Diferencia entre tristeza y depresión
La depresión no es lo mismo que estar triste. Todo el mundo está triste en algún momento de su vida, y la tristeza es algo normal y adaptativo.
Por su parte, la depresión, es totalmente inadaptativa y no es común a todas las personas. Depresión patológica y tristeza normal se diferencian tanto cuantitativa como cualitativamente.
En la depresión la intensidad es mucho mayor que en la tristeza, además hay muchos más pensamientos irracionales que se suelen generalizar a todos los ámbitos de la vida.
Otra diferencia que hay cuando una persona está triste y deprimida, es lo que lo produce. La tristeza normalmente se debe a algún suceso concreto o a varios pero relativamente identificables. Por el contrario, en la depresión la persona no sabe porqué está así.
Realmente lo que ocurre es que se produce la llamada Tríada cognitiva. La persona tiene una visión y pensamientos negativos tanto de sí mismo, como del mundo que le rodea y del futuro.
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Una confusión que crea sufrimiento
Quiero hacer hincapié en este punto ya que es fundamental entender ambos conceptos para salir adelante durante un proceso como el que implica un divorcio. A la depresión se le considera como el cáncer de los trastornos que afectan la psique del ser humano.
Se sabe mucho acerca de ella pero no se ha encontrado algo completamente efectivo para combatirla. Los consultorios de psicólogos y psiquiatras están atestados de personas que padecen depresión en muchas de sus formas. Y una gran parte de esas personas acuden a terapia deprimidas por la separación de su pareja.
Un punto fundamental es que conviene aclararte la diferencia que existe entre la depresión y la tristeza natural que conlleva un divorcio. Para empezar debes saber que la tristeza es una emoción normal originada por apreciaciones realistas producto de sucesos que implican una pérdida o una desilusión desde una forma objetiva y sin maquillajes. Es natural que nos embargue la tristeza si perdemos a alguien querido, es incluso necesario vivir este proceso.
Por otro lado con la depresión no es así, no es para nada un proceso benéfico ya que es un trastorno que casi siempre (salvo casos neurológicos o traumas psíquicos severos), tiene sus raíces en traducciones equivocadas y percepciones erróneas de uno mismo o su situación.
En el caso de un divorcio, por ejemplo, sería lógico pensar: “Se ha ido, voy a extrañar el amor y todo lo que teníamos juntos”, lo cual genera una normal sensación de tristeza que te servirá para poner un alto, comenzar tu proceso de duelo necesario y replantearte un nuevo significado de lo que has vivido.
Pero, si en vez de ello te sitúas en un pensamiento del tipo: “Con su partida mi felicidad se acabó para siempre, ya no soy nada sin su presencia y no podré salir de esto”, lo que harás será generar sentimientos de derrota y desesperanza que te afectarán en otras áreas de tu vida, los cuales de perpetuarse, podrían llevarte a un estado depresivo.
Las tres diferencias
La primera diferencia radica entonces en la distinta percepción de la situación actual con respecto a la realidad que sí estás atravesando. La tristeza normal se centra en el hecho y la depresión en tus miedos acerca de ese hecho.
La clave está en no dejarte dominar por esos miedos y situarte en el hecho, aquí y ahora: Estoy divorciada (o), punto. Ni más ni menos. Ahí es donde tienes que parar el pensamiento.
Otra enorme diferencia entre la tristeza y la depresión es que la primera es transitoria, lo que quiere decir que tiene un límite de tiempo. No se queda más allá de lo necesario para acelerar un proceso de sanación.
En cambio, la depresión tiende a perdurar y se obstina en la repetición provocando un círculo vicioso: A más depresión más sentimientos y pensamientos nocivos y viceversa. Aquí es donde radica el estancamiento de la persona, ya que al caer en este patrón se vuelve muy difícil poder vislumbrar una salida lo cual es una carga bastante pesada.
Así que no te tienes que pelear con la tristeza cuando llegue, acepta que es parte del camino. Eso sí, ten cuidado de no extra limitarte en el tiempo que te quedas en ella, podría convertirse en depresión. Ahondaremos más en esto al llegar a la parte del duelo amoroso.
La tercera diferencia –y desde mi punto de vista la más importante-, es que la tristeza no se mete con la autoestima del individuo, mientras que una característica fundamental de la depresión es detonar una disminución en el concepto de valía personal.
Esto sucede porque cuando te sientes deprimido(a), los pensamientos y sentimientos negativos invaden prácticamente todo tu mundo. Empiezas a creer que las cosas a futuro son aciagas e, incluso, al voltear a ver el pasado solamente recuerdas las cosas negativas que te acontecieron. El resultado es una sensación de impotencia ante ello.
Pero recuerda que los sentimientos no son hechos. Aunque parezcan reales, son sólo una mala imitación y puedes cambiar eso. Además, contrariamente a lo que puedas creer, la autoestima no sólo se refiere al hecho de “sentirse bien”. Se trata de una necesidad mucho más profunda que es difícil satisfacer por medios superficiales.
Existen algunos tests online que nos pueden dar una orientación sobre cuál es nuestro estado emocional. Este Test de Depresión es un buen ejemplo.
La incumbencia de la autoestima
“Probablemente el juicio de valor más importante y que afecta directamente su desarrollo emocional, es el juicio que hace una persona de sí misma, por lo que es fundamental poseer un equilibrio en esta cuestión.
Un deterioro en la autoestima, sin embargo, no sucede de la noche a la mañana por un evento traumático como pudiera ser un divorcio, sino que se va gestando a lo largo de una serie de pensamientos y creencias irracionales a lo largo de la vida y que no están en sintonía con lo que el individuo es en realidad”.
“Hace tiempo una paciente con severas fallas en su autoestima y que seguía repitiendo las mismas equivocaciones, una y otra vez, con sus parejas lo que inevitablemente provocaba que éstas se alejaran de su lado, me decía con toda la candidez de su ignorancia en la cuestión”:
“-Doctor, en ocasiones algunas personas me han dicho que no son ellos (sus parejas) los que tienen algo que resolver, sino que soy yo la que tiene un problema al respecto, ¿será que es cierto? ¿Que soy yo la del problema? – me decía con la cabeza baja”.
“-Por supuesto que eres tú la del problema – le respondí francamente -Ellos solamente son las variables de la ecuación, pero la constante, la que da la respuesta a la fórmula eres, en efecto, tú”.
“Si esta debacle es, por tanto, resultado de las equivocaciones y engaños que te haces a ti mismo, ¿cómo empezar a subsanar esto? Piensa en lo siguiente. ¿Qué sucede contigo cuando tus estados de ánimo son tan buenos que los puedes catalogar como extraordinarios?
¿Acaso eso probaría que ese estado de felicidad es lo que te hace ser excepcionalmente valioso? ¿Si no tuvieras ese estado de felicidad de vez en cuando significa que no vales nada? No, ¿verdad? Entonces ¿por qué cuando los estados de ánimo son lamentables o aciagos insistirías en creer que no tienes valor alguno?”.
“Tus sentimientos no determinan tu valor, simplemente muestran un estado variable de bienestar o malestar. Así que pon atención, en particular durante las primeras etapas de este camino que has empezado a andar, en cuanto a darte permiso para sentir la tristeza saludable que te embargará y a tener cuidado en no perpetuarla con distorsiones y correr el riesgo de transformarla en depresión”.
Hasta la próxima.
(Este fragmento ha sido tomado del libro Supera tu divorcio ¡Ya! – claves para salir adelante tras la ruptura de pareja, de editorial Pax, pp. 17 – 20, con el permiso expreso de su autor).