No seas otra oveja más

Cada vez que recuerdas, la memoria te cuenta un cuento. Entiéndela, le resulta difícil vivir otra vez lo mismo que viviste hace un año, dos, cinco o cincuenta. Difícil o imposible. Por eso muchas veces todo depende de lo que tú quieras recordar. De tu estado de ánimo, de tus intereses conscientes. O inconscientes. De alguna manera es como si nos manejara el inconsciente. Y hacemos lo que él nos marca sin saber ni porqué. Sus razones son ocultas. Pero esto es solo una parte.

Luego hay otra. De la que somos dueños. De ahora. De este momento. Las cosas para muchos no son como les gustaría. Por la crisis, por el paro, y todo lo que conlleva. La gente necesita trabajar, sentirse útil, sentir que no la engañan, que no se ríen de ella (los discursos de muchos que se hacen llamar representantes del pueblo son hirientes a la inteligencia y a la sensibilidad) La gente necesita unos mínimos para vivir. Para comer, dormir y soñar.

Si la población es tratada como imbécil es probable que se vuelva imbécil. Muchas veces las personas acaban siendo como los ven los demás. Dejándose llevar por esa corriente, aunque sea irreal, mentira o absurda. En cierta manera somos como los ratones de un experimento donde les han metido en un mundo incontrolable, donde a veces no podemos conseguir nada de lo que queremos.

Si nos dicen que no podemos encontrar trabajo, es probable que nos sintamos incapaces de encontrarlo, si nos hace falta tener una talla 38 para ser feliz, si nos exigimos quedar bien con todo el mundo y reprimir (o ni siquiera conocer lo que pensamos) si necesitamos una sonrisa de anuncio para sonreír, una casa en propiedad para ser una persona como algún dios manda… e innumerables cosas más.

Si hace falta todo eso, igual algunos nos hemos equivocado de planeta. En ese momento recuerdo a Mafalda, tan sabia ella, que decía “que paren el mundo por favor que yo me quiero bajar”. Pero sólo en tono de comedia. Si bajarse es morirse, yo quiero llegar a la última parada del destino. Y mientras seguimos subidos en esta bola terrestre, si no paramos de escuchar discursos prefabricados que otros crean para controlar el mundo, acabaremos haciendo cada uno de los puntos sin tan siquiera darnos cuenta. Viviendo como autómatas, como máquinas. Como lo contrario de la libertad.

Si mantienes tu estado de ánimo, si no te dejas decaer por los pensamientos negativos de los demás y del mundo, la memoria jugará desde ese punto de partida. Te contará cosas felices. Lo mejor de tu infancia si vuelves al pasado, cuando jugar y aprender era lo mismo. Cuando no había tanta seriedad y trajes negros. Cuando creciste más y empezaste a practicar lo de vivir de forma más consciente. Pensando más. Cuestionándonos lo que nos venden. Que no sólo hay una verdad. Que el mundo es muy ancho y muy abierto. Que caben muchas cosas. Muchas ideas. Muchísimas buenas. Que ahora, este momento es tu vida. Ni ayer ni mañana. En algún momento de esos, desde tu infancia hasta ahora, seguro que alguien te desveló secretos del mundo. Uno de ellos es confiar en uno mismo.

El misterio de quien se vuelve a inventar, del que se levanta del suelo, o del subsuelo, del que tiene ideas que parecen descabelladas y luego son tangibles, del que encuentra nuevos caminos para recorrer, del que haya la solución del problema, el que construye proyectos, el que cuenta todas las estrellas, el que convierte su herida en luz, el que planea el cielo, el que crea algún arte. Cualquiera de ellos confía en que puede hacerlo. Por eso lo hace. Y funciona. Solo tienes que creer que puedes hacerlo. Y a partir de ahí comenzar a trabajar en ello. Así de fácil.

Aunque es más fácil dejarse caer, llorar y maldecir el mundo, la gente, los políticos, la mierda de vida que nos ha tocado vivir, y tumbarnos todo el día, para no gastar ni una gota de energía, para consumirnos en la tristeza, en nuestro ombligo, en nuestro camino más corto a la amargura y a la muerte, con una vida no aprovechada a las espaldas.

Pero yo no quiero ser otra oveja más, aunque sea más fácil que otra cosa, yo quiero vivir una vida consciente, pensando, probando, buscando salidas, puentes, puertas, luces… y no ver solamente el cartel de crisis que te lleva a un prado oscuro donde quieren que pasten las ovejas humanoides.

Carmen Calero
Psicóloga sanitaria.