¿Qué es la memoria selectiva?

El sistema de memoria constituye un proceso psicológico complejo que conforma una parte elemental de nuestra inteligencia y resulta absolutamente necesario para nuestro desarrollo. El aprendizaje o nuestro comportamiento como seres sociales, entre otras cosas, dependen de nuestra memoria.

La principal función de la memoria es la de gestionar información. Este proceso psicológico se divide fundamentalmente en tres partes: primero se produce el procesamiento de la información para que esta pueda ser almacenada; después se almacena esta información en el cerebro; y, por último, se recupera esta información cuando es necesario (el recuerdo).

Evidentemente, ningún ser humano puede gestionar de este modo toda la información -intelectual, emocional, sensorial, etc.- a la que está expuesto. Es necesario “cribar” esa información; un cribado que, en buena parte, moldea la personalidad e identidad de cada persona y, al mismo tiempo, depende de esa personalidad e identidad.

Tanto la memoria como la atención tienden a ser selectivas. Del mismo modo en que no podemos retener toda la información que procesamos, tampoco podemos prestar atención a todos los estímulos que nos rodean.

Así como podemos hablar de distintos tipos de memoria como, por ejemplo, la memoria a corto y largo plazo, o la memoria icónica (visual) y ecoica (sonidos), en realidad, cuando hablamos de memoria selectiva no nos referimos a un tipo de memoria, sino a una característica de esta.

Cómo funciona la memoria selectiva

Nuestra memoria tiende a conservar aquella información que le resulta más útil o significativa, y desecha aquella que considera menos relevante. A la hora de realizar este tipo de “consideraciones”, entran en juego diversos factores que dependen de la personalidad de cada uno. Por ese motivo, puede que un hecho protagonizado por dos personas sea recordado por una de ellas y no por la otra, puesto que mientras que para una fue un evento relevante o significativo por el motivo que sea (muchas veces no somos conscientes de por qué), para la otra no lo fue.

Por lo general, como señalábamos antes, la memoria siempre tiende a ser selectiva. Sin embargo, popularmente se suele hablar de memoria selectiva cuando nos referimos a hechos especialmente destacados.

Es común, como un mecanismo de protección al dolor, la tendencia a evitar recordar las cosas malas, y sí retener una visión clara -más o menos fiel a los hechos- de las buenas. Ocurre lo mismo con cuestiones relacionadas con la suerte o con el azar, conceptos que a veces se confunden; en la suerte, hay margen para la intervención humana, la buena o mala suerte puede depender de lo que hagamos con ella, sin embargo, el azar o la aleatoriedad es un fenómeno natural que no podemos modificar.

Si alguna vez, en un sorteo para el que hemos comprado varias papeletas, tenemos algún boleto premiado -algo que depende totalmente del azar-, es probable que recordemos al menos en qué número terminaba ese boleto (incluso puede que la próxima vez volvamos a comprar la misma terminación), pero seguramente nos resulte imposible recordar el resto de números.

Sucede lo mismo con juegos como el poker, en los que, aunque interviene la suerte, su dinámica y desarrollo dependen de las probabilidades matemáticas y la habilidad de cada jugador. En estos juegos siempre recordaremos ese as que apareció como por arte de magia cuando apenas había un 5% de probabilidades de que apareciese, pero olvidaremos todas las manos en las que se cumplieron los pronósticos.

Memoria selectiva y personalidad

La memoria selectiva está ligada en gran parte a la propia experiencia y, por lo tanto, es dinámica, aquello que recordamos depende de aquello que vamos viviendo. Se va transformando según nuestras experiencias, intereses y vivencias, de manera que lo que fue relevante en un momento determinado, puede no serlo más adelante.

Si volvemos a obtener boletos premiados con distintas terminaciones, es probable que ya no recordemos cuáles eran, solamente el que nos impactó la primera vez. Y si jugamos con frecuencia al poker, cada vez nos encontraremos con más manos “mágicas” y solo recordaremos aquellas que nos resulten más extraordinarias.

Según los hallazgos de la neurociencia, la memoria es selectiva porque vincula la memoria declarativa (la que almacena información sobre hechos -episódica- y sobre significados -semántica-) con la memoria implícita (almacena información de manera inconsciente, es el tipo de memoria, por ejemplo, que nos permite desarrollar habilidades como montar en bicicleta, un aprendizaje que se interioriza hasta que dejamos de ser conscientes de él). De este modo, en las selecciones que realiza nuestra memoria intervienen tanto nuestra historia vital como nuestra subjetividad; ambas conforman ese almacén de recuerdos que es único en cada ser humano.

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