te vuelves loca durante el enamoramiento.
Y ¿qué es lo peligroso de esto?
Tal vez te preguntes. Puedes defenderte diciendo: “Pero sentirte así es sensacional, lo mejor que uno puede vivir”. Y tienes razón, en parte. El problema radica precisamente en el nivel tan impactante que provoca este cóctel químico, porque es posible entonces que estas sensaciones placenteras impidan que veas la realidad. ¿Cuál realidad? La que te dice, sin lugar a dudas, quién es la otra persona.
¿No te ocurre que después de un tiempo, comienzas a notar que el hombre del que te enamoraste o elegiste, no es el que solía ser? Casi como si te lo hubieran cambiado por otro. Entonces comienzas a pensar cosas como: “¿En qué momento ocurrió ese cambio? Él no era así, antes era distinto”.
Sin embargo esto no es cierto, porque la persona siempre ha sido la misma, desde que la conociste, solamente que tú no eras capaz de ver su real personalidad debido a la ceguera química del enamoramiento. Como después de un tiempo (de unos 6 a 18 meses), el cerebro deja de bombear tal cantidad de hormonas, empiezas a ver lo que sí hay. Dejas de enamorarte.
Ahora, ¿se puede vivir el enamoramiento sin locura? Me temo que la respuesta es no, no se puede. Siempre que caigamos en enamoramiento vamos a trastornarnos, esa es su función. Sin embargo, lo que sí se puede controlar es el grado de ceguera que mantenemos en éste. Porque contrario a lo que muchos “enamorahólicos” creen, puedes vivir un enamoramiento intenso y apasionado de manera –más o menos-, prudente y avizora, lo cual es imprescindible para no elegir mal a tu hombre.
Y lo anterior se puede llevar a cabo cuando comprendes que, si bien la razón química es una razón fundamental para hacer una elección inadecuada, es solamente la mitad de la ecuación. Existen otras razones para que te equivoques al elegir a un hombre y que, unidas al cóctel químico, cierran la pinza de un posible padecimiento con una pareja poco o nada conveniente.
Viejas ideas y paradigmas, las razones mentales
Es evidente que todas las personas tomamos decisiones en el presente permeadas por nuestro pasado. Y el caso de la elección de pareja no es la excepción. Cuando tú eliges a un hombre y caes en el enamoramiento, se desatan viejas ideas acerca de cómo deben ser las relaciones y cómo es el tipo de hombre que hará realidad ello.
Muchas de estas ideas con el tiempo terminan convirtiéndose en paradigmas, es decir, caminos mentales que la persona sigue sin apenas cuestionarse si son adecuados o no.
Los paradigmas sin embargo tienen que estar en constante renovación y cambio, es decir que deben adecuarse a las situaciones actuales de tu vida o corres el riesgo de encerrarte en una habitación rígida e inflexible. Cuando eliges mal a una pareja casi siempre es el resultado de que dichos paradigmas –disfuncionales ya-, se han vuelto una trampa.
A lo largo de mi trabajo he podido notar muchas ideas convertidas en paradigmas que llevan a inadecuadas uniones amorosas de parte de una mujer con un hombre. Aquí solamente mencionaré cuatro de ellas.
1. La búsqueda de un padre en lugar de un compañero
Esta cuestión se ve reforzada por el hecho de haber padecido la ausencia de figura paterna, ya que el padre es el primer y decisivo encuentro de la niña con un miembro del sexo opuesto. Este sentido de abandono pudo ser real (muerte, divorcio, ausencia física) o emocional (padre presente pero no involucrado con la vida emocional de su hija).
Cuando la niña crece busca en su hombre aquello que no tuvo y lo hace en la imagen de alguien que se parece mucho a papá (físicamente, emocionalmente o incluso en sus mismas carencias).
2. El complejo de “salvadora»
O como lo conocemos los psicólogos: codependencia. Por lo regular las mujeres que terminan con hombres adictos (a sustancias, a infidelidades, a violencia, etc.), son aquellas que tienen la idea de que “pueden cambiarlo con su amor”.
Yo le llamo complejo de ambulancia, porque son personalidades que van recorriendo la ciudad en búsqueda de almas heridas que puedan sanar con sus cuidados. Sin embargo, estas almas descarriadas difícilmente quieren ser ayudadas y terminan envolviendo a estas mujeres en relaciones patológicas llenas de sufrimiento.
3. Temor a estar sola
Desde luego que el temor a la soledad es natural en los seres humanos ya que es una cuestión evolutiva de supervivencia, sin embargo, en cuestión de romance tiene que ver más con la creencia irracional de que no serás capaz de hacerte cargo de tu propia vida y de que sin la presencia de una pareja no vales gran cosa.
Ambos miedos son originados a partir de ideas equivocadas de otras personas y que tú has tomado como tuyas. Lo cual me lleva al cuarto punto.
4. La obsesión por tener pareja
Este punto es uno de los más recurrentes en las equivocaciones de las mujeres en el amor. La presión del medio, a través de la sociedad y del famoso reloj biológico, impiden que te des el tiempo adecuado para reflexionar si en verdad estás lista para estar con alguien o si, por el contrario, aún tienes un gran camino por delante que recorrer de manera brillante pero contigo misma.
Desde luego que aquí estoy bastante restringido de espacio para abordar cada uno de los temas como lo requieren, pero es mi confianza que al menos este artículo te provea de un inicio en tu propio conocimiento con respecto a tu elección de hombres y las ideas que tienes de pareja.
Recuerda que al escoger un hombre empezarás a vivir el enamoramiento y enloquecerás, sin duda, pero la calidad de esa etapa y de tu posterior relación de amor, puede verse positivamente afectada si eres capaz de reflexionar un poco más acerca de las razones mentales que acompañan a la razón física. Hasta la próxima.