Cómo vivir una maternidad consciente

«no lo cojas tanto en brazos que se acostumbra», » déjalo llorar en la cuna, no es bueno cogerlo tanto», » lo mejor es pasarlo cuando antes a su habitación», «es malo que duerma con vosotros en la cama», «está enmadrado, eso no es bueno», » llévalo pronto a la guardería, así se socializa»

Éstas y muchas otras frases similares suenan con frecuencia a nuestro alrededor. Las escuchamos de mano de familiares y amigos, y lo que es peor, de algunos profesionales de la salud y la psicología infantil.

Todas estas creencias no son ciertas, y además, son perjudiciales para los bebés.

Los seres humanos somos animales (a veces se nos olvida, nos creemos máquinas), y como tales gran parte de nuestra conducta está predeterminada genéticamente. ¿Qué significa esto? Que hasta el gesto más mínimo obedece a algo, sucede por y para algo. Sobretodo en el caso de los bebés. El llanto para pedir «bracitos» es porque el bebé necesita consuelo, afecto, tiene alguna molestia…etc.

El querer estar cerca de mamá o papá no es porque está «enmadrado», es porque necesita sentirse seguro y protegido ( un bebé es muy frágil!)

La psicología comparada y la psicología evolutiva pueden ayudarnos un poco a comprender esto. Como animales mamíferos que somos, hay una serie de aspectos relacionados con la crianza que nos asemejan a otros animales.

Observemos a cualquier mamífero, por ejemplo los perros o los gatos:

  • Al igual que en el resto de mamíferos (incluídos nosotros), la gestación se produce dentro del cuerpo de la hembra. Tras el parto, hay un período más o menos largo en que las crías permanecen todo el tiempo junto a la madre, quién se ocupa de alimentarlos, al principio con leche materna exclusivamente, y de asearlos. La madre sólo se aleja de las crías para hacer sus necesidades y alimentarse. Por lo general este período coincide con la recuperación del parto.
  • A medida que las crías crecen, la madre va dejándolas solas durante períodos de tiempo más largos.
  • Conforme los cachorros crecen, ellos mismos van sintiendo el deseo de alejarse poco a poco de la madre e ir explorando el entorno.
  • La madre favorece esta independencia manteniéndose cerca, pero permitiendo que se vayan distanciando cada vez más. Empiezan a comer otros alimentos y la lactancia se va abandonando progresivamente.
  • La madre va recuperando poco a poco mayor independencia y vuelve a ocupar cada vez más tiempo en las conductas propias de su especie, como cazar, asearse, jugar …etc.

Para los humanos es exactamente igual. Los recién nacidos necesitan estar junto a su madre (física y emocionalmente) el mayor tiempo posible. No necesitan socializarse, no necesitan aprender a dormir solos, ni a llorar en la cuna etc.

Lo que necesita un recién nacido es estar con su madre . Así de sencillo. Y casi hasta los dos años, la figura principal de apego será normalmente la madre. Esto no significa que no haya otras figuras muy importantes, como el padre, o los hermanos o los abuelos. Sin duda, jugarán un papel importantísimo en su desarrollo y le aportarán infinidad de cosas. Pero el bebé necesita una figura principal a la que vincularse afectivamente (generalmente la madre) y que le proporcione seguridad, cuidados y amor.

John Bowlby, uno de los psicólogos que más se ha dedicado a estudiar los vínculos de apego en los niños, constató que los niños que no tenían esta figura principal de apego, que tenían varios cuidadores, o que estaban en centros de acogida, por ejemplo, desarrollaban unos estilos a la hora de relacionarse que podían caracterizarse por la inseguridad, conductas de rechazo/ demanda excesiva, desapego…etc.

Sin embargo los niños que disfrutaban de un apego seguro, eran más confiados, seguros de sí mismos y del entorno, y desarrollaban su independencia con naturalidad.

Todo esto es el ideal. Una madre que puede dedicarse en exclusiva a la crianza durante al menos los dos primeros años, que puede dar el pecho, etc.

Pero la realidad es otra. Nuestra sociedad nos exige una serie de demandas que chocan directamente con lo que sería deseable para nuestros bebés. Y además cultural y socialmente las mujeres también tienen otros intereses y deseos que a veces son incompatibles con ese ideal.

Una maternidad consciente

No creo que sea necesario ni imprescindible aparcar nuestra vida laboral durante varios años para criar a los niños. Tampoco creo que sea necesario que los niños permanezcan hasta los dos años sin ir a la escuela infantil, o que la madre se ocupe exclusivamente del cuidado del niño.

Pero sí abogo por una maternidad y paternidad consciente. En la que sepamos qué es realmente lo deseable para el niño, y a partir de ahí hagamos lo posible para que la realidad se ajuste y se aproxime a este ideal.

  • Pasar el máximo de tiempo con nuestro hijo teniendo en cuenta su edad : cuánto más pequeño más nos necesita.
    • Tocarle, abrazarle, cogerle en brazos, besarle… todo lo que podamos y más.
  • Si hay que llevarle a la guarderia, llevarle, pero tratar de que sean las menos horas posibles si es muy pequeño.
  • Permitir a los abuelos que difruten y nos ayuden en sus cuidados.
  • Y no desatender sus llantos, no dejarle solo si no hay un motivo, no enviarle a la guardería «para que socialice» si podemos cuidarle nosotros o los abuelos…etc.

Una cosa es adaptarnos a la realidad con sentido común y según las necesidades y las circunstancias, y otra muy distinta guiarnos por consejos antinaturales que no favorecen el desarrollo del niño, y que además pueden tener secuelas negativas para el niño.

Y cuando estemos agobiados, tomarnos unas horas para nosotros, o un par de días. Eso no está reñido con una buena paternidad.

Ursula Perona
Psicóloga Clínica por la UOC. Especializada en Psicologia Clínica Infanto Juvenil.