La receta de la felicidad

Actualmente está muy de moda la alta cocina, los cocineros de renombre, los programas de cocina y hasta los concursos de cocina. Y es que, la cocina, es parte de nuestra cultura, y comer, es con frecuencia, un encuentro también social, en el cual nos relacionamos con los demás.

Pero hoy no voy a hablar de comida sino de “Alta cocina Psicológica”. Igual que es muy importante, no sólo alimentarnos bien sino disfrutar comiendo, os propongo un “plato” de alta cocina…psicológica. Es un plato sencillo, aunque desafortunadamente, quizá debido a su sencillez, pocos saben dar el punto exacto a su “cocción”. Se trata de una receta que deberíamos consumir a diario para nuestra buena salud psicológica y así ser capaces de disfrutar de los momentos que nos brinda la vida, como comer.

El “plato” deberá llevar los siguientes ingredientes:

Una pizca de humor

Para sentirnos mejor, debemos decir que, gran parte de los sufrimientos no son consecuencia directa de los problemas, sino de nuestra forma de pensar sobre estos. Si conseguimos ver nuestros problemas desde otra óptica, menos terrible, con más sentido del humor, nos situaremos por encima de nuestras preocupaciones y nos será más fácil afrontarlas.

El humor, el reírnos, tiene un valor terapéutico, haciendo que nos sintamos mejor. Como dijo un humorista a principios del S XX: “Sonríe, a pesar de todo”. La realidad de nuestro tiempo es dura, pero el humor, como si se tratase de unas gafas de sol en verano, nos permite mirar de frente a esa misma realidad desde una óptica menos “dramática”, relativizando la realidad.

Una pizca de apoyo social

Estar rodeado de amigos, de tu familia, en definitiva, de las personas significativas para ti. Saber que puedes contar con ellos cuando los necesitas y estar dispuesto, también, a echar una mano cuando te reclaman. Percibir que eres importante y que cuentas para un cierto número de personas, pocas o muchas, pero las suficientes como para no sentirte solo/a y mejorar nuestra salud psicológica. El valioso poder que significa compartir sentimientos, pensamientos o experiencias con las personas importantes en nuestra vida nos asegura, en fin, una vida más placentera y segura.

Una pizca de autoestima

La autoestima es la capacidad que tenemos las personas para valorarnos. La baja autoestima puede ser reconocible por la forma de “hablarnos” tan negativa, fruto de un largo proceso de aprendizaje y de exigirnos demasiado continuamente. Potenciar nuestra autoestima facilitará enfrentarnos con casi cualquier dificultad estando seguros de nosotros mismos, pero sobre todo, no castigándonos tan frecuentemente. Se trata de cuidarnos o mimarnos un poco más, mediante autoverbalizaciones del tipo: “Soy bueno/a y puedo conseguirlo”. Una autoestima alta, además, nos protegerá de los ataques o malentendidos con las personas que nos rodean, ya que será mucho más difícil que nos puedan hacer daño.

Una pizca de actividad

Una de las claves para cambiar cómo nos sentimos, pasa por animarnos a cambiar lo que hacemos. Debemos de tender a realizar alguna actividad, significativa para nosotros, por pequeña que sea. Esto nos protegerá, entre otros, de la tristeza o la ansiedad. Ya lo decía Goethe: “La actividad es lo que hace feliz al hombre”. De aquí se deduce que la actividad sería una acción opuesta a la tristeza o la melancolía. Muchos de los problemas que acarrea, por ejemplo, la jubilación, es que la persona jubilada no sabe qué hacer con su tiempo. Lo mismo ocurre con alguien que ha perdido su trabajo. Se trata, en fin, de esforzarnos en activarnos, realizando alguna actividad que sea significativa para nosotros y que incluso pueda resultar útil para los demás, como colaborar en un proyecto de voluntariado.

Una pizca de pensamiento positivo o racional

Este ingrediente es muy importante. La manera que tenemos de “hablarnos” condiciona la manera de sentirnos. Pensar de una manera irracional puede llegar a estresarnos o que nos sintamos tristes con demasiada frecuencia ya que, los pensamientos irracionales, por definición son: falsos, ya que son exagerados; inútiles, ya que no nos ayudan a resolver los problemas y, finalmente, nos producen malestar emocional o sufrimiento. Cambiar las necesidades por deseos, los “no-puedo-soportarlo” por puedo soportarlo, los “esto-es-terrible” por esto es parte de la vida, etc, sería un buen comienzo para ver la realidad desde una óptica más realista y objetiva.

“La puerta de la felicidad se abre hacia dentro, hay que retirarse un poco para abrirla: si uno la empuja, la cierra cada vez más”

Julián Illán
Psicólogo e ilustrador. Creador de la web de psicología donpsico.es