Desde hace algún tiempo he querido escribir algo que tenga que ver con mi interés personal en las neurociencias y ahora tengo la oportunidad de hacerlo y de emparejarlo con el campo en que me he desenvuelto a lo largo de mi carrera: la pareja y el amor romántico.
Ya ha pasado bastante tiempo desde que conocí la investigación que derivó en el descubrimiento de las neuronas espejo, esas revolucionarias células cerebrales que provocan una imitación refleja en la conducta de la persona al ver una cierta acción o actitud realizada por otro individuo. Y desde entonces quedé fascinado por ellas.
A pesar de que tienen muchos detractores, cada día son más los investigadores que aceptan a las neuronas espejo como una parte esencial de la neurología y –particularmente-, de la neuropsicología. La frase de Vilayanur Ramachandran de que su descubrimiento “hará tanto por la psicología como el ADN ha hecho por la biología”, es un envión brutal al respecto. Pero como no quiero sonar muy científico sino entendible para la mayoría, para empezar te contaré brevemente la historia de las neuronas espejo.
Historia de las neuronas espejo
En 1996, en Parma, Italia, un investigador llamado Giacomo Rizzolatti estaba haciendo pruebas con macacos para medir ciertas respuestas neuronales de movimiento. El animal tenía conectados unos electrodos a una parte de su cerebro y que detectaban la respuesta de ciertas células cuando éste se movía al recoger y llevarse a la boca comida (cacahuates y plátanos).
Un día, llegó de visita otro investigador al laboratorio y sin darse cuenta, tomó parte de la comida (no queda muy claro si cacahuates o un plátano, pero para fines prácticos es lo mismo) y se lo llevó a la boca mientras el mono lo observaba.
Y para enorme sorpresa de Rizzolatti y su equipo, los electrodos detectaron un “salto” en las lecturas en el área motora del macaco, pero éste no se había movido en lo absoluto. El casual experimento se llevó a cabo una y otra vez y en todos los casos ocurrió lo mismo: el mono, al ver el mismo movimiento que él realizaba de manera constante, tenía una reacción motora en su cerebro pero ¡sin realizar él mismo la acción!
Esto llevó a la conclusión de que ciertas neuronas podían imitar de manera natural la experiencia con el simple hecho de percibirla, aunque no se llevara a cabo. Rizzolatti bautizó a estas neuronas como “neuronas espejo” y así comenzó todo.
¿Por qué es tan importante este descubrimiento?
Por infinidad de razones, desde luego, pero para la que nos atañe en este artículo es que significaría que los seres humanos (al igual que los macacos de Rizzolatti), estamos equipados con la maquinaria cerebral natural para generar y aceptar la empatía. Y la empatía –que en términos generales es la capacidad para ser conscientes de las emociones de la otra persona y detenernos justo un momento antes de lastimarla-, básicamente nos hace seres humanos.
Tal vez no hay evento más claro para desarrollar la empatía que el amor y, particularmente, es en el amor romántico en donde se potencia aún más porque los amantes tienden a mimetizarse el uno con el otro. Y las neuronas espejo juegan un papel decisivo en esta mimesis amatoria.
¿Cuáles son las señales de que las neuronas espejo se inmiscuyan en el amor romántico o de pareja?
Enamoramiento
Para empezar, cuando las personas están en la primera etapa –la que precede al amor-, llamada enamoramiento y se dispara esa química cuando se encuentra a alguien que atrapa nuestra atención como nadie, el mecanismo se pone en marcha de la siguiente forma: cuando estamos conociendo a esa persona que nos gusta solemos imitar su conducta sin darnos cuenta y el otro hace lo mismo, esto sucede porque el cerebro nos está obligando a mandar mensajes que permitan que la otra parte sepa que hay un interés genuino en ella y como estos mensajes tienen que ser lo más claros posibles, el cerebro usa la imitación como la mejor herramienta. Así es como se empieza a crear un vínculo que vuelve más unidos a estos dos seres al reconocerse a sí mismos en el otro.
Amor genuino
En segundo lugar, cuando el enamoramiento empieza a trocarse por amor genuino (lo que ocurre a partir de los dos o tres años de relación aproximadamente), las neuronas espejo ejercen mayor influencia en la pareja al provocar la mimetización no solamente en el plano físico o de comportamiento, sino que comienzan a abarcar también la parte psíquica; entonces los involucrados reconocen las más profundas sentimientos y anhelos propios en el otro y se da la afinidad emocional que es absolutamente necesaria para considerar a la pareja como un auténtico compañero.
De esta forma, la pareja solidifica su interés a través de la búsqueda de un mismo proyecto de vida. Ambos se vuelven uno aunque sin dejar de ser dos, por parafrasear a Erich Fromm. Y esto se debe a que se genera empatía psíquica y emocional entre ellos. Las neuronas espejo se encargan de provocar una respuesta a la altura de las acciones, sentimientos, pensamientos y emociones de la otra persona y eso es benéfico para el lazo de pareja.
Compasión y cariño
Finalmente, después de que la pareja se ha consolidado a través del tiempo, se entra en la parte del amor denominada ágape por los griegos, que es la compasión y el cariño desinteresado por el compañero, y la característica más evidente de esta etapa es la anticipación a los deseos del otro. ¿Has visto a esas parejas de muchos años que parecen que se adivinaran el pensamiento? Las neuronas espejo de ambos integrantes han llegado a un punto en el cual parecen funcionar como un solo organismo, adelantándose a los deseos del otro; es decir, la empatía se ha desarrollado hasta tal grado que las células cerebro/emocionales de uno responden en automático y casi de forma imposible a la mordida emocional del “plátano” del otro.
A grandes rasgos así es como se cree que trabajan las neuronas espejo en el desarrollo del amor y la pareja. Biológicamente romántico o al menos interesante, ¿no te parece? Hasta la próxima.