Ansiedad infantil : cuándo comenzar a preocuparse

La ansiedad forma parte de las emociones básicas que cualquier ser humano puede experimentar. Durante la infancia, suele presentarse ante situaciones que generan inquietud, incertidumbre o intranquilidad. El problema llega cuando se vuelve excesiva.

Los niños y adolescentes son los más vulnerables al desarrollo de trastornos de ansiedad. La implicación familiar junto a la terapia de tipo cognitivo-conductual como la que espera en psicologoeduardoschilling.cl, suelen ser las medidas más básicas para impedir que comprometan el desempeño de las actividades regulares. 

¿Cuánta ansiedad es normal en los niños?

El cuerpo humano reacciona de diferentes maneras frente a situaciones de estrés, peligro o amenaza, la ansiedad forma parte de ellas. Asimismo, tiene especial aparición al momento de enfrentar nuevas experiencias o desafíos.

Conforme los niños crecen, experimentan momentos en los que el temor o la percepción del peligro, se traducen en episodios de ansiedad. Asimismo, en la infancia es común este tipo de emociones en situaciones sociales o de evaluación, por ejemplo, acudir resolver un examen o hacer nuevos amigos. 

Enmarcado en estos lineamientos, el temor es una parte normal del desarrollo que poco a poco va disminuyendo conforme los niños crecen y desarrollan habilidades de supervivencia que les permitan afrontar los retos del mundo en general. 

En este sentido, los padres deben empezar a preocuparse cuando los estados ansiosos se mantienen durante largo tiempo y dejan de ser ocasionales. Si bien todas las personas son ansiosas por naturaleza, aprender a gestionar las emociones es el punto diferencial de un estilo de vida pleno y saludable. 

La detección oportuna es la clave 

Al igual que en los adultos, la ansiedad infantil se manifiesta como un sistema de respuesta que involucra la parte cognitiva, fisiológica y conductual. Los niños ansiosos desplazan constantemente la atención hacia la amenaza potencial de manera constante.

El leve temor o incertidumbre, se transforma en terror desmedido acompañado de una respuesta fisiológica que incluye aceleración de las palpitaciones, respiración superficial, sudoración y temblores. Por lo general, ante cuadros de ansiedad los niños se paralizan, presentan nauseas, tensión muscular, aturdimiento y mareos.

A nivel conductual, prefieren aislarse que enfrentar las situaciones que generan las emociones, rara vez se muestran abiertos a compartir aquello que produce temor y desarrolla ciertas herramientas de protección. 

¿En qué punto buscar ayuda profesional?

La ansiedad no es una emoción que deba tomarse a la ligera, y mucho menos, durante la infancia y adolescencia. Conviene buscar ayuda profesional cuando la preocupación en los niños deja de ser eventual y sus temores se intensifica al grado de interferir en su desarrollo escolar o a forma de relacionarse con el entorno. 

En la actualidad, existen diversas intervenciones cognitivas y conductuales de gran eficacia en el tratamiento de los distintos tipos de ansiedad que pueden experimentar los niños. Resulta erróneo intentar ayudar enseñando formas de escapar o evitar las situaciones de angustia. 

El tratamiento psicológico debe acompañarse de medidas en casa que los motiven a afrontar los miedos. El diálogo, los ejercicios de respiración y técnicas distractoras pueden resultar igual de beneficiosas que el contacto oportuno y desarrollo de actividades que minimicen la producción excesiva de hormonas del estrés.

Isidro Migallón
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