¿Has notado que estás más susceptible en verano? ¿Las personas de tu alrededor están más alteradas y hay un ambiente más estresante? Quizá influyan algunos factores propios de la época veraniega.
Si te imaginas una situación agresiva, probablemente en el escenario sitúes, inconscientemente, ciertos elementos incitantes. Detente un momento y piensa, recrea el escenario en tu mente. Seguramente habrás supuesto la disputa violenta rodeada de gente, ruido y calor, y es más probable que la escena que hayas elegido sea una discoteca, el patio de una prisión o la cola del metro, antes que un aula universitaria, una oficina o una playa. Esto es porque existen ciertos estimulantes en las primeras situaciones que facilitan un carácter irascible, y actitudes más pasivas o controladas en el segundo caso.
El calor, el ruido y la falta de espacio personal aumentan los niveles de estrés, la ansiedad y la ira, por tanto las reacciones agresivas. Mientras que situaciones silenciosas, con temperatura suave y con menor número de personas, relaja el organismo y facilita el control de impulsos.
Durante todo el año podemos encontrarnos en diferentes circunstancias que nos alteren más de lo normal, pero justamente en verano se reúnen más condiciones que potencian un estado susceptible, estresante, activo e irascible que hace más que probable el incremento de actitudes violentas. Las altas temperaturas se dan a lo largo del día y a menudo incluso en la noche, el número de gente que frecuenta a nuestro alrededor es mayor que en invierno, y solemos exponernos a mayor cantidad de ruidos al procurar estar más en la calle, dormir con las ventanas abiertas o escuchar músicas altas más a menudo. Todo ello provoca un estado de mayor alteración.
Calor
Anderson ha hecho diferentes estudios para comprobar qué efecto tiene el calor ante las conductas agresivas.
En una de sus investigaciones en ciudades estadounidenses, comprobó cómo los disturbios aumentaban en la misma medida que lo hacían los grados de temperatura. En otra ocasión observó como los delitos que implicaban violencia, asesinatos o violaciones, eran más propensos en la época de verano que aquellos que no contenían ataques agresivos.
Otros estudios acerca de la influencia del calor en el comportamiento humano, demostraron que a la hora de desarrollar una tarea que requiere concentración, el estrés aumenta y se es más vulnerable ante efectos negativos, lo cual supone menor rendimiento en al ámbito académico y laboral y en consecuencia desencadena mayor estrés y resentimiento, a modo de “circulo vicioso”, causando una continua desgana y peores resultados.
Por otra parte, autores como Bell y Baron, aseguran que el efecto negativo del calor es mayor cuanto más novedoso resulta fisiológicamente hablando, es decir, ante cambios bruscos puntuales de temperatura como puede ser al salir ante el sol en un día de verano, o en los comienzos de la estación. Rebasado un límite de temperatura y tras una continua exposición, el organismo tiende a habituarse y los efectos negativos no se desarrollan a no ser que exista una provocación, y aún así la tendencia será más a la huida que al ataque.
Ruido
Otro factor desencadenante de la agresividad es el ruido. Según Glass y Singer el ruido nos afecta en la medida que es controlable y predecible. Podemos adaptarnos bien al ruido si entra dentro de ciertos parámetros y lo podemos controlar, por ejemplo, ruidos de tráfico que escuchamos por la ventana de casa. Sin embargo, el ruido tiene efecto acumulativo, y de forma continuada causa tolerancia a la frustración y activación de la agresividad. El ruido nos provoca energía y mayor actividad que suele tornar en reacciones más emocionales que razonables y entre ellas, la irritación y las respuestas violentas ante provocaciones.
Otros autores, han observado, que personas que tienen motivos para agredir o son atacadas, reaccionan de forma más violenta e intensa si son expuestas ante un ruido irritante o fuera de su control. En cambio, si ante la misma situación la persona no recibe exposición a ruidos o estos son de baja intensidad y pueden ser controlados por el sujeto, las respuestas son más pacíficas.
Hacinamiento
La falta de espacio personal, o hacinamiento, es otro causante de agresividad. Autores como Berkovitz que han estudiado la conducta territorial y la agresividad, afirman que situaciones con densidad de gente o la delimitación del espacio, generan estrés y reacciones más irascibles.
El hacinamiento rompe nuestro equilibrio natural y existe tendencia inmediata a restaurar este equilibrio, si la situación no facilita este retorno a la armonía, las respuestas serán cada vez más descontroladas. Esta necesidad de retorno al espacio personal será mayor si nos interrumpe una tarea o bloquea un objetivo, como por ejemplo un cúmulo de gente ante la entrada a un concierto.
Al igual que ocurría con el ruido, si estamos continuamente en contextos de hacinamiento o estos se dan en largos periodos y no de forma puntual, se generará mayor hostilidad.
También es cierto, que en este caso, se ven más afectados hombres que mujeres.
Si estos tres factores, se dan con más frecuencia en la época estival, con especial énfasis del calor, es normal que nos encontremos más alterados y dispuestos reaccionar más impetuosamente.
Ante el calor y el estrés, hemos de procurar practicar técnicas de relajación, escapar un poco de la rutina y relajar cuerpo y mente, para sentirnos más apacibles y no dejarnos vencer por un estado de alteración.