La formación de valores constituye una de las premisas de la Educación Superior, el proceso de enseñanza-aprendizaje en el contexto universitario abarca dentro de sus objetivos el desarrollo integral de la personalidad de los estudiantes.
Poseer conocimientos y habilidades no se enmarca como el límite para el universitario de la actualidad; es necesario que existan en él valores que guíen y regulen su comportamiento en las distintas esferas de la vida. Esta es la razón por la cual la educación en valores se establece como una de las premisas de la universidad contemporánea.
El ser humano está formado por la unidad de lo biológico, lo psicológico, lo social, lo cultural y lo espiritual. A la psicología como ciencia le compete el estudio de la naturaleza subjetiva de los valores. En este ámbito del saber los valores devienen una formación motivacional compleja de la personalidad, que a la par de otros procesos psicológicos, interviene en la regulación del comportamiento.
La formación de valores no forma parte de un proceso espontáneo resultado del desarrollo psíquico. Su aparición va a estar determinada, entre otros factores, por los procesos de subjetivación y por el período etario por el cual esté transitando cada individuo. De ahí la importancia del proceso de subjetivación de valores en el estudiante universitario.
Encuadrada en la dimensión curricular del proceso de formación profesional, la educación de valores tiene como objetivo hacer personal lo social mediante un conjunto integrado de métodos que tributan al desarrollo integral del estudiante. Erróneamente se cree que el impacto de las influencias educativas es el método más eficaz para lograr este propósito. Los valores no se formarán en el estudiante por el mero hecho de haber transitado por la universidad, aun cuando su sistema de relaciones esté compuesto por valores éticos, estéticos o morales. Analizarlo de esta manera sería negar el carácter activo de los seres humanos.
Es necesario pensar la educación en valores como favorecedora de una convergencia dinámica entre los mecanismos de influencia educativa y lo emergente del sujeto, o sea, lo intrapersonal. Una imposición violentaría la subjetividad del estudiante, dando como resultado una desviación en su desarrollo y un rechazo a cualquier tipo de influencia.
Valores y Relaciones Sociales
Los valores surgen mediante las relaciones sociales. Poseen un carácter objetivo pues su existencia no depende de la voluntad personal. Son resultado y condición de la actividad y la comunicación humana. En el momento en que el individuo los incorpora a su personalidad, pasan a poseer un carácter subjetivo, psicológico. La incorporación de un determinado valor a la personalidad se encuentra sujeta a varios factores. En primer lugar el estudiante no solo poseerá algún nivel de información, comprensión y reflexión acerca del valor en cuestión, además los contenidos del mismo necesariamente deberán tener un significado personal que avive sus sentimientos y emociones.
Los valores poseen un doble carácter, son objetivos y subjetivos al mismo tiempo. La responsabilidad, por ejemplo, no puede existir con independencia de un sujeto responsable, por eso es subjetiva. De igual forma, su existencia se halla en condiciones sociales y por lo tanto es objetiva. La subjetivación de valores no es más que la personalización de contenidos valorados socialmente. Esta se refiere a la relación entre lo objetivo y lo subjetivo, al tránsito de lo externo a lo interno de las cualidades psicológicas del individuo, lo cual se explica mediante la ley genética del desarrollo de Vigotsky.
Subjetivación de valores
La subjetivación del valor no supone una copia idéntica de los valores presentes en un entorno social determinado. Una vez interiorizados por el sujeto, éste los asume y los expresa a partir de sus características personológicas, por lo que no se manifiestan en él de la misma forma en que se presentan en otros; o sea, adquieren un carácter personalizado. No se conforman como producto del desarrollo psicológico, ni se interiorizan de manera espontánea. Más bien son resultado mediato de la historia personal del individuo, de sus condiciones y estilo de vida y de su educación. Su personalización está determinada por la sociedad y por el papel activo que juega él en el proceso, resaltando así su autodeterminación.
El periodo etario juega un papel crucial en la subjetivación de los valores, por lo que resultaría un sesgo no analizarlo a la par de la etapa del desarrollo psicológico en que se encuentre el individuo. El estudiante universitario por lo general se encuentra en la edad juvenil, momento en el cual la esfera afectivo-emocional se reviste como de gran importancia. Los ideales, la autovaloración, la concepción del mundo y el sentido de vida, el desarrollo moral y los motivos e intereses profesionales son formaciones psicológicas que se incluyen dentro de lo afectivo-motivacional y promueven una relativa independencia en el sujeto de la influencias externas.
Autodeterminación
El joven debe enfrentar la tarea de su autodeterminación en las diferentes esferas de la vida como unos de los requisitos para su adecuado desarrollo. De esta manera se reafirma el hecho de no implantarle los valores de manera arbitraria. En este sentido los jóvenes deberán sentirse libres para elegir, entre otras razones, dado a que la autodeterminación más que una aspiración se enmarca como una necesidad.
La autodeterminación, conjuntamente con el desarrollo de la esfera cognitiva del joven, propicia el surgimiento de la neoformación de esta etapa: la concepción del mundo. Constituye la formación motivacional compleja de más amplio alcance pues le permite al joven estructurar su sentido y proyectos de vida. Además marca el sistema de principios, valores, conceptos, creencias, mitos e ideas que acerca de la vida posee un sujeto. Por tanto, detrás de todo sentido y filosofía de vida, descansan, conjuntamente con otros contenidos personológicos, los valores que han sido subjetivados por el individuo.
Vinculado a la concepción del mundo se encuentra el surgimiento del pensamiento conceptual teórico. La maduración del pensamiento del joven le permite razonar profundamente sobre sus relaciones con la realidad, con los otros y con el mismo, por lo que su filosofía de vida estará marcada por las reflexiones que sobre ella realice. Consecuentemente, la subjetivación de valores será de manera consciente e intencional. De igual modo la autovaloración alcanza un nivel superior en esta etapa. La misma se refiere a la capacidad que poseen los seres humanos de tener una representación valorativa de ellos mismos y estará influenciada por la escala de valores del sujeto, pues a partir de ellos es que enjuiciará su propio comportamiento.
En las etapas anteriores la conciencia moral podía ser manipulada o manejada por agentes externos, pero en este periodo el joven es mucho más autónomo. Esto le permite fortalecer su conciencia moral y con ello los valores morales. Por este motivo, los profesores han de guiar la formación de valores sin usurpar el derecho de autodeterminación del estudiante. Reflexionar sobre este aspecto hará que las estrategias de educación de valores sean más eficaces, debido a la existencia de un estrecho vínculo entre los ideales y los valores morales.
En la juventud culmina esencialmente el proceso de formación de la personalidad. En esta etapa se consolidan las formaciones psicológicas de la esfera afectivo-motivacional, permitiéndole al joven mantener una conducta consciente e intencional, en consonancia con los auténticos valores de la sociedad.
Para la psicología histórico-cultural los valores son una formación motivacional compleja de la personalidad, no productos espontáneos del desarrollo psíquico. Ello implica que su formación depende tanto de las condiciones sociales en que se desenvuelve el sujeto como de sus cualidades intrapsíquicas.
La incorporación a la personalidad del estudiante universitario de los contenidos valorados socialmente se produce mediante la subjetivación de los mismos y en este proceso siempre intervendrán la concepción del mundo del estudiante, su autovaloración, su desarrollo moral y su necesidad de autodeterminación.