Depresión en el anciano: Síntomas, Tratamientos y Cuidados

La depresión en el anciano se está convirtiendo en un problema al que deberíamos prestar más atención. Junto con la demencia, la depresión es la enfermedad mental que aparece con más frecuencia en ancianos.

A diferencia de lo que puede ocurrir con otros grupos de edad, cuando un anciano sufre depresión es más difícil de detectar. Es posible que esto ocurra porque con el paso de los años se produce un descenso de las actividades que realiza una persona y este hecho puede enmascarar los síntomas propios asociados con una depresión.

Además, la depresión en la tercera edad suele considerarse más grave y con un riesgo superior de suicidio. Por tanto, se trata de un problema que puede y debe ser abordado. Por si fuera poco, la propia depresión puede acentuar y complicar otras alteraciones de la salud propias de la tercera edad, lo cual además tiene un gran impacto sobre los recursos sanitarios.

¿Cuáles son las causas de la depresión en ancianos?

La depresión suele estar originada por diversos factores. En el caso de los ancianos hay que hacer referencia tanto al entorno psicosocial como al estado físico y a la propia biología.

El envejecimiento del cuerpo humano trae consigo la aparición de enfermedades físicas y la dificultad por realizar actividades que antes no suponían ningún esfuerzo. En el aspecto psicosocial puede haber una disminución del soporte de amigos y familiares, ya sea porque ya han fallecido o porque han formado sus propias familias.

En un intento de mejorar la calidad de vida de los ancianos podemos encontrar a la empresa Qida que ofrece un modelo de atención domiciliaria para personas de la tercera edad. Elsa Sánchez Peña, es una de las trabajadoras de esta empresa y que ha trabajado con anterioridad con personas de la tercera edad que padecían depresión, desde su experiencia afirma que «Es importante que estas personas se sientan acompañados y apoyados. He vivido situaciones estresantes, pero es importante mantener la calma y saber gestionar la situación, tu nivel de estrés no puede ser superior al de ellos»

 Síntomas de la depresión en ancianos

Aunque existe cierta homogeneidad de síntomas en la depresión, independientemente del momento de la vida en el que aparezca esta enfermedad, sí que existen una serie de características especiales sobre la depresión en el anciano

Tendencia a mostrar escasa tristeza y dificultad para reconocer los propios síntomas

El propio paciente puede llegar a normalizar sus síntomas depresivos y a no darles la suficiente importancia basándose en la creencia imprecisa de que la vejez va asociada a deterioro. Esto puede hacer que niegue su propio sufrimiento y por tanto no esté dispuesto a solicitar ayuda. La creencia de que la depresión es una consecuencia lógica del envejecimiento está muy extendida (incluso entre el personal sanitario) y sin embargo no está respalda por los datos clínicos.

Tendencia al aislamiento

Hasta cierto punto la vejez puede aumentar el deseo de soledad. Sin embargo, es necesario estar al tanto de si se trata de un aislamiento comprensible y por el contrario la persona comienza a ausentarse de ciertos actos como comidas familiares, celebraciones, cumpleaños, etc.

Mayor aparición de trastornos de conducta

Puede haber agresividad (tanto física como verbal), irritabilidad, mal humor, trastornos de la conducta alimentaria, incluso la aparición de delirios o síntomas psicóticos.

Tratamientos y cuidados

El tratamiento farmacológico de la depresión en ancianos suele estar formado por medicamentos antidepresivos (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina) y en algunos casos pueden combinarse con ansiolíticos para favorecer el descanso.

La actividad y la realización de ejercicio con cierta regularidad también son unos grandes aliados a la hora de evitar la aparición de una depresión o como tratamiento para la misma.

El ejercicio físico puede ayudar al anciano a recuperar en sí mismo una confianza que ya creía perdida con la realización de pequeños retos que pueden convertirse en un plus de motivación.

La actividad física supone una gran distracción para alejar la mente de pensamientos negativos que alimentan la ansiedad y la depresión. Además, puede convertirse en una fantástica oportunidad de socializar y de conocer a otras personas que con el tiempo pueden llegar a ser un importante apoyo socioafectivo.

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