Como psicóloga clínica que soy, cuando el 14 de marzo, el gobierno decreto el estado de alarma mis pensamientos fueron a parar a las personas que padecen una (o en algunos casos, varias) enfermedades mentales. ¿Cómo iban a poder manejarse en esta situación?
Al igual que las personas con enfermedades físicas preexistentes tienen más probabilidades de enfermarse físicamente por el coronavirus, las personas cuya salud mental está comprometida tienen también un mayor riesgo de experimentar un empeoramiento de la enfermedad mental a causa del coronavirus.
No importa cuál sea la enfermedad mental que padecen, podemos pronosticar que habrá un empeoramiento de esta.
Enfermedad mental y ansiedad
La ansiedad ha estado muy presente en todos nosotros durante esta crisis del COVID-19. Es comprensible y se espera que las personas experimenten preocupación y estrés en estos momentos.
Sin embargo, para las personas que viven con problemas de salud mental, esta ansiedad puede tener un impacto mucho mayor, y como decía antes, puede suponer un empeoramiento de la enfermedad mental que ya padecían.
Por otro lado, ahora que estamos en las primeras fases de desescalada y que podemos salir a la calle con restricciones, muchos pacientes que veo en consulta están teniendo enormes dificultades.
La gran mayoría de la sociedad está cumpliendo con las medidas, sin embargo, hay un porcentaje pequeño que no las cumple. Esto tiene un impacto muy grande para las personas con alguna enfermedad mental.
Tengo pacientes que tienen miedo de salir a la calle, porque les da pavor encontrarse con un corro de personas que no las dejen pasar o tienen miedo de que alguien se les acerque e incumpla la distancia.
¿Nos hemos parado a pensar como se siente una persona con un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) relacionado con el miedo a contagiarse de algún virus en esta situación?
Quizás, se atreva a salir a la calle, pero si alguien se le acerca puede sufrir un ataque de ansiedad o puede irse a casa y no querer salir más a la calle en una larga temporada.
La enfermedad mental relegada a segundo plano, una vez más
No sin cierto dolor, observo cómo en esta crisis del COVID-19 las enfermedades mentales, especialmente las más graves, quedan en un segundo plano.
Estamos escuchando constantemente el mensaje de que el COVID-19 lo está cambiando todo. Y en muchos casos, así es. No obstante, en otras situaciones creo que el COVID-19, simplemente, está acentuando tendencias preexistentes. Esto es así en el caso de las enfermedades mentales graves.
Ha habido innumerables entrevistas a expertos y columnas de opinión sobre los efectos del confinamiento en la salud mental de las personas. Pero, hasta donde yo sé, ha habido muy poco espacio dedicado a hablar sobre el estado de las personas con alguna enfermedad mental grave.
Es más, en varias ocasiones distintos medios se han puesto en contacto conmigo para realizarme entrevistas hablando sobre el coronavirus y los problemas psicológicos que puede ocasionar.
En todas y cada una de estas entrevistas, he puesto el acento en las personas que ya tenían dificultades psicológicas antes de la pandemia y en cómo ésta les afectará.
Por desgracia, en ninguno de los artículos se han mencionado estas palabras en las que tanto hincapié hice. Como decía, este abandono de las enfermedades mentales graves, ya se venía dando desde antes del coronavirus, pero ahora en esta situación tan delicada está siendo más evidente.
Del mismo modo, puedo apreciar este desinterés en cuidar a las personas con enfermedades mentales en que las medidas que se han tomado para reducir los riesgos de propagación (como por ejemplo, el uso de mascarillas, guantes, pantallas, plásticos para tapar el mobiliario…) las hemos tomado sin que nos demos cuenta de que pueden resultar amenazantes para estos pacientes.
Imaginemos cómo se sentirá en este entorno una persona que sufre esquizofrenia paranoide. No digo que en estos casos dejemos de usar tales medidas, sino que lo que pretendo es poner el acento en que ni siquiera nos hemos parado a pensar en cómo esta situación puede afectarles.
También se está hablando mucho sobre la importancia de desarrollar estudios para conocer el impacto de la crisis del coronavirus en la salud mental de la población.
Espero y deseo que haya investigaciones específicas que estudien el impacto del COVID-19 en las personas que padecen enfermedad mental. Desde luego, que los efectos de esta crisis en la salud mental de la población general serán profundos y duraderos, y merecen una atención seria. Pero, no pueden ser el foco exclusivo de la conversación. Tiene que haber un espacio para la enfermedad mental.
Unas últimas palabras
Por último, quiero finalizar este artículo diciéndote que soy muy consciente de que la mayoría de las personas que padecen alguna enfermedad mental van a salir adelante, y también se, que una vez más nos van a dar una lección de valentía y nos van a enseñar a luchar contra la adversidad.
Sin embargo, existe otra triste realidad en la que algunas personas no podrán salir adelante o que si lo hacen, lo harán a un coste muy elevado.
A través de este pequeño artículo he querido poner de manifiesto una realidad que están viviendo muchas personas. Debemos tener presente que no todas las personas están deseando salir a la calle, ir a bares o relacionarse con otras personas. La enfermedad mental forma parte de nuestra sociedad y las personas que la padecen deben tener un hueco en la misma.
Si después de que termine la pandemia queremos construir sociedades más justas, debemos aprender a priorizar las necesidades de las personas que viven con problemas mentales graves.