¿Qué pasa por la cabeza de los jugadores de fútbol mientras están en la cancha?

A casi todo el mundo le gusta el fútbol. Es algo universal. A quien no, se lo toma como un bicho raro. Incluso a los más fanáticos también les gustan los dibujos y animes que están relacionados a este deporte, como los que puedes disfrutar en animeflv: la plataforma de streaming en la que puedes encontrar las mejores películas y series de anime con títulos de temática deportiva.

La animación en general no ha estado muy ligada con el mundo deportivo, pero los japoneses han hecho la excepción. Mediante el deporte como excusa han creado toda clase de historias, argumentos y personajes de todo tipo. Este estilo de anime se llama spokon y ha conquistado a la audiencia internacional, ¿quién no ha visto Captain Tsubasa? Por solo nombrar un referente del género.

Pero volviendo al fútbol de la vida real, no tenemos esas historias que nos atrapan. Aunque mientras se está en la cancha, de seguro por la cabeza de los jugadores pasa toda una película. Por ejemplo: los defensores tienen el trabajo de destruir las jugadas que los rivales intentan inventar. No tienen que dejar ni siquiera que toquen la pelota, de ser posible, durante todo el partido. Una misión, una preocupación, que puede quedar anulada en segundos antes el menor descuido. Mira si con esa presión, la cabeza no les va a correr tan rápido como las piernas. Además no pueden llevar la iniciativa, eso es tarea de los delanteros en ataque. En cualquier momento el otro puede hacer un pique, un movimiento hacia los costados o hacia atrás; cambiando de rumbo y destruyendo cualquier plan y expectativa. Miles de posibilidades por segundo pasan por sus cabezas. Nos sería imposible nombrarlas todas.. 

El trabajo de un futbolista no es únicamente patear la pelota para hacer un gol. La presión de quienes trabajan en una oficina no es nada comparada a la que sienten ellos. Seguir insistiendo, mantener la cabeza fría y concentrada, subir y bajar la velocidad, patear con más o menos fuerza. Todas tareas que deberían ser instintivas pero que a veces tienen que razonarlas y ser técnicos. Eso es más multitasking que usar un teléfono y una computadora al mismo tiempo. Aquí descuidarse un segundo puede costar muy caro.

Y como en las oficinas, los jugadores también sienten que algunos de sus compañeros no hacen bien su trabajo. Esto puede poner en riesgo la unidad del equipo. Fuera de la cancha se resuelve hablando y escuchando al entrenador. Pero dentro solo se tienen 90 minutos y todos tienen que estar dando y haciendo lo mejor de lo mejor. No hay tiempo para que en la cabeza de un jugador haya pensamientos que duden sobre la participación de sus compañeros. 

Hablando de que la cabeza no para. A la hora de hacer un cabezazo, no hay que pensar en las distancias ni en la defensa. Solo abrir bien los ojos para poder empujar la pelota hasta el arco. Recibir el pase y rematar, intentar darle una dirección es casi inutil en este tipo de jugadas. Hay que apagar la cabeza y confiar que va a salir. Aunque pensar dónde colocarse anticipadamente sí puede ser de mucha ayuda. 

Pero un pensamiento que siempre aparece es el de hacer trampa, desde agarrarle la camiseta al rival hasta tirarse al césped para cobrar un penal que no es. Ojalá los jugadores fueran tan rápidos para planificar jugadas como para improvisar actuaciones. Otro pensamiento recurrente es el del qué dirán. Toda la familia y amigos están mirando. Al igual que miles de personas que alientan al equipo contrario y que si te llegan a cruzar en la calle, están dispuestas a hacer los chistes más crueles en caso que el jugador pierda.

No hay que tener pensamientos de vergüenza. No hay que temer a que en un remate la pelota se desvíe y le pegue a un fotógrafo. Ellos saben sus riesgos. Ni tampoco a rebotar contra un cartel publicitario. Un jugador no se convierte en goleador teniendo vergüenza. Hay que ir todo, sea como sea. Eso es lo único en lo que hay que pensar dentro de la cancha. Ojala todos los goles fueran prolijos y bonitos, pero preocuparse del estilo dentro de la cancha está de más. Muchas veces se pierden oportunidades por intentar hacer una jugada que luzca asombrosa en lugar de simplemente patear al arco.

Pensar en cuando se erra un gol es otro grave error, hay que olvidarse cuanto antes y seguir adelante. Aunque uno estalle de bronca por dentro, hay que olvidarse del destino, de la mala suerte y seguir buscando otra oportunidad de gol. Además si uno se desanima le contagia eso a sus compañeros y los rivales lo notan y obtienen una ventaja.

Isidro Migallón
Especialista en Marketing Online y psicólogo. Si tú también eres psicólog@ y haces click en mi nombre, descubrirás un regalo que te he preparado.