Las diferentes caras del miedo

Tener miedo es algo natural, una respuesta adaptativa que nos pone alerta frente a la posible existencia de un peligro.

Si no existiera el miedo el ser humano no hubiera sobrevivido hasta la actualidad. Seguramente nos habrían comido los leones o hubiéramos puesto más bombas atómicas sin pensar en las consecuencias.

Tener miedo es bueno, es útil. Pero estoy hablando de tener miedo a caernos de sitios altos, a los animales salvajes, a comer algo venenoso, a caminar solos por sitios en los que frecuentan secuestradores y traficantes de órganos, a arriesgar todo nuestro dinero en bolsa, etc… Estoy hablando de miedos reales a peligros objetivos que ponen en juego nada menos que nuestra supervivencia. Y por ahora queremos seguir viviendo ¿no es así?

Pero ¿Qué ocurre cuando tenemos miedo a peligro que no son reales, que es tremendamente improbable que ocurran o que en el caso de que ocurrieran tampoco tendrían consecuencias tan terribles?

Estoy hablando de miedo a estar solos, a tener una conversación incómoda, a aceptar esa nueva oferta de trabajo, a tener un hijo, a montar en avión, a hacer ese gran viaje, a montar ese negocio etc… Miedo a cosas que sabemos que nuestra calidad de vida mejoraría enormemente si las hiciéramos y que en el fondo queremos hacer pero nos aterra la idea de que puedan salir mal.

Aquí es cuando el miedo se convierte en un arma de doble filo y pasa de salvarnos la vida a bloquearnos, limitarnos y angustiar nuestra existencia.

Estamos muy condicionados desde que nacemos y nos han enseñado que una infinidad de cosas son peligrosas, así que es lógico que cuando queramos hacer cambios en nuestra vida,o salirnos un poco del camino establecido, sintamos cierto vértigo y pensemos en alguien a quien las cosas no le salieron como esperaba.

Una de las cosas que más nos aterran es la incertidumbre, no saber qué va a pasar a partir de ahora nos da un miedo infinito así que muchas veces elegimos la comodidad teñida de infelicidad que la temida incertidumbre.

No voy a decir que no existan riesgos en la vida, mentiría, pero sí que me atrevo a afirmar que si tratamos de correr los menos riesgos posibles lo más probable es que pasemos por el mundo sin pena ni gloria. De hecho cada vez que salimos de casa corremos innumerables peligros: nos puede atropellar un coche, se nos puede caer un tiesto en la cabeza, nos pueden matar, violar, atracar y un infinidad de cosas más. Sin embargo no solemos vivir con miedo a salir a la calle ¿no?. El hecho de existir implica estar en constante peligro.

Sin embargo mi intención en este artículo no es enseñarte a vencer esos miedos, hay un paso previo, aprender a detectarlos. El miedo no siempre se manifiesta como tal, es complicado (aunque a veces pasa) oir a alguien decir «sé que esto es lo que tengo que hacer, lo quiero hacer pero tengo un miedo terrible». Normalmente el miedo toma otras caras más sutiles y que no tienen asociada la palabra cobarde. No nos gusta sentirnos cobardes, no nos gusta saber que tenemos que hacer algo pero no nos atrevemos, así que la mayoría de las veces el miedo se manifiesta de forma más sutil.

Las diferentes caras del miedo

1. Negación

Negamos la existencia del problema, si no existe ningún problema no hay nada que cambiar ni nada a lo que temer. Si admitiéramos nuestra realidad probablemente tendríamos que hacer cosas que nos dan miedo o que implican incertidumbre, por lo tanto es más fácil pensar que todo está bien como esta. ¿Qué es lo que suele pasar? Que la situación termina explotando por algún lado o llega un momento en el que es imposible seguir desviando la mirada.

2. Pesimismo

“¿Para qué voy a intentarlo si me va a salir mal?” “Tal y como está la situación sería una locura montar un negocio” “Seguro que si acepto la nueva oferta de trabajo me despiden a los dos días y me quedo en paro” Si todo va a salir mal ¿Para qué actuar?

Al fin y al cabo ser pesimista es una manera de decir «tengo un miedo horrible a que las cosas salgan mal.»

3. Optimismo

Pesimismo y optimismo pueden ser dos caras de la misma moneda. Pensar que al final las cosas al final se arreglarán solas porque el destino tiene para ti una recompensa es lo mismo que cruzar los dedos para que la situación se resuelva por sí sola, sin tener que tomar decisiones ni emprender acciones por iniciativa propia.

4. Excusas

Nos encanta ponernos excusas a nosotros mismos. Somos expertos en ello. No es el momento, soy muy mayor, soy muy joven, hace demasiado calor, demasiado frío, esto no es para mí, necesito ser más listo, más tonto, más guapo, más feo ¡Da igual! Podemos ponernos infinidad de excusas y realmente creérnoslas con tal de no admitir que nos da miedo hacerlo y que esas excusas no tienen sentido alguno.

5. Resignación

La resignación es un suicidio cotidiano. Estoy hablando de conformarse excesivamente, de asumir que las cosas son como son porque es lo que me ha tocado vivir y no me merezco más o porque como ya lo he intentado otras veces ahora no será diferente. Resignarse es dejar de intentarlo, ya que asumimos que hagamos lo que hagamos las cosas no van a cambiar.

Espero que este artículo pueda ayudarte a detectar el miedo cuando te muestre una de sus caras. Cuando lo detectes pregúntate ¿A qué le tienes miedo? ¿Es más peligroso que seguir vivo un día más?

Te animo a que le eches un vistazo a mi blog Psicorumbo y que te suscribas a él para recibir un audio de relajación guiada y el ebook “10 pequeñas pautas para generar un gran cambio en tu vida» además de un artículo semanal sobre diferentes temas relacionados con la psicología.

Miriam Martin Canales
Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid.