La sociedad actual en la que vivimos, se convierte en muchas ocasiones en la sociedad del estrés. Vamos a toda prisa a todas partes, queremos llegar a todo a tiempo, no nos gusta dejar pasar oportunidades y trasladamos esta manera de hacer y pensar a la educación que impartimos a nuestros hijos.
Intentamos que tengan todo lo que ellos deseen y nos piden, les atiborramos de juguetes y les acostumbramos a que se pueda obtener prácticamente todo lo que les apetece.
En la mayoría de celebraciones de cumpleaños de niños, el protagonista acaba con una media de 15 a 20 regalos. Normalmente son niños de 4 a 10 años y lo consideran como algo “normal”. ¿Creemos de verdad que un niño de estas edades es capaz de procesar y asimilar esa cantidad de información?
Nos dedicamos a “prepararlos” desde muy pequeños para ser “algo en la vida”. Ponemos unas altas expectativas que han de satisfacer, de manera que muchas veces desde edades muy tempranas alargan su jornada escolar con todo tipo de actividades extraescolares.
Ya desde la guardería se enfrentan diariamente a una dura jornada “de trabajo” que en edades muy tempranas les separa de su familia y su figura principal de apego (normalmente la madre) para sumergirles en un entorno extraño y exigente que le inculca conceptos y les prepara para “llegar a ser”.
En algunos casos los niños permanecen en el entorno escolar desde las 8 de la mañana hasta las 6 de la tarde, en una jornada plagada de materias, aprendizajes y estímulos de todo tipo que le bombardean a todas horas.
¿Dónde queda el tiempo para el relax, para descansar, para jugar, en definitiva para ser niño y disfrutar?
El entorno que rodea a nuestros hijos la mayor parte del día puede llegar a ser sumamente estresante, frío y vacío para un ser en evolución y es un caldo de cultivo para futuros trastornos mentales o problemas de comportamiento o aprendizaje.
El exceso de estímulos y de actividades a realizar dificulta el procesamiento adecuado de la información y provoca un estrés que se va acumulando y que puede llegar a repercutir en el desarrollo de futuros problemas psicológicos. De hecho está demostrada la alta correlación entre un exceso de estrés durante la infancia y el aumento de problemas psicológicos.
En más de una ocasión he oído a algún progenitor explicar con detalle el apretado horario de su hijo, añadiendo con orgullo que “no le quedaba ningún día libre” y que cada tarde la llenaba con alguna que otra actividad extraescolar, para “prepararle” para su futuro.
En otras ocasiones algunos padres añadían alguna actividad al calendario de su hijo porque no había superado una determinada nota en esa materia en la escuela, y que aunque al niño no le gustaba demasiado, “había que mejorar y llegar al excelente”.
Estos niños se ven obligados a crecer más apresuradamente, pierden el interés rápidamente por cualquier novedad y por el entorno, intentan adaptarse a las altas expectativas que sus padres depositan en ellos y a asumir responsabilidades para las cuales aun no están preparados.
Conforme van creciendo se irá instaurando en ellos la sensación que no son lo suficientemente buenos y que tienen que dar más (incremento de la auto exigencia). Su autoestima se verá dañada y puede desarrollar complejo de culpabilidad por no estar a la altura de lo que se espera de él.
El exceso de información, estimulación, velocidad y estructuración al que sometemos a la niñez pueden acarrear un sin número de enfermedades psicológicas, además de matar la creatividad innata que todos poseemos. Debemos protegerles además de enfermedades y daños del posible desequilibrio emocional y mental.
Los niños deben tener tiempo de explorar, de aburrirse, de crear y sobretodo correr y jugar para liberar tensiones y preocupaciones.
Cada niño tiene su propio ritmo de desarrollo y aprendizaje, es importante respetarlo y no agobiarlo.
Además todos tenemos materias que nos gustan más que otras. Es mucho más importante motivarle en aquellas asignaturas en las que sobresale que reforzar aquellas que le cuestan más. A veces es mejor disminuir las expectativas sobre su desempeño escolar. Le estaremos dando el mensaje que creemos en él y le apoyamos y su autoestima saldrá reforzada.
En lugar de realizar actividades extraescolares “para matar el tiempo”, les motivara mucho mas pasar tiempo con sus padres o realizar alguna actividad conjunta con ellos en un medio donde puedan encontrarse el uno al otro y comunicarse.
Volver en definitiva a la niñez de antaño y sobre todo a la hora de estar con nuestros hijos “conectar con nuestro niño interior”.
Revisión bibliográfica
- Comeche,M.I., Vallejo, M.A.(2012). Manual de terapia de conducta en la infancia. Madrid: Dykinson
- Etxebarria et al(2008). La crianza y educacion de los hijos en la sociedad actual: ¿lo estamos haciendo bien?. Revista de psicologia social 24(01)
- Fernandez, Lourdes Espinosa. Ansiedad infantil e implicacion de los padres: una revision. Behavioral Psychology/Psicologia Conductual1 (2009): 67+. Academic OneFile.