Mareos por ansiedad: Por qué se producen y cómo combatirlos

La OMS cifraba en 2017 que más de 260 millones de personas padecían de ansiedad. Es uno de los trastornos psicológicos más extendidos. Con una alta probabilidad, todos, hemos sufrido o sufriremos a lo largo de nuestra vida alguna situación que nos haya hecho sentir ansiedad.

Ahora bien. Esto es normal. Y necesario. Cierto grado de ansiedad es adaptativo para asegurar la supervivencia y mantener la vigilancia en determinadas situaciones. ¿Qué sería de nosotros si no sintiéramos ansiedad al ponerse un tigre delante de nosotros?

¿Cuándo la ansiedad se convierte en trastorno?

Cuando la reacción de alarma la activamos ante estímulos cotidianos inofensivos y nos hace que este estado sea el que dirige nuestra vida. Nos provoca sufrimiento: actuamos distinto, pensamos siempre de forma negativa y nuestro cuerpo responde y enferma, si se mantiene a largo plazo.

Cuando estamos ansiosos estamos anticipando hechos que interpretamos como peligrosos (a veces, reales; a veces, inexistentes).

Sufrimos ansiedad por la interpretación que realizamos de los hechos, porque pensamos que no disponemos de los recursos suficientes para hacerles frente y las consecuencias siempre serán fatídicas.

Los síntomas de ansiedad se manifiestan a nivel cognitivo (pensamientos/imágenes),  fisiológico (sensaciones físicas) y motor (lo que expresa nuestra conducta que los demás pueden ver).

Veamos un ejemplo:

Imaginemos el caso de una persona que tiene un alto grado de tensión prolongado en la última temporada por un exceso de demandas cotidianas. Uno de esos días ocurrió un episodio que catalogaremos como desagradable.

Veremos que pasó: tenía que entregar tres informes a su jefe, dos reuniones, uno de los informes no cumplió las exigencias de su jefe y no fue demasiado amable con él, tenía que recoger a sus hijos y llevarlos a sus respectivas actividades extraescolares, comprar un regalo a su esposa por el aniversario, recoger su traje de la tintorería y lavar el coche porque al día siguiente tenían boda.Un día completo.

En el lavadero comenzó a sentir, de nuevo, palpitaciones, sudor…Síntomas fisiológicos que estaba teniendo últimamente. A nivel cognitivo era algo que le atemorizaba, pensaba que le iba a dar un infarto e imaginaba a su mujer viuda y con hijos.

Esto no había compartido con nadie, y le hacía a nivel conductual estar más serio, distante de lo habitual. Ese día, en el lavadero, finalmente sufrió un mareo por ansiedad.

En este artículo nos vamos a centrar en las manifestaciones fisiológicas.

Hay diferentes manifestaciones de este tipo por ansiedad: tensión muscular, palpitaciones, náuseas, molestias gastrointestinales (exceso de orina o de defecación), sudor, escalofríos, dificultad para conciliar o mantener el sueño…Nosotros nos centraremos en los casos de mareos por ansiedad.

¿Por qué se producen los mareos por ansiedad?

La respiración es el centro de la cuestión. Cuando percibimos una amenaza, se produce una hiperventilación inconscientemente, aumentando el número de inspiraciones por minuto. Se eleva el nivel de oxígeno (O²) en sangre, disminuye el dióxido de carbono (CO²) en sangre.

Nuestro cuerpo intenta obligarnos a que bajemos el ritmo de la respiración para volver a equilibrar los niveles de oxígeno y de dióxido de carbono, con una sensación de ahogo que puede agravar más la situación pensando que algo grave nos está pasando.

Si la situación se prolonga, y se descompensan más los niveles, la sangre se vuelve alcalina y nos produce el mareo, la visión borrosa, aturdimiento, hormigueo…Aunque son muy incómodos y a las personas que lo padecen les afecta en su seguridad, no son peligrosos para la salud.

Para nuestros antepasados esto era muy útil. Ese oxígeno se dirigía a una movilización rápida. Estaban listos para huir o atacar ante un tigre, como dijimos antes.

En la actualidad, ese tigre lo hemos creado en la significación que le hemos dado a una exposición en público, una reunión o nuestro alto ritmo de vida…Rara vez nos enfrentamos a peligros reales en nuestros días.

¿Qué hacer para sentirnos mejor?

En primer lugar, señalar una de las primeras técnicas que se suelen aplicar cuando las personas tenemos las primeras interacciones con la ansiedad. Lo primero que se suele hacer es lidiarla en silencio, en algunos casos, e intentar disminuir el malestar que nos provoca el estímulo desencadenante a través de la evitación.

Volvamos a nuestro ejemplo, el padre de familiar, desde ese fatídico día, no quiso volver al lavadero. Le pedía a su esposa que lo llevara ella.

Le disminuyó la ansiedad pero de forma engañosa y peligrosa, a largo plazo. Es decir, evitar hace que ese evento o estímulo tome más fuerza en nuestra mente.

Debemos enfrentarnos a nuestros estresores, habiendo adquirido las técnicas adecuadas, de este modo frenamos la ansiedad y reforzamos nuestra autoestima.

A continuación hablaremos de esas herramientas:

La Respiración

Como hemos comentado es clave dominar nuestra respiración. Parece sencillo. Podríamos decir que “nacemos enseñados”. Y ahí radica la cuestión: funcionamos con el piloto automático también aquí. Dedícate unos minutos al día a parar y a observar tu respiración. Sólo observar. Cómo es. Dónde la notas…

En este punto, encontramos un gran aliado: el mindfulness, o lo que es lo mismo “atención plena”. Este es un estilo de vida. Es estar en el aquí y ahora. Es un estado de no “pre-ocuparse”. Ocuparse cuando el suceso ocurra. No anticiparse. Eso nos hará siempre saborear las cosas buenas cuando nos estén pasando.

Y cuando vivamos sucesos menos positivos, ser conscientes de ello para tomar decisiones que nos generan unas situaciones más agradables. Se ayuda de técnicas como la meditación centrada en la respiración, que es siempre el ancla al momento presente. No te preocupes si al iniciarte con cualquiera de estas técnicas la mente se marcha al futuro o al pasado. Es normal.

Hoy en día, tenemos una fuente de recursos inagotables con meditaciones que te pueden facilitar la tarea: En “youtube” tienes muchas sesiones de relajación a través de la respiración (eso sí, deberás filtrar); hay aplicaciones para móviles o tablets…

Relajación muscular

La técnica por excelencia para la ansiedad es la relajación muscular de Jacobson. Se trata de tensar alguna parte del cuerpo y soltar de forma inmediata.

Así hasta que completemos todo el cuerpo. Lo importante es notar la diferencia entre el estado de tensión y distensión. De esta forma, lo que conseguimos a corto-medio plazo es que la persona sea consciente de cuando se está tensando y pueda ponerle remedio.

Para comenzar a notar resultados se necesitan, aproximadamente, 20 días y practicarlo varias veces al día sin ningún tipo de interrupción.

Realizar deporte. No es necesario que sea extremo. El llamado “power walking” cada vez gana más adeptos por sus beneficios para cuerpo y mente. Donde las sesiones oscilan entre 45 y 60 minutos, y es un caminar consciente donde el ritmo debe ser variable, se debe activar músculos como abdomen y/o glúteos y cuidar la postura corporal.

Cuando lleguemos a casa, nuestra musculatura se relajara tras una sesión de deporte. Una ducha, terminara de relajarnos.

Eliminar el consumo de cafeína, teína, bebidas energéticas

Dado que pueden provocar problemas de ansiedad, o agravarlos. Es una obviedad, pero pensamos que por estar aceptado socialmente o ser parte de nuestro día a día no son dañinos y nada más lejos de la realidad.

Tomar alcohol puede que en un primer momento nos libere de la ansiedad en algunas de nuestras temidas ocasiones pero, además de generar dependencia y extrapolar esa conducta a cada vez que se nos presente un estímulo que nos genere ansiedad.

Asistir a un especialista

En último lugar y no menos importante, asistir a un especialista que nos pueda ayudar a estudiar nuestro caso: registros que nos ayuden a identificar esos estímulos que nos hacen emerger la reacción de emergencia y enseñarnos técnicas eficaces. La Psicoterapia nos ayudará a comprender mejor y a trabajar para eliminarla.

¿Sabemos vivir?

En un mundo en el que estamos rodeados de números es difícil que alguno nos llame la atención. En cifras del año 2017, 260 millones de personas padecían ansiedad. Detengámonos un momento. ¿Sabemos vivir?

Como sociedad, debemos plantearnos todas las situaciones o personas con las que nos comprometemos. Quizás decimos “sí” sin cuestionarnos el coste. Simplemente porque vamos en piloto automático, como ya dijimos antes. Y, ¿qué pasa si no llegamos o si no vamos? ¿Las consecuencias pueden ser tan fatídicas? Y, ¿si haces la prueba…? Probemos a cambiar los “y si…” por los “¿y por qué no? o ¿y por qué?”.

En definitiva, plantearnos una vida más realista en la que conozcamos de nuestras necesidades y fortalezas, nos apoyemos en éstas y, así aumentaremos nuestro bienestar. Nos sentiremos más competentes, mejorando así nuestra autoestima y será un bucle mucho más productivo y satisfactorio para nosotros mismos que vivir en un mundo donde casi todo se percibe como amenazante.

Bibliografía

Donald W. Goodwin, M. D. (s.f.). Ansiedad. Etiología y manifestaciones clínicas. Ediciones Temis.

McCullogh, C., & Mann, R. W. (1991). La ansiedad. Sus formas de manifestación autocontrol y superación. Ediciones Horizonte.

Moreno, P. (2002). Superar la ansiedad y el miedo. Bilbao: Desclée de Brouwer, S.A.

Organización Mundial de la Salud. (9 de Octubre de 2017). Recuperado el 15 de Octubre de 2019, de https://www.who.int/mental_health/es/

Monica Blanco
Psicóloga. Máster en gestión y dirección de RRHH.