¿Qué buscan las personas en las páginas de citas?

La respuesta parece evidente pero después de darle muchas vueltas, me he dado cuenta de que la respuesta no es tan fácil. Acabo de publicar un libro de consejos para moverse en las páginas de citas. Y en la mayoría de entrevistas me hacen esta pregunta, junto con otras que dejan ver el desconocimiento de este fenómeno de relacionarnos a través de Internet:

  • ¿Qué tipo de personas recurren a las páginas de citas? ¿Son los que no pueden conseguir pareja en la vida real?
  • ¿No es verdad que en las páginas de citas sólo enseñamos nuestra mejor cara? ¿No es demasiado fácil falsear o manipular nuestra identidad?
  • ¿Es cierto que en las páginas de citas hay personas emparejadas que dicen ser solteras? ¿No es verdad que esos entornos virtuales fomentan la falta de sinceridad?
  • ¿No hay muchos usuarios que buscan sexo sin más en lugar de relaciones a largo plazo? ¿No son muy superficiales los planteamientos de relación en las páginas de citas?
  • ¿Pero es posible que te guste alguien sin conocerle en persona? ¿Y de verdad se puede encontrar pareja, en serio, en la red?

Buscando sentimientos, relaciones y vivencias en las páginas de citas

“La gente busca que le pasen cosas”, dice Mariola Dinarés, cofundadora de Quedemonline.cat, una web de relaciones de Barcelona, cosas como:

  • Sentir que despertamos interés en otros y despertarlo en los demás, confirmar que aún “estamos en el mercado”, somos deseables.
  • Anticipar el placer de interactuar con otros, e imaginar a los otros disfrutando del mismo placer.
  • Imaginar relaciones y crear expectativas de relación en el otro.
  • Dar y recibir afecto, aprobación, caricias verbales.
  • Expresarnos y escuchar.
  • Gustar y que nos gusten.
  • Construir nuevas relaciones, del tipo que sean.
  • Y buscar y esperar todo lo anterior.

Todas esas vivencias sirven para enriquecer nuestro mundo de relaciones: sea con aventuras cortas, con compañía permanente o con relaciones virtuales sin perspectivas de convertirse en reales. Y queremos enriquecernos más allá de etiquetas relacionales, porque nuestra hambre social también se nutre con experiencias que no alcanzan la categoría de relación: una conversación, un poco de atención, una líbido satisfecha, la oportunidad de olvidarse de uno mismo un rato gracias al interés que otro nos despierta. Para terminar descubriendo que más allá de nuestro mundo social, hay un mundo de posibles relaciones.

Nos apasiona todo lo que colma las necesidades del animal social que somos, tanto si satisfacemos esas necesidades de forma virtual como de forma presencial (en lo que llamamos vida real desde que Internet existe). ¡Y, alerta! Porque si hacemos esta diferencia entre Internet y la vida real es porque sí, porque la diferencia existe. No es una perogrullada decirlo: en Internet nos relacionamos de una forma distinta, una forma que cambia las relaciones mismas. Piénsalo bien: en esta era hipertecnológica que vivimos, y hasta que no se patente la telepatía, nuestras caricias verbales, expresiones de afecto y placer, conversaciones y exploraciones del territorio de las relaciones se dan, sobre todo, por escrito.

¿De verdad no hay relación sin cuerpos?

Durante mucho tiempo, los investigadores creyeron imposible que las personas iniciaran y mantuvieran relaciones a través de Internet: les parecía imprescindible la presencia física. Esta idea se apoyaba en cómo usábamos el email cuando apareció: sobre todo con fines profesionales o académicos en entornos de negocios o universitarios. Esto condujo a la idea de que las comunicaciones a través de una red de ordenadores sólo podían ser impersonales, y así las bautizaron.

Como era de esperar, la realidad iba por delante de nuestra comprensión de lo que estaba ocurriendo. Mientras los investigadores seguían convencidos de que las relaciones basadas en el intercambio de textos eran un disparate, los usuarios construían relaciones en Internet. Primero de forma aislada. Después el hábito se extendió: se vio entonces que el email también nos servía para contarle a otro que nos cambiábamos de piso, para compartir con una amiga nuestras aventuras sentimentales, o simplemente, para cotillear sobre un compañero de trabajo.

Y ocurría que no sólo hablábamos con los de nuestro círculo, sino también con otros a los que nunca habíamos visto. ¿Recuerdas la explosión del chat? Entonces se hizo evidente el uso social de la palabra escrita en la red, y se empezó a hablar de comunicación interpersonal on line.

Encantada de conocerte: creo que te quiero

Hoy sabemos que las relaciones personales en la red tienen una velocidad acelerada, comparadas con las presenciales. Es fácil que dos usuarios lleguen a la conclusión de que tienen mucho en común después de intercambiar unos pocos mensajes escritos (en tiempo real o no). Al estar físicamente separados y no recibir información visual del otro, hacemos un corta y pega burdo con la información parcial que nos llega de nuestra pareja comunicativa. Así nos “inventamos” a la persona que está “al otro lado”.

Añádele que, para soportar las muchas incertezas que nos presenta una relación sin suficiente información sobre el otro, nos lanzamos a preguntar por aspectos íntimos y a mostrarlos mucho antes que en las relaciones presenciales. Y ahí está la fórmula para una relación exprés y lo que los investigadores de la comunicación en la red han llamado comunicación hiperpersonal. La pareja de conversadores se ve arrastrada por una intimidad intensa y repentina: las semejanzas se exageran, las diferencias se minimizan.

¿Debemos dejar de relacionarnos en red por culpa de las relaciones hiperpersonales?

La respuesta es que no. Lo que sí debemos hacer es ser conscientes de esta intimidad exprés, y tomar medidas de seguridad en nuestras relaciones virtuales hasta no conocer al otro mínimamente. Además, hemos de seguir viviendo nuestras relaciones en el mundo presencial, que es lo que parece que hacemos la mayoría.

Tampoco hay que olvidar las ventajas de abrirse tan rápido a otros en la red. Cuando tenemos que convivir con problemas diarios, muchos recurrimos a Internet en busca de información y educación, pero también buscamos ayuda de otros, a veces desconocidos, o de redes de apoyo que tienen presencia virtual y presencial.

Creo que ha quedado dicho antes todo lo que buscamos en las webs de relaciones. Pero me gustaría acabar hablando de los que están en ellas: ellos y ellas son los que buscan en el catálogo de estímulos relacionales de los que hablé al principio. Sólo hay una condición más para estar en la red, dispuestos a dar y recibir todos esos estímulos: un hambre social suficiente para superar la vergüenza que aún nos provoca decir públicamente que buscamos relacionarnos con otros, en el plano sea.

Referencias

Main, Terri. Impersonal, Interpersonal or Hyperpersonal? Cyber-Talks. Disponible en: http://goo.gl/9keEfD. Último acceso: 8/10/2015.

Nardi, B., & Whittaker, S. (2002). The role of face-to-face communication in distributed work. In P. Hinds & S. Kiesler (Eds.), Distributed work (pp. 83–112). Cambridge, MA: MIT Press.

Parks, M. R., & Floyd, R. (1996). Making friends in cyberspace. Journal of Communication, 46(1), 80-96.

Short, J., Williams, E., & Christie, B. (1976). The social psychology of Telecommunication. London: John Wiley

Turner,J., Grube,J. and Meyers, J. (2001) Developing an optimal match with in online communities: an exploration of CMC support communities and traditional support. Journal of communication, 51 (2), 231-251.

Walther, J. B. (1996). Computer-mediated communication: Impersonal, interpersonal and hyperpersonal interaction. Communication Research, 23(1), 3-43.

Begoña Merino
Periodista, escritora y observadora social.