Cómo detectar tus creencias irracionales

No es tan importante lo que nos pasa, como de qué manera lo percibimos, interpretamos, asimilamos y aprovechamos para el futuro.

Y en ese proceso juega un papel clave nuestro sistema de creencias: ideas preconcebidas sobre uno mismo, los demás y la vida o el mundo.

El psicólogo Albert Ellis, creador de la TRE (Terapia Racional Emotiva) encontró una serie de creencias irracionales bastante comunes y que provocan emociones dolorosas intensas y hábitos disfuncionales e insanos. Podemos resumirlas en 3 grupos:

 Creencias irracionales

    • “Debo hacer las cosas bien y merecer la aprobación de los demás por mis actuaciones”.
  • “Los demás deben actuar de forma agradable, considerada y justa”.
  • “La vida debe ofrecerme una condiciones buenas y fáciles para que pueda conseguir lo que quiero con comodidad y sin mucho esfuerzo”.

Todo esto es muy bonito, ¿pero por qué son irracionales estas creencias? Porque el mundo no funciona así. Las cosas no siempre nos salen bien, e incluso saliéndome bien hay veces que nadie me lo va a reconocer, y el mundo no va a ser siempre un lugar justo y cómodo por mucho que nosotros creamos que debe ser así.

¿Cuál es el problema de tener estas creencias muy interiorizadas?

Que cada vez que fallemos, o los demás se comporten mal con nosotros, reaccionaremos con una emotividad negativa exagerada (depresión, ansiedad, ataques de ira) y nuestra respuesta se volverá desadaptativa: bajaremos los brazos, evitaremos reuniones sociales, renunciaremos a cualquier proyecto ante la primera dificultad…

Y es que:

La adversidad forma parte de la vida

Se puede tener una vida plena y llena de bienestar a pesar de aquella, pero si no aprendemos a tolerarla… difícilmente.

Robert Ellis nos guió a través de su investigación y obra para que detectáramos qué ideas preconcebidas y distorsionadas habíamos asimilado a través de la interacción con el ambiente (aprendizajes vitales, modelos educativos…) y viéramos cómo influían en nuestra forma de sentir y actuar, provocándonos malestar. Sin embargo, aunque el “darse cuenta” es necesario… no fue suficiente.  

Más allá de Albert Ellis

Hoy día podemos detectar múltiples “creencias tóxicas” en el mundo que vivimos. Provienen de diversas fuentes como pueden ser las costumbres, los valores de una sociedad, los medios de comunicación, el cine, la religión o la política. Y “contaminan” diferentes áreas de las personas. Por ejemplo:

  • El amor. Debo encontrar mi media naranja, los celos son románticos, hay que estar siempre juntos para quererse…
  • La autoestima. Hay que tratar de ser perfecto, debo ser delgada y joven para ser atractiva, si fallo soy un fracasado…
  • Las relaciones humanas. Si no piensa como yo está equivocado, lo distinto es malo, lo de fuera es peligroso…

Estas creencias son el pilar base de una serie de pensamientos disfuncionales que son automáticos y muchas veces no detectamos. Por ejemplo: “Si no quiere estar conmigo no me quiere, para qué lo voy a intentar, no creo que me caiga bien…” Estos pensamientos hacen mucho daño, provocan fracaso en las relaciones, automachaque y conflictos.

Pero no basta con detectarlos para vencerlos. Yo puedo no creer en fantasmas y, sin embargo, esconderme tras las sábanas al oír un ruido en medio de la noche. Estas creencias, aunque reconozcamos su irracionalidad, llevan años influyendo en nuestros hábitos y emociones, y las respuestas son automatizadas.

Por eso insisto en que, saber que están ahí y que nos están condicionando, no es suficiente. Hay que obligarse a hacer lo contrario a lo que te piden. Porque detrás de cada creencia irracional o pensamiento sesgado, suele haber una petición: “No le dejes salir con sus amigas, rechaza emprender ese proyecto, no hables con él”. Haz lo contrario. Y luego evalúa las consecuencias con sentido común: si fueron positivas, ¡estupendo!, si no lo fueron, examina las causas y saca un aprendizaje útil.

 Después de todo, sólo si te enfrentas a tus fantasmas podrás descubrir de una vez por todas, que no existen.

David Salinas
Psicólogo y escritor, autor de "La Dictadura de la Felicidad".