Las emociones son un aspecto muy importante de la psicología, pues determinan la conducta e incluso pueden llegar a producir reacciones fisiológicas. Una gestión emocional adecuada, tiene como beneficios una inteligencia emocional más desarrollada y una buena salud mental, llena de tranquilidad y paz.
La psicología es uno de los campos más fascinantes de la ciencia y del saber, pues permite conocer y analizar lo que ocurre en lo más profundo de la mente humana. Es una herramienta que, utilizada de la manera debida, puede ser de gran ayuda para eliminar esas cadenas que nos atan, para finalmente alcanzar la tan ansiada paz mental.
Son varios los temas que se analizan en la psicología, como por ejemplo, la conducta, los procesos cognitivos, la atención y mucho más. Uno de los más interesantes y provechosos, es el apartado de las emociones.
Y es que las emociones prácticamente controlan cómo afrontamos la vida diaria. Dependiendo de si estamos contentos, tristes, enojados o excitados, vamos a actuar de forma diferente. Por esto resulta muy importante saber gestionarlas, pues permiten tomar decisiones más inteligentes y echar a un lado esos sentimientos tóxicos o negativos, de una manera efectiva.
Además, conocer los sentimientos interiores, y por qué están allí, ayuda a desarrollar la inteligencia emocional. Esto es de gran utilidad para tener mayor autocontrol, tener relaciones interpersonales más sanas y una gran empatía. Incluso es de gran ayuda para lograr expresar las emociones de una forma mucho más saludable.
Gestionar las emociones de manera correcta tiene muchos beneficios, tanto para uno mismo como para los más cercanos, es la clave para eliminar el estrés y el enojo, encontrando paz y tranquilidad, de una manera más sencilla.
Influye en la conducta
Hablando académicamente, se puede definir a las emociones como un estado psicológico que se forma mediante tres aspectos: una experiencia subjetiva, una respuesta fisiológica y una respuesta expresiva. Esto es según la definición de los psicólogos Hockenbury & Hockenbury (2007).
La primera etapa (la experiencia subjetiva) consiste en experimentar la emoción en un principio, ya sea debido a un estímulo interno o externo. Después viene la respuesta fisiológica, que podría ser por ejemplo, un dolor en el pecho debido a la ansiedad, o “mariposas en el estómago”, por el amor.
El sistema nervioso controla las respuestas involuntarias del organismo, incluyendo las emocionales. Esto es gestionado por el llamado sistema nervioso simpático.
Después de la respuesta fisiológica, viene la conductual o expresiva, que es la misma expresión emocional. Aquí es donde se puede ver verdaderamente la emoción que se siente, y la manera en la que es expresada dependerá mucho de la gestión e inteligencia emocional de cada persona.
Algunas respuestas conductuales son idénticas en prácticamente todas las personas, como por ejemplo, una sonrisa para indicar felicidad o un rostro desanimado para expresar tristeza.
Técnicas de gestión emocional
Gestionar las emociones puede ser complicado en ciertos casos, después de todo, controlan nuestra fisiología y nuestra conducta. Sin embargo, existen ciertos consejos que se pueden seguir para tomar el control de los sentimientos.
Aunque es imposible reprimirlos, estas técnicas permiten evitar que nos consuman por completo. Para evitar que las emociones dominen la conducta se puede aplicar lo siguiente:
- Distracción: una manera inteligente de bloquear una emoción negativa muy fuerte, es simplemente intentar olvidarla antes de que gane intensidad, desviando la atención hacia otros pensamientos más banales. Por ejemplo, en vez de pensar en los problemas del trabajo, se puede recordar que se tiene una fiesta dentro de unos pocos días.
- Expresión: no es sano sepultar las emociones. Lo más recomendable es expresarlas de una forma sana, y una forma muy efectiva de hacerlo, es mediante la escritura de un diario. La misma ciencia avala los beneficios de esta actividad.
- Meditación: utilizar ejercicios de meditación y respiración, puede ayudar a reducir emociones como la ansiedad. Esto es debido a sus propiedades relajantes, que permiten expulsar la negatividad y atraer más positividad.
- Motivación: consiste en reafirmarse a uno mismo sobre las virtudes que se poseen, y pensar en lo mucho que se ha logrado. Por ejemplo, en vez de molestarse porque se haya llegado tarde al trabajo, es mejor pensar que como se tiene el hábito de llegar a tiempo, un solo día de tardanza no será algo muy grave.