Los síntomas depresivos se pueden contagiar

Hay personas que responden de manera negativa a los sucesos estresantes de sus vidas. Interpretan estos sucesos como resultado de factores que no pueden controlar junto a su incapacidad para afrontar la situación.

Esta manera de pensar recibe el nombre de vulnerabilidad cognitiva y dependiendo de su gravedad puede ser un potente factor de riesgo para predecir la depresión.

Un estudio ha revelado que el nivel de vulnerabilidad cognitiva de una persona puede aumentar a través de la convivencia con otras personas que poseen niveles superiores de vulnerabilidad cognitiva.

Dicho de otro modo: esta manera negativa de interpretar la realidad puede contagiarse entre personas que viven juntas.

El estudio sobre los síntomas depresivos

Los investigadores lanzaron la hipótesis de que este «contagio» sería mucho más acusado en momentos cruciales de nuestras vidas.

Por esta razón escogieron estudiantes universitarios en su primer año de estudios fuera de su hogar. El comienzo de la vida universitaria coincide para muchas personas con su primera apertura al mundo.

Nos encontramos con gente de otras ciudades (o países) con costumbres y hábitos distintos a los nuestros. En ese momento nos damos cuenta de que existen otras maneras de interpretar y comprender la realidad, más allá del círculo familiar y de amistad en el que hemos crecido. En ese momento somos más proclives a integrar partes de esa nueva realidad en nosotros mismos.

Para el estudio es escogieron aleatoriamente 103 parejas de compañeros de habitación. Los miembros de cada pareja no se conocían entre ellos previamente. Antes de comenzar la convivencia, todos los estudiantes rellenaron cuestionarios para medir sus niveles de vulnerabilidad cognitiva y otros síntomas asociados a la depresión.

Posteriormente volvieron a rellenar cuestionarios similares después de 3 y 6 meses de convivencia.

Los resultados

Los resultados revelaron que el nivel de vulnerabilidad cognitiva (tendencia a la depresión) de los sujetos aumentaba después de varios meses de convivencia con un compañero de habitación con niveles altos iniciales.

Es decir, una persona medianamente normal compartía piso con otra persona con síntomas depresivos y al cabo de varios meses también también comenzaba a sentir esos mismos síntomas.

Del mismo modo, los niveles altos de algunos sujetos descendían tras convivir con personas con niveles inferiores. Es decir, los síntomas depresivos descendían después de la convivencia con personas no depresivas. En definitiva, parece que ambos niveles tienden a equipararse y a encontrar una especie de equilibrio.

Isidro Migallón
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